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Cristina Hoyos, abriendo puertas con el Flamenco


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Cristina Hoyos se dio un salto a la sede del Ballet Español de Cuba (BEC), en la barriada de Santos Suárez, para conocer el quehacer de la compañía que dirige Eduardo Veitía. Fotos: Cortesía del autor.

Cuando Cristina Hoyos habla, vibra de energía, contornea sus palabras en una forma singular que el diálogo cobra movimiento de súbito, los sonidos se transforman en imágenes que vuelan a nuestro alrededor, se puede sentir hasta una fuerza que llega desde lo más profundo del alma. No caben dudas, ella es el flamenco…

Una de las bailarinas y coreógrafas del género más reconocida a nivel internacional, nacida en Sevilla (España) se encuentra en La Habana donde recibió el Premio Internacional Josefina Méndez, ocasión que ha aprovechado para encontrar amigos, ofrecer charlas y pasear un poco por esta Isla que lleva en el corazón, y donde reconoce que vive la danza. “Por eso me siento muy feliz de estar aquí”.

Entre sus múltiples actividades habaneras, se dio un salto a la sede del Ballet Español de Cuba (BEC), en la barriada de Santos Suárez, para conocer el quehacer de la compañía que dirige Eduardo Veitía, regalar experiencias y entablar un diálogo con sus jóvenes integrantes, maîtres, profesores y algunas personalidades de la danza cubana.

En casi dos horas, pudo observar el quehacer artístico de sus alegres y juveniles integrantes quienes armaron en el inmenso “tablao” de la improvisada escena, un alegre jolgorio que fue desde las clases hasta un rápido abanico de las tendencias abarcadas por la agrupación donde se conjugan los bailes regionales, la escuela bolera y tradicionales, todo matizado con la danza clásica, y, por supuesto, el flamenco, que han marcado el sendero desde 1988. Todo ello, sobre la base del legado cultural que brindan siglos de cultura en la danza teatral, la espontaneidad y la riqueza de los bailes populares que transpiran en las novedosas coreografías del grupo. 

Cristina Hoyos, entusiasmada y con la sangre “hirviendo” tomó la palabra para dejar constancia de esta fructífera visita… “La emoción que sientes cuando bailas es lo que hay que transmitir”, dijo. “Hay que entregar el corazón en cada paso, trabajar mucho para alcanzar la técnica y lograr la serenidad que no es más que la ansiada seguridad para hacer las cosas. Han conseguido bastante, se ve que se entrenan fuerte y duro bajo la dirección de ese luchador que es Eduardo Veitía, y los maîtres de la agrupación. Me encanta venir a Cuba, adonde quiero regresar a hacer cosas, a transmitir el flamenco, ¡ese que abre tantas puertas!, expresó.

Gades, un honor bailar con él

Los comienzos en el baile de la pequeña Cristina se localizan en su casa cuando su padre le compró un radio y dio sus primeros pasos al compás de la música. La suerte estaba echada, y aunque su familia no tenía recursos, hizo todo lo posible para que realizara su sueño, y comenzara sus primeras clases en la Academia sevillana de Adelita Domingo. “Cuando empezaba nos hablaban de bailarinas como Rosario, Carmen Amaya, la Argentina, Argentinita, Pilar López… yo quería ser como ellas, bailar en teatros, viajar por el mundo, y al final he tenido la suerte de lograrlo”.

Después vendrían muchos e importantes maestros/maestras que dejarían la huella en la artista y le enseñarían el rumbo. A los 16 años comenzó a bailar como profesional, estuvo en Nueva York, y luego regresó a Madrid. “Allí me di cuenta de todo lo que me quedaba por aprender. Conocí la técnica, yo bailaba flamenco a mi forma…”. Actuando un día en el Tablao El Duende la vio Antonio Gades, quien le entregó algunos consejos: pulir la técnica, los movimientos, las posiciones, algo que tomó en cuenta la bailaora y superó a tal punto que en 1969 la seleccionó como primera bailarina de su compañía…

“Bailar con él fue algo extraordinario, un honor. Al principio tenía miedo pero estaba encantada de haber sido la elegida como su pareja artística. Estuve a su lado 20 años, aprendí mucho, fue, sin dudas, el mejor bailarín del siglo XX, no solo del flamenco, sino del baile español, pues la regaló una modernidad con su forma maravillosa de hacer en la escena”. Fue un tiempo de grandes éxitos a nivel mundial en los que se adaptaron coreografías y la expresión artística del flamenco a los formatos de la pequeña pantalla y el cine, que contribuyeron a la difusión/reconocimiento por doquier. La excelente trilogía cinematográfica de Carlos Saura pertenece a este momento: Bodas de Sangre (1981), Carmen (1983) y El Amor Brujo (1985), filmes rodados todos con la compañía de Gades y en las que ambos, encabezaban repartos.

