¿Cómo entender el patrimonio cultural al margen de las coordenadas contextuales en que se fomenta?, ¿podría evaluarse con justicia sin una mirada holística a sus orígenes y comportamiento en el devenir del tiempo? Recuérdese que al patrimonio cultural no se le crea por decreto, por ley o nombramiento; se le reconoce por esas vías para su registro, protección, estudio y conservación; de ahí que, en no pocas ocasiones, el patrimonio acompaña a los miembros de una comunidad sin que se le nombre, porque forma parte intrínseca de un modo de pensar, de actuar, de vivir y, precisamente por ello, el patrimonio encierra las huellas para explicar el presente, en tanto en él están las huellas de un espacio, un tiempo, una sociedad,… una cultura. El patrimonio es el testimonio del pasado.
¿Cuánto de evidencia ética y artística encierra la colección de arte cubano existente en Topes de Collantes?, ¿dónde encontrar los orígenes de su conformación? y ¿qué valores atesora en relación con la cultura cubana en general y la historia del arte en particular? No será posible responder a estas interrogantes con la profundidad que merece este espacio, pero resulta válido señalar algunas de las pautas que marcan su génesis y subrayan su incuestionable valor.
El punto de partida de esta colección se encuentra en el proyecto de ambientación demandado por el Complejo Turístico de Gaviota S.A. en la comunidad de Topes de Collantes, en el Macizo de Guamuhaya, a 19 km de la ciudad de Trinidad en la provincia de Sancti Spíritus durante la década del 80 del pasado siglo bajo la dirección administrativa del Ministerio de las Fuerzas Armas (MINFAR), un proyecto cuya principal potencialidad turística se encuentra en las excepcionales condiciones naturales del lugar para el esparcimiento y la recreación, en el que se distingue arquitectónicamente el antiguo sanatorio u hospital para tuberculosos culminado durante la dictadura de Fulgencio Batista y Zaldívar en el periodo 1952-1959.
De modo que, lo que entendemos hoy como colección de arte cubano, no es más que la revalorización del conjunto de obras adquiridas por Gaviota S.A. al Fondo Cubano de Bienes Culturales a mediados de los 80 como parte del proceso de rehabilitación de las instalaciones sobre las cuales fomentar el Complejo Turístico de Topes de Collantes, acontecer que en principio nos coloca ante la expresión de la comercialización de obras de arte en Cuba y, por tanto, ante el testimonio de las expresiones ideo estéticas de los artistas que concurren al circuito de la compra-venta de obras desde el sistema institucional creado a tales efectos. Los espacios del Kurhotel Escambray y los hoteles Los Helechos y Serrano, demandaron un significativo número de piezas planimetrías y tridimensionales que permitió acumular más de 800 obras de unos 130 artistas “entre óleos, murales, esculturas, instalaciones, grabados y una amplia colección de serigrafías impresas en el Taller René Portocarrero en los años 80”. (1)
Kurhotel Escambray Hotel Los Pinos
Hotel Serrano
¿Basta esta razón para presentar el conjunto de obras acumuladas como testimonio de la producción artística de los 80 y como aval el hecho de que estén presente los protagonistas de Volumen 1, exposición de 1981 considerada por la historia del arte como punto de despegue del Nuevo Arte Cubano? En relación con las esencias de este movimiento apuntaba teóricamente Lupe Álvarez:
“Los artistas cubanos involucrados en esta renovación habían abandonado la torre de marfil. El problema de la muerte o el ocaso del arte, tan llevado y traído en el discurso teórico, encontraba, en esta perdida islita caribeña, una alternativa inusitada, aquella que superaba un lugar para la creación desprovista de sentido práctico, que restauraba su importancia. Esta era una clave del movimiento, aunque existieran propuestas más inclinadas a problemas artístico-conceptuales, u otras más afines a un discurso antropológico de mayor alcance. […] Precisamente encontraron un terreno favorable aquellos que menospreciaban la obra-objeto-cosificada (preparada para la concurrencia) y resaltaban la investigación, el proceso, la experiencia a partir de su capacidad movilizativa”. (2)
Y precisaba luego: “Obviamente crecer en este credo, acarrearía a la producción artística cubana las mayores dificultades para enfrentarse a un medio donde la legitimidad está condicionada por el éxito económico, y este último por la disposición estética de las piezas”. Las dimensiones y funciones de los espacios determinaron los formatos de las piezas a adquirir en el FCBC, y ante la magnitud del proyecto no fueron pocos los artistas que se trasladaron al lugar para crear, in situ, el producto artístico que habría de cualificarlo estéticamente.
Las obras de arte adquiridas no constituían una colección en el sentido museal, ni siquiera expositivo y, por tanto, no visibilizaban los turistas un conjunto de exponentes del arte cubano sino un espacio natural en el que se distinguían cuatro unidades constructivas que les servían de contenedores y dentro de ellos la recepción, el bar, el restaurante, la cafetería, la piscina, la bolera, la discoteca o el buró de reservaciones de las excursiones a los saltos del Caburní, Vegas Grandes, la Batata, Codina, Colin, la Casa del Café o el fabuloso sendero de los helechos.
