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Carlos Zamora Rodríguez: En la infancia pueden hallarse las claves de lo que somos


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Conocí a Carlos Zamora (I) hace varios años, afanado, lleno de entusiasmo como andaba entonces en los sitios digitales de la Biblioteca Nacional José Martí, abogando desde allí por la difusión de los mejores libros para niños y contactando a nuestros autores para esta tarea de difundir el noble pensamiento que puede transmitirse desde un supuestamente libro para infantes. Años después, en uno de tantos jurados en los que a veces participo, por unanimidad, otros colegas y yo encontramos un libro singular, diferente, que sin deseos de epatar ni de experimento alguno, enfocaba desde una óptima muy humana los problemas de una familia cubana actual que se ve abocada a una inevitable ruptura, salvo si sus miembros no toman conciencia de que la vida es un acto bello y como tal se la debe concebir a diario, sin caer en rutinas, falsos valores o dejando que lo cotidiano nos pase por encima. Este libro resultó ser de Carlos Zamora y la oportunidad de compartir con él unos días en Matanzas, donde le fuera entregado el Premio de la Ciudad, y evocar su entrañable afecto por Puerto Padre —sitio que también yo amo— me dio la inmejorable oportunidad de conocer a un nuevo soldado en la lid de escribir para la infancia desde la perspectiva de reivindicarla de lo que nuestro José Martí diera en llamar “un pesar profundo entre las penas sin nombre…”, esas aristas duras de la existencia que, por desgracia —y también— toca muy de cerca a los niños y niñas. De sus motivaciones y anhelos en esta búsqueda, hablamos hoy…

¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?

No solo en la literatura, en todos los órdenes, el mundo tiende a la especialización, a hacer más específicos los campos del saber, pero, curiosamente, todo es cada vez más híbrido, más indeterminado. Debe ser otra de las complejidades de la globalización. Pero, para ser franco, a mí cada vez me importa menos eso. Escribo Literatura o trato de escribirla. Y sueño que tendré lectores de una y otra edad y que quizás mañana esos lectores me recuerden. El tiempo puede encargarse de ese asunto de los géneros y los receptores, por sí solo. Y recordemos que grandes obras consideradas hoy para niños fueron escritas para adultos; he leído que El Quijote tendrá en el futuro muchos más lectores infantiles que mayores… en fin…

¿Qué piensas de la infancia?

Creo que puede aplicarse a la infancia aquello de que “nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes…” Incluso yo que tuve una infancia muy humilde, me parece hoy que fue una etapa maravillosa. Pero si te detienes a considerarla en profundidad, no tengo dudas de que en la infancia pueden hallarse las claves de lo que somos y posiblemente de nuestras pretensiones actuales al dedicarnos a escribir para los más pequeños. A lo mejor es una manera de recuperar el tiempo perdido aunque para ello debamos desdoblarnos o incluso negarnos dialécticamente.

En tu concepto ¿los niñ@s leen hoy día más o menos que antes?

Es casi ya un lugar común la afirmación de que los paradigmas de lector y de lectura han cambiado sustancialmente en los últimos años y aunque los fulgores de la llamada (no exenta de polémica) sociedad de la información apenas parecen tocar nuestras fronteras, no hay dudas de que las tecnologías han revolucionado soportes y modos de asumir la lectura y lo que aguarda a los promotores es montarse en ese carro, no enfrentarlo con un pensamiento catastrofista.

¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niñ@s?

Considero que podrá haber tantos tonos como historias posibles y que el rigor literario será lo determinante.

¿Eres tú parecido a alguno de los personajes de tu obra?

Grandes escritores de nuestra lengua, recuerdo ahora a Unamuno, han validado la impronta biográfica en la literatura. Yo lo suscribo muy convencido. Y no se trata de que cada texto sea una copia mimética de la vida personal sino que en cada historia escrita subyace una vivencia, una perspectiva, un pensamiento que incluso trasciende la voluntad creativa. Aspiro a que me reconozcan, si no de cuerpo entero al menos en la forma de mirar a mi entorno, en los textos y personajes que traigo a la vida. En unos será más evidente, pero lo dejo a los lectores.

¿Cómo concibes idealmente a un autor para niñ@s?

Además de la imprescindible preparación cultural y de su sensibilidad general, alguien que pueda disfrutar con verdadera fruición las obras de arte, no solo la literatura, que están concebidas para esas edades. Que pueda sonreír, aplaudir, dar saltos, que se deje arrastrar por el entusiasmo y la belleza de las obras pensadas para los más pequeños.

¿Reconoces en tu estilo alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?

Me encantaría reconocerla y creerme que me parezco a un gran autor… pero no lo he conseguido.

¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?

Pues todo lo que encontré en la Biblioteca Pública Municipal de Jovellanos, casi un libro diario durante muchísimo tiempo. ¡Qué manera de leer entonces! Todo lo de Verne y lo de Salgari que allí había; y Andersen y Mark Twain… y muchos otros. Pero hubo libros que no conseguí leer entonces, como El Principito o Corazón. No tuve quien me los recomendara, o tal vez no estaban allí en esa época.

¿Quién es tu héroe de ficción?

Hoy quizás pueda decirte con alguna certeza que ha sido el Ulises de la Odisea, pero en otra época lo fueron Robinson Crusoe y Sandokan. Mañana… no sé.

¿Quién, tu villano?

Lo olvidé.