Después de aquella primera etapa exitosa, la artista quiso dar un vuelco, y regresar a la raíz del flamenco, contó. Volvió entonces a Sevilla, a Andalucía, al comienzo… y junto a su esposo el enorme bailarín Juan Antonio Jiménez formó su propia compañía desde la que motivó a los públicos más diversos del orbe. Entre 2004 y 2011 dirigió el Ballet Flamenco de Andalucía al que delineó una interesante proyección exterior con coreografías de incalculable valor estético y artístico como Romancero gitano, Poema del cante jondo  y Viaje al Sur.

Viaje al flamenco

Precisamente en La Habana ancló Cristina Hoyos en el 2007 con el Ballet Flamenco de Andalucía y Viaje al Sur. De aquellos días quedó como recuerdo y huella, una crítica —publicada en el diario Granma— de este periodista que en algunos de sus párrafos retomo para dar un esbozo del quehacer de esta infatigable creadora en su trabajo coreográfico:

“Rasgan las guitarras, hay lamentos en las voces, taconeo, se arquean los cuerpos… Gesto, danza, emoción, entremezclados en una sencilla pero al mismo tiempo sutil escenografía que regala espacio a la imaginación, arman el espectáculo Viaje al sur, con el que la bailarina española Cristina Hoyos, regresó a las tablas cubanas, esta vez, además, dirigiendo el Ballet Flamenco de Andalucía.

“Dividido en tres movimientos: Alegría, Tragedia y Pasión, el espectáculo Viaje al sur, con coreografía de la propia Cristina Hoyos en una idea original compartida con el también director escénico Ramón Oller, nos entrega un lenguaje teatral contemporáneo a partir del complejo cultural del flamenco, que no es en modo alguno una tradición muerta, sino una poderosa savia popular que fluye con toda vigencia en la esencia actual de la hispanidad.

“Eso lo demostraron con creces en la escena, tanto los bailaores como los músicos y cantaores del Ballet Flamenco de Andalucía, porque con la carga emotiva de cada entrega, la profundidad de los sentimientos, la proyección del gesto hacen de este código escénico un ejemplo elocuente de cuánto puede penetrar la danza en la naturaleza humana y en la idiosincrasia de un pueblo, para expresarlas.

Viaje al sur sustenta este credo artístico, y precisamente alcanza sus mejores momentos cuando más se aleja de otras influencias y más se adentra en el mundo del flamenco. Ese que Cristina Hoyos lleva en las venas y conoce a la perfección que es algo extraño y misterioso. No se puede explicar sino sentir… Y lo trasmite con total sinceridad en la obra, como coreógrafa y bailarina. Porque como un día, hace exactamente 20 años, cuando a Gades le pregunté por la interpretación del personaje de Carmen que ella vestía en la pieza homónima, dijo: “lo que da es precisamente una mujer hacia adentro y no hacia fuera, estereotipada, como era lo habitual en otras puestas…”.

“Todo lo que vibra en su interior en esa filosofía de la vida que es el flamenco, sale a flote en esta obra, y como hilo conductor de este viaje “imaginado y al mismo tiempo más real que ningún otro”, al decir de su autora, ella ofrece una clase magistral de perfección y lirismo en el baile y los gestos demostrando que es una artista en mayúsculas. Y, viene de la mano de muy buenos bailaores, donde sobresale el nombre de Daniel Navarro que hizo subir la temperatura del Lorca con su actuación en ese zapateado fuerte y dramático del bailarín que se alza sobre los demás sones, aportando ese toque de maestría técnica y talento de los grandes. A lo que se suma el trabajo musical de altos quilates, encauzados por las voces de los cantaores (Reyes Martín, Vicente Celo y Gori Muñoz), los guitarristas y la percusión, también protagonistas de la historia.