De valor excepcional, por ser testigo del contexto histórico cultural de la República Neocolonial, resulta el antiguo Sanatorio de Tuberculosos de Topes de Collantes, obra iniciada en 1936 a cargo del arquitecto Cristóbal Díaz González que se culmina entre 1944 y 1955 por los arquitectos José Pérez Benitoa y Rafael Castiz (3); un auténtico ejemplar del Movimiento Moderno que arribara a la Isla como expresión de las corrientes nazifascista desarrolladas por Hitler y Mussolini antes de la Segunda Guerra Mundial que encuentran paralelismo formal en los edificios que definen la Plaza 4 de Setiembre, hoy Plaza Finlay, en Marianao, y el Palacio de Justicia en la Plaza Cívica José Martí, actual Palacio de la Revolución, ambas de la autoría de Pérez Benitoa en 1944 y entre 1953 y 1957 respectivamente.
Así, la remodelación del Sanatorio de Topes de Collantes proyectada por el arquitecto Roberto Cabrera en 1985 terminó ambientando sus espacios con la voz de los creadores de las artes plásticas en Cuba, entre los que figuraban una amplísima representación de autores de diferentes experiencias culturales y artísticas unidas, en principio, por dos factores: la demanda de ambientación en el referido Complejo Turístico y su inscripción en el registro del creador, condición que les permite concurrir a la comercialización de sus obras.
Ingresaron a las instalaciones de Topes, piezas de Rita Longa Aróstegui (1912-2000), Mariano Rodríguez (1912-1990), Adigio Benítez Jimeno (1924), José Antonio Díaz Peláez (1924-1988), René Ávila (1926-1990), Antonio Vidal Fernández (1928), Julio Girona Fernández (1929-2002), Alfredo Sosabravo (1930), Sergio Calixto Martínez Sopeña (1930-1988), Ever Fonseca Cerviño (1938), Juan Moreira Bencomo (1938), Raúl César Santos Zerpa (Santoserpa, 1939), Manuel Mendive Hoyo (1944), Roberto Fandolfi (1945), Gilberto Frómeta Fernández (1946), Nelson Domínguez Cedeño (1947), Aldo Menéndez González (1948), Tomás Sánchez (1948), Eduardo Roca Salazar (El Choco, 1949), Ernesto V. García Peña (1949), Flora Fong García (1949), Manuel Castellanos (1949), Pedro Pablo Oliva Rodríguez (1949), José Ramón Villa Soberón (1950), Flavio Garciandía (1954), Zaida del Río (1954), Arturo Cuenca (1955), Ricardo Rodríguez Brey (1955), Eduardo Ponjuan González (1956), Gustavo Pérez Manzón (1956), Leandro Soto (1956), Nelson Villalobos Ferrer (1956), Esteban Leyva (1957), Humberto Castro García (1957), Israel León (1957), Moisés de los Santos Finalé (1957), Rubén Torres Llorca (1957), Ulises Bretaña (1957), Antonio Eligio Fernández (Tonel, 1958), Consuelo Castañeda (1958), Eduardo Rubén (1958), Gustavo Acosta (1958) y José Franco (1958), junto a Carlos García (1959), Ernesto Ocaña (1959), Francisco Javier Bernal (1959), José Bedia (1959), Rubén Rodríguez Martínez (1959), Sandra Ceballos Obaya (1961), Carlos Rodríguez Cárdenas (1962), Glexis Novoa (1964) y Segundo Planes (1965).
TONEL. Cubanía, 1987, Acrílico en tela, y Gilberto Frómta Ocaso, 1985. Acrílico y óleo sobre tela. 180 x 180 cm.
Juan Moreira, Hab, 1938. ST, 1987. Óleo en tela, 180 x 180 cm.
Rubén Torres Llorca, Hab. 1957. ST, 1985, Óleo en tela, 180 x 180 cm.
José Bedia, Hab., 1959. ST, 1987. Óleo en tela, 180 x 180 cm.
En resumen, el conjunto de obras de arte cubano no alcanzará la definición de colección en términos museológicos hasta su revalorización en el presente siglo, tras su estudio con vista a la apertura de un museo en Topes de Collantes bajo el pretencioso nombre de: Museo de Arte Contemporáneo Cubano. A esta institución y los valores de su colección permanente dedicaremos otro espacio.
Notas:
(1) Museo Topes de Collantes. Arte Cubano, Catálogo, p. 5, [s/r]
(2) Lupe Álvarez: “Reflexión desde un encuentro”, Memoria de la Postguerra, 1(2):17, La Habana, junio de 1994.
(3) Las Villas y Matanzas. Guía de Arquitectura y Paisaje, Sevilla-Santa Clara, 2012, p. 114. Roberto Segre, Eliana Cárdenas y Lohania Aruca atribuyen el proyecto a la Sociedad Moenck y Varela, v.: Historia de la arquitectura y el urbanismo: América Latina y Cuba, Ed. Pueblo y Educación, 1986, p. 239.
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