Campañas mediáticas contra Cuba y retos del presente


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Las fake news y campañas mediáticas contra Cuba se han incrementado durante los últimos años, pero no comenzaron hace poco, ni siquiera con el surgimiento de Internet y los autollamados sitios digitales independientes. A lo largo de la historia existen muchos ejemplos de tergiversaciones y mentiras contra los revolucionarios y las causas más nobles de este pueblo.

Hay algunos incluso del siglo XIX, cuando se trataban de descalificar los ideales de los iniciadores de la primera guerra por la independencia en el país liderados por hombres tremendos, como Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, cultivador de la poesía y amante de las artes en general. Muchas veces se trataron de justificar los propósitos de Estados Unidos hacia este archipiélago.

En ese siglo, exactamente en marzo de 1889, José Martí publicó “Vindicación de Cuba”, en respuesta a burlas incluidas en un artículo del periódico The Manufacturer, de Filadelfia, y reproducido en The Evening Post, de New York, en el cual se alegaba que los cubanos “no se sabían valer, eran ociosos, de moral deficiente, incapaces por naturaleza”, y también aparecían apelativos como “afeminados, perezosos, inútiles verbosos, enemigos del trabajo recio, falta de fuerza viril y de respeto propio”.

Martí refutó tal infamia mediática con fuerza en una carta que apareció en el periódico The Evening Post, de New York. Aseguró el Apóstol, que era “poco probable que algún cubano con decoro deseara ver a su país unido a otro”. Resaltó las virtudes del pueblo de La Mayor de las Antillas y su ideal de independencia, con “seres humanos que habían peleado como gigantes para ser libres, capaces de dormir en el fango, comer raíces, pelear diez años sin paga, vencer al enemigo con una rama de árbol, morir”. Argumentó también que “los cubanos vivían por todas partes, trabajando como campesinos, como ingenieros, como agrimensores, como artesanos, como maestros, como periodistas…”

El Héroe Nacional tuvo siempre plena conciencia de las complejidades de su época, y jamás traicionó su moral, su dignidad, la fidelidad al proyecto revolucionario ni al pueblo que amaba. Jamás coqueteó con poses ni sirvió de instrumento a quienes tenían intereses muy particulares contra su país. Ahí tenemos su ejemplo como escritor, periodista e intelectual, como profundo humanista, revolucionario, antimperialista y cubano.

En el siglo XX se mantuvieron las mentiras mediáticas. Por ejemplo, a nivel internacional se tergiversó la causa del Ejército Rebelde, que con el liderazgo de Fidel luchaba por la libertad en la Sierra Maestra.

Después del triunfo del 1 de enero de 1959 todo eso se incrementó. Agencias de prensa internacionales mostraban una Cuba gris, sin ningún tipo de luz. Especialmente el aparato propagandístico de Estados Unidos, principalmente a través de sus agencias cablegráficas AP y UPI, revistas como Life, Newsweek, US News and World Report y sus principales periódicos, arrojaba calumnias contra Fidel y otros dirigentes. Mucho se habló, por ejemplo, sobre los juicios públicos contra criminales de guerra, y se intentaron desacreditar los cambios impulsados aquí para beneficio del pueblo.

El propio Fidel denunció aquella campaña como “la más infame, más criminal y más injusta que se había lanzado contra ningún pueblo”.

Ante la magnitud de la desinformación internacional sobre lo que realmente pasaba en Cuba, se organizó lo que se conoció como Operación Verdad. Fueron enviadas invitaciones a reporteros de Estados Unidos, América Latina y Europa para que se reunieran en La Habana y viesen la realidad, para que se dieran cuenta de las falsedades publicadas en los grandes medios de comunicación a nivel mundial.

También para contrarrestar todas esas mentiras se impulsó la creación el 16 de junio de 1959 de la agencia Prensa Latina, para que fuera referente de la verdad y la objetividad. Hoy se mantiene con decenas de corresponsalías en diferentes partes del mundo.

