La superproducción de Carmina Burana de Danza Contemporánea de Cuba (DCC) mereció hoy el Premio Especial Villanueva de la Crítica que cada año reconoce los mejores espectáculos nacionales y extranjeros presentados en el país.
Concedido anualmente desde fines de la década de 1980, el lauro sirve como registro de lo mejor que el espectador cubano aprecia en la escena teatral y su jurado lo integran miembros de la Sección de Crítica e Investigación Teatral de la Asociación de Artistas Escénicos de la Uneac (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba).
De acuerdo con el acta, el lauro reconoce la excepcionalidad de la ambiciosa y lograda concepción espectacular.
Carmina Burana de DCC se presentó, por primera vez en su forma completa, en esta isla hace apenas una semana, sin embargo, existe desde 2008 y tras su estreno mundial en México conquistó un año después el mayor galardón de las artes escénicas en ese país, el Premio Luna.
Antes de la puesta en escena en Cuba, la obra —con coreografía del joven cubano George Céspedes y dirección general de Miguel Iglesias— se presentó con éxito, por octava ocasión, en el Auditorio Nacional del país azteca, con capacidad para 10 mil personas.
Para el estreno en Cuba de esta superproducción se convocó a la Orquesta Sinfónica Nacional y los coros Nacional e Infantil, bajo la dirección de Enrique Pérez Mesa y Digna Guerra, respectivamente.
También, se sumaron a la pieza la soprano Milagros de los Ángeles, el barítono Ulises Aquino y el tenor Harold López Roche.
Esta versión coreográfica involucra un telón de fondo de pantallas LED y una más pequeña circular en el centro, que proyecta un video de contenidos diversos, desde el origen del universo y parte del acontecer actual en una calle cualquiera hasta la posible destrucción de todo lo que conocemos.
La comunión entre los planos físico y espiritual parece ineludible en una pieza que apunta a desgarrar el alma de cualquiera, y los bailarines lo asumen con fuerza y convencimiento.
Carmina Burana es una oda a la vida del hombre en este mundo, aseguró Céspedes a Prensa Latina.
El espectáculo contiene solos, dúos, tríos, cuartetos, quintetos, sextetos, septetos, un cuerpo de baile arrollador, un vestuario sobrio con motivos medievales y un diseño de luces en función de catapultar la intensidad.
Al compás de la desgarradora música de Carl Orff, basada en 24 poemas escritos por goliardos entre los siglos XI y XIII, los bailarines disimulan el dramatismo interior para integrarse a la coralidad como un deber, un inevitable para todo habitante de un templo.
Una vez más, la compañía derrocha virtuosismo y las ejecuciones técnicas de las mujeres incluyen idénticas secuencias a las de los hombres, incluso cargadas de muy diversos tipos, ejecutadas de manera natural por ellas, con la férrea voluntad de eclipsar cualquier distinción por género.
Otra decisión merecedora de realce en esta coreografía es el diseño en el espacio, porque influye en la dinámica, sufraga el énfasis emocional, la puesta no lograría el mismo efecto sin ese trazado.
La Carmina Burana de DCC es una obra colosal que remoza el prestigio de una compañía de 58 años de fundada, capaz de equilibrar juventud y madurez, y distinguida por un sello propio, mezcla de técnica afilada y carácter, con una mirada felina intimidante, que según el director Iglesias para él deviene esencial en un bailarín.
(Tomado de Prensa Latina)
Publicado: 24 de diciembre de 2017.
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