“La mitad del triunfo de Viaje… se la debemos a su coreografía: donde se muestran nuevas formas del ballet español, en las que el flamenco asume preponderancia, pero en las que también aparecen otros modos de danzas tradicionales y hasta actuales en armoniosa combinación. Pero también a la estructura dramatúrgica que la apoya; al decorado de impactante sencillez y funcionalidad: cámara negra, imágenes que se proyectan al fondo y aportan no solo en colorido sino en expresión,  unas maletas —“personaje principal de un viaje”—, unas mesas y oratorios, y las cortinas que con sus tonos subrayan el concepto de cada movimiento, donde se puede sumar, además,  la dualidad del vestuario, informal y teatral al mismo tiempo. La otra mitad, por supuesto, recae en el elenco de la obra; en la labor de equipo de todos sus intérpretes. Una suerte poder presenciar esta entrega”.

Nuevos tiempos de la artista

A la hora de ¿innovar en el flamenco? La destacada artista y creadora sentenció que puedes incorporar otras músicas, fusionar otras disciplinas musicales o dancísticas, pero la raíz, su fondo, debe sonar flamenco. Puede (y debe) haber fusión, pero no confusión…; podemos incorporar instrumentos de otras culturas, pero al final si lo haces bien, sonará flamenco. El flamenco tiene tanta fuerza que con un Zitar indio o una trompeta, si tocas, por ejemplo, por ‘Soleá’, su fondo será flamenco…, dijo.

En cuanto al talento que sobresale en un bailarín… Con voz firme reafirmó: Tienes que amar al baile por encima de todo y además tener un algo especial, eso que algunos llaman ‘duende’ y otros ‘proyección escénica’, ese ‘algo’ es lo que hace que aunque bailes en conjunto el público se fije en ti… Luego, están la técnica, la disciplina — mucha disciplina— y sobre el escenario… olvidarte de ellas y dar más.

Desde hace cinco años, Cristina Hoyos quien ostenta, entre sus muchas condecoraciones el Premio Nacional de Danza (1991), la Medalla de Oro de las Bellas Artes (1992) y el nombramiento de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia (1997),  está jubilada “lo que NO quiere decir retirada”, especificó entre risas, “hago montajes y coreografía de óperas, zarzuelas, imparto clases de flamenco en Andalucía, sigo muy activa, y también en uno de sus proyectos más acariciados: el Museo del Baile Flamenco. Cuyo fundamental objetivo es la difusión del arte que representa el activo cultural de su región natal, y que fue reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Y en este punto quiso hacer hincapié en algo que la obsesiona de siempre y que está muy vinculado a esta obra: “no perder las formas de bailar de Sevilla. Por eso lucha con todas sus fuerzas. Creo que soy muy sevillana bailando. ”Es lo que más se me ha reconocido a mí. Ahora bien, los tiempos cambian, evolucionan y hay nuevas formas, pero no hay que olvidar las que identifican a una ciudad y a una manera de bailar. Pero hay que hacerlo poniendo todo, las tripas y el corazón”.

En este empeño del Museo comentó que estaba todo su patrimonio, pues quería darle al baile todo lo que me ha regalado en la vida. No ha sido fácil, ni gratis. Una lucha constante que me ha dado muchos frutos, alegrías, quizá más de lo que debía tener, y por eso doy gracias a la vida. Mi varita mágica me dijo un día: Cristina naciste para bailar (expresó sonriente), y añadió reflexionando en voz alta… tengo un cuerpo flexible y entendía todo, estaba siempre pendiente a los bailarines para cada día poder ser mejor.

A los jóvenes bailarines que la escuchaban atentamente les especificó: “hay que buscar la personalidad propia. Hay que avanzar, subir los escenarios de a poco, no de 4 en 4. Mi forma de bailar es femenina, de hombros, caderas. Y cuando se baila de pareja —subrayó con fuerza— el hombre debe ser hombre y la mujer, mujer, en la manera de bracear, de marcar los pasos. Hay que descomponerse y componerse, siempre con la técnica en la mano”.

El tiempo voló al compás de sus palabras, y esa silueta que se transforma en el escenario y desdobla en mil ondulaciones hilvanó ahora una melodía traducida en experiencias que conforman el mestizaje aportado por la artista en el baile, que se mueve entre la tradición de las más grandes bailaoras andaluzas y esos rasgos de la modernidad que está aquí, con nosotros en el tiempo presente, y que impulsan sin dudas la evolución de todo lo que toca el arte. Ella es energía, volvió a corroborarlo, flamenco mediante.


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