Como ejemplos de mentiras y proyectos mediáticos contra este pueblo, tenemos que mencionar también a Radio Martí, parida en 1985, y Televisión Martí en 1990, con presupuesto de EE.UU y una agenda muy marcada para la subversión en nuestro país, aunque nunca han logrado llegar a mayorías aquí.

Con el nacimiento de Internet, los sitios webs y múltiples plataformas digitales todo eso aumentó hasta límites impensables en etapas anteriores, con una diferencia: Impactar más en el público cubano y especialmente en los jóvenes, por el propio funcionamiento de esas redes.

Algunos de esos proyectos no mostraban una postura política clara, trataban de mostrarse atractivos en cuanto a lo creativo, y autores cubanos se sumaron desde el principio, incluidos estudiantes y profesores universitarios. Varios de aquellos primeros, surgidos a finales de los años ’90 y principios de los 2000, fueron desapareciendo. Poco a poco emergió también aquí el boom de los blogs personales, que solían tener una voz crítica o al menos diferente, trasladada luego sobre todo a las redes sociales.

Actualmente existe un entramado mucho más amplio de esos mal llamados sitios digitales independientes, los cuales tienen una agenda común, más allá de diferencias de estilos y formas entre ellos. Un grupo más agresivo, sin pizca de ética, y otros que tratan de presentarse como más cuidadosos y con estilos más estéticos, por decirlo de algún modo, pero todos con el objetivo de mostrar una Cuba negra, carente de esperanzas. Han logrado una articulación con individuos que tratan de erigirse como oposición dentro del país, algunos de los cuales también reciben dinero al representar supuestos movimientos por el “cambio”.

Estos sitios y sus extensiones en redes sociales cazan cualquier oportunidad y amplifican experiencias individuales, como si constituyeran la generalidad. Suelen tergiversar y hasta mentir, para cumplir con la misión por la cual reciben financiamiento de fondos federales estadounidenses. Por ejemplo, desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca el 20 de enero de 2017 hasta el 2020, la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) invirtió unos  50 millones de dólares contra Cuba, mientras la National Endowment for Democracy (NED) destinó para similares propósitos $ 23 millones 208 mil 612 dólares, según varias fuentes.

A esos más de 70 millones de dólares para la subversión de manera pública se deben sumar los 90 millones recibidos por la Oficina de Transmisiones para Cuba. Ese dinero suele llegar a sus destinatarios por vías diversas en un intento por enmascarar el origen.

Obviamente, recibir esos dólares exige un compromiso con los fines de quienes lo otorgan. Sería interesante que alguno de esos proyectos supuestamente libres se proponga cambiar su agenda, para resaltar entonces las luces de Cuba y su Revolución o la capacidad que ha tenido de resistir durante más de 60 años a los vientos huracanados soplados desde Washington para apagarla. ¿Acaso seguirían recibiendo financiamiento? Seguramente no.

Resulta lamentable la falta de ética y la campaña que realizan muchos de ellos desde hace varios años contra líderes políticos, artistas, periodistas y otros profesionales cubanos, que apoyan de manera pública el proyecto revolucionario, con lo cual pretenden afectar su prestigio y fracturar las relaciones entre creadores, la institucionalidad y la propia Revolución.

Todo esto impone disímiles retos desde lo comunicacional para periodistas, medios de prensa y otros entes de la sociedad con la responsabilidad de llevar las verdades al pueblo cada vez con más inmediatez y profundidad de análisis desde aristas diversas, aprovechando las maneras tradicionales y las más contemporáneas, incluyendo las plataformas digitales.

Para el presente y el futuro Cuba tendrá entre sus grandes desafíos: el avance económico sin olvidar las esencias, el desarrollo comunicacional y el perfeccionamiento institucional de forma general, incluido el de la Cultura. Mucho podemos ayudar en ese sentido. 


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