Genialidad comprobada, Chucho es un mago capaz de hurgar en lo más profundo de la sensibilidad humana, su capacidad, piano de por medio, de convertir sonidos en imágenes fue apreciada por el auditorio del Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso” en el concierto que el músico ofreció este sábado en la noche para dejar abierto un ciclo de jazz que se extenderá por dos fines de semana más.
Ya el ganador de seis premios Grammy y tres Latin Grammy había adelantado parte del repertorio que asumiría en la velada, centrado en obras de su autoría y el homenaje a grandes maestros del género, pero sucede que el cubano es imposible de encasillar, ningún molde lo puede contener, y siempre es capaz de sorprender con nuevas invenciones.
Como nos tiene acostumbrados señoreó sobre el teclado y se adueñó del auditorio desde las primeras notas para regalarle al público una exquisita selección de piezas filtradas por su singular sentido musical. Chucho se propuso mostrar parte de lo mejor de la creación humana y seleccionó para la arrancada nada más y nada menos que un tema firmado por el gran Thelonious Monk.
In walked Bud es la pieza en cuestión, partitura concebida por Monk para rendir homenaje a otro gigante del jazz: Bud Powell; a la que siguió uno de los más populares estándares de jazz, Hojas muertas, derivado del estribillo de la canción francesa homónima convertida en éxito por el actor y cantante Yves Montand a mediados de la pasada centuria.
Quizás lo más emotivo de la noche fueron los recuerdos familiares, Bebo, su padre, y Caridad Amaro, su abuela paterna. Al primero con Con poco coco, obra firmada por Bebo en 1952 y uno los cimientos sobre los que se levanta el jazz afrocubano; a la segunda con el tema que concibió para el documental Calle 54, audiovisual firmado por el español Fernando Trueba y en el que compartió faenas con su padre.
De las 88 teclas también salieron los homenajes a Gershwin con Summertime, a Coltrane con Giant Steps, a su terruño con Son a Quivicán, los coqueteos con Rachmaninoff y Rimski Korsakov, y la evocación a Chopin con su Preludio N° 4, quizás la más versionada de las composiciones de este tipo que para piano concibió el polaco.
Chucho también convida, remató la noche haciendo al público parte de Lágrimas negras, el monumental bolero de Miguel Matamoros, que le agradeció hasta la saciedad con prolongados minutos de aplausos. Una vez más mostró su genialidad, que es el resumen de muchas músicas y artífice de otras por venir, él es el piano mismo y su obra universal, a esto nos tiene acostumbrados.
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