La voz de Juan Almeida Bosque vibró en Alegría de Pío: «¡Aquí no se rinde nadie…!», espetó a los enemigos, y redondeó la imprecación con una palabra que le vino del fondo del alma, en la mañana del 5 de diciembre de 1956.
La voz del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque siguió siendo la voz de millones que, a lo largo del camino recorrido –el nacimiento del Ejército Rebelde, los frentes guerrilleros, la épica de la clandestinidad, el triunfo de enero, la victoria de Girón, la moral bien alta de los días de la crisis de Octubre, la lucha contra bandidos, las zafras del pueblo, las tareas de choque, el despegue de la ciencia, la universalización de la enseñanza, el enfrentamiento al bloqueo, la vuelta de página a la crisis de los 90, la resistencia frente a las embestidas del trumpismo–, la han hecho suya como parte sustantiva del alma de la nación.
Mañana, cuando del combatiente, político, poeta y compositor conmemoramos el aniversario 94 de su nacimiento, la frase dicha en uno de los momentos más difíciles del inicio de la etapa final de la gesta libertaria, se multiplica, aquí y ahora, en el esfuerzo descomunal por ganarle el pulso a la pandemia, desarrollar la economía en condiciones adversas, defender las conquistas populares y consolidar el tejido social frente a los intentos por fracturar la unidad.
«¡Aquí no se rinde nadie…!» nació de la emoción y el coraje, pero también de valores que Almeida y la generación del Centenario y el Granma, encabezados por Fidel, tenían enraizados y se encargaron de transmitir a quienes vinieron después. Habrá que volver, una y otra vez, a esta reflexión suya compartida, más de dos décadas atrás, con los lectores de Granma:
«La historia siempre será aleccionadora. Una gran virtud es la honestidad en nuestra actuación y también en juzgar a partir de las enseñanzas que nos brinda la propia historia. Y no solo la nuestra sino la que emana de los fenómenos de este mundo del que formamos parte y al cual no somos ajenos. La unidad de nuestro pueblo en torno a sus líderes y a la Revolución es uno de los escudos más poderosos contra nuestros enemigos».
Como Fidel, como Raúl, como la actual hornada de líderes revolucionarios, Almeida supo que la rendición es palabra desterrada del vocabulario, la acción y el destino de la inmensa mayoría de las cubanas y los cubanos.
Definitivamente, ¡aquí no nos rendimos!
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