Ganaste hace poco el Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas con tu breve novela A Puerto Blanco no llegan las lluvias, especie de relato a caballo entre realidad y ficción sobre un sitio que te es entrañable. ¿Qué puedes contarme de tu concepción de esa historia y el modo en que surgió?

Hace mucho tiempo que quería escribir una historia que recreara un pueblo para mí tan entrañable como Puerto Padre, donde residí por más de diez años y donde viven dos de mis hijos. En más de una ocasión lo intenté pero abandonaba siempre el manuscrito por falta de tiempo o porque no conseguía sentirme a gusto con el punto de vista o con el narrador… Puerto Blanco es el Puerto Padre que he soñado a lo largo de estos años, con mucho de su fisonomía geográfica y con las leyendas e historias que le pertenecen y a las que he agregado mis propias ensoñaciones y recuerdos, metamorfoseados por el tiempo. Algunos de los personajes de esta noveleta recuerdan también a amigos y conocidos de esta pequeña ciudad costera, fabulados para la ocasión como una especie de guiño afectivo. Dejó de ser un proyecto engavetado tras la insistencia de mi hija menor, Amaia, que quería que le escribiera un cuento, pero que fuera largo…

En esta novela, además, tocas temas otrora considerados difíciles como el de la posible disfunción familiar lo cual es raro en autor novel en estas lides, ¿Qué te motivó a acercarte a lo que Mirtha Aguirre dio en llamar estos costados duros de la vida?

La disfuncionalidad de la familia es un problema muy serio en casi todo el mundo y nuestro país tiene sus particularidades en ese fenómeno. Es una realidad que llega a ser dramática y los más pequeños son casi siempre las peores víctimas. He tratado de plantear este tema desde la mirada a veces ingenua, a veces sobrecogedora, de esos niños que ven desplomarse su estructura familiar incluso a pesar de la voluntad protectora de los padres. Y no sé si el saldo será alentador tras la lectura de mi libro pero al menos pretendo ofrecer un mensaje de solidaridad.

¿Cómo insertas tu obra dentro del panorama actual de la llamada literatura infantil cubana?

Me interesa participar, desde todos los géneros que cultivo, en el complejo proceso de auto reconocimiento que vive la sociedad cubana de hoy. Y aspiro que lo que escribo para niños pueda motivarles, desde temprano, a debatir sus circunstancias, sus necesidades, sus aspiraciones. Quiero estimular su opinión, hacerlos protagonistas, no lectores adormilados. Y creo que esa corriente está ganando adeptos en las nuevas promociones y me sumo con la humildad del recién llegado.

¿Qué es lo que te enciende emocionalmente-creativamente?

Esos resortes pueden ser muy variados, a veces una buena historia del entorno, que llega a través de la familia, los vecinos… y también una buena lectura o relectura…

¿Qué es lo que te desanima?

La burocracia

¿Qué atributos morales piensas que debe portar consigo un buen libro infantil?

Un buen libro infantil sería aquel que conmoviera o divirtiera tanto que todos olvidaríamos indagar sobre cualquier otra clase de atributos…

Aparte de tu profesión actual, ¿qué otra cosa te hubiera gustado ejercer?

Me gustaría haber sido un trovador con una voz maravillosa que arrastrara multitudes... pero tengo una voz ronca y un pésimo oído…

¿Qué profesión nunca ejercerías?

No creo que pudiera ser astronauta… tengo un poco de vértigo y prefiero ver las estrellas desde la Tierra.

¿Podrías opinar de la relación autor-editor?

Es un binomio imprescindible para garantizar el éxito del libro. Sumados a un propósito común, autor y editor deben compartir los riesgos y los méritos posibles.

Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?

Sin el menor asomo de vanidad, me pregunto si dejaríamos abandonados a nuestros hijos ante un naufragio inminente… Y esos son nuestros libros: hijos, nacidos, casi siempre, de largos y dolorosos partos, a los que perdonamos sus defectos y limitaciones por ser parte de nosotros mismos. Y claro, salvaríamos aquellos que nos convirtieron en lo que somos y otros, a los cuales nos unen lazos circunstanciales pero inquebrantables. En mi caso: La Ilíada y La Odisea; Robinson Crusoe; El principito; Veinte mil leguas de viaje submarino y casi todo Verne; El Tábano, de Ethel L. Voynich; La alegría de vivir y Therese Raquin, de Zola; la poesía de Eliseo Diego, Yerma y el Romancero Gitano, de Lorca; Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías… ¿dijiste diez? imposible…

 

Nota

(I) Nacido en Matanzas, 1962. Licenciado en Filología en la Universidad Central de Las Villas (1985). Poeta y narrador. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Ha publicado: Estación de las sombras (Sanlope, 2001), Mención en el Concurso Internacional de poesía “Nicolás Guillén” (México, 1999), la antología El amor como un himno. Poemas cubanos a José Martí. (Centro de Estudios Martianos, 2008) y el poemario Cada día la eternidad (UNIÓN, 2011). Ha recibido, entre otros, el Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas 2012 (Literatura para niños y jóvenes), el Premio de Narrativa Guillermo Vidal (2011), el Premio del Concurso Nacional Cuentos de Amor (2000), el Premio Décima joven de Cuba (1996) y ha sido finalista del Concurso internacional ARTÍFICE, de poesía (Loja, Granada, España) en el 2005 y Mención especial en la II y VI ediciones de ese propio certamen (2002 y 2006), entre otros reconocimientos. Sus textos aparecen en numerosas antologías y compilaciones cubanas y extranjeras.


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