Nunca será un pesar quejumbroso hablar de esta mujer, en pasado o en presente. Más allá de las historias que le acompañaron toda su vida: en la lucha clandestina, en la Sierra Maestra y después del triunfo de la Revolución, Celia se hizo imprescindible y más querida por aquella voluntad férrea de pensar en el pueblo ¡a todas!, creyendo siempre que un sistema social será más justo e imperecedero, sólo cuando el pueblo sea el único favorecido.
De ahí nace el cariño y la devoción de los cubanos por Celia Sánchez: una de las figuras más admiradas de la Revolución y a quien todos conocemos, sin haberla visto nunca.
Basta con leer una síntesis biográfica de su vida, revisar algún material de archivo o visitar una instalación finamente diseñada por ella, para sentir respeto y cariño por esta mujer, sin caer nunca en elogios banales, sencillamente porque su historia es ejemplo.
Noventa y siete años cumpliría la mujer-leyenda, la mujer-pueblo que fue y es Celia Sánchez Manduley. La hija de un doctor que subió a la montaña más alta de Cuba para honrar a Martí. La muchacha que nació en Media Lun a, cerca del río Vicana, para hacerse eterna, entre el pueblo, la gente humilde… eterna entre las flores.
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