Cuatro mujeres reglanas y la deidad del mar


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Eterna de entre las aguas emerge la orisha, ondulante en la memoria de sus hijos. ¿O es aquella, la advocación mariana que después de los azares llegó aquí? ¿Dos en una? ¿Una en dos?

Madre universal, vestida de azul, es la Virgen de Regla, Patrona del municipio habanero que lleva su nombre y de la bahía que lo abraza; así es Yemayá, la poderosísima, la más venerada por su pueblo. Ambas se funden tan fuertemente como las etnias que han forjado la nacionalidad cubana, y su devoción contempla similitudes evidentes: eterna salvadora de marinos y viajantes, madre protectora, benéfica y milagrosa.

Para agasajo y muestra de respeto y gratitud, en Regla se han realizado fiestas patronales –con menor o mayor comedimiento– desde el 8 de septiembre de 1696, cuando se ubicó en el Santuario la imagen actual de la Virgen. Ellas incluyen la procesión católica y la salida de los cabildos.

Pero todo no ha sido tan fácil como un cuento, y en su devenir intervienen, entre otras muchas personas, cuatro mujeres.

Zeferina

Muy poco se sabe de esta mujer de 70 años, a quien apodaban la Tuerta.

Desde que la Virgen de Regla tuvo un espacio donde ser venerada, la afluencia del público devoto se hacía cada vez mayor, hasta el punto de tener que agregar, en 1708, dos altares para conglomerar a los feligreses a la hora de la misa. El 14 de diciembre de ese año fue jurada Patrona de la Bahía, y se depositó a sus pies la llave símbolo de la ciudad de San Cristóbal de La Habana.

Ante tal situación, corriendo ya el año 1737, Zeferina solicita a los dueños del terreno una licencia para construir cerca del santuario un bohío desde donde se pudiera vender alimentos a aquellos que llegaban en función del culto a la Virgen. Esta acción –que en tiempos modernos pudiéramos considerar un antecedente de estrategia para el turismo vinculado a la religión– trajo como excelente consecuencia la proliferación de vendedores, hospederos y facilitadores de ofrendas y mesas para los exvotos, lo cual propició la fundación de un pueblo marítimo y comerciante: Regla.

Pasó el tiempo, y cada vez se hacían más fehacientes las representaciones de la fe. Empezaron pues las salidas de los cabildos, hacia 1923, un día después de la celebración eclesiástica cada 8 de septiembre. Eran procesiones populares que portaban cuatro imágenes del santoral católico: Nuestra Señora de las Mercedes, Nuestra Señora de la Santa Bárbara, Nuestra Señora de Regla y Nuestra Señora de la Caridad del Cobre (Obatalá, Changó, Yemayá y Ochún) acompañadas del toque de los batá, tambores sagrados de la santería. Partían de casas templo y recorrían el pueblo haciendo breves estancias en sitios señalados. Las líderes, dos mujeres: Pepa y Susana. 

Pepa

Josefa Herrera, Pepa, fue la organizadora del primer desfile del cabildo. Su padre, el africano Remigio Herrera, conocido como Addechina, fue uno de los más famosos practicantes del culto a Ifá, desde donde algunos lo consideran un guía de los preparativos para la celebración del ritual de la Letra del Año desde finales del siglo XIX hasta los comienzos del XX; fue, además, el fundador del primer cabildo de Nuestra Señora de Regla, hacia 1866, y en 1878 pide permiso para sacar la imagen en procesión.

Pepa, iniciada en la Regla de Ocha bajo la égida de Yemayá y heredera de la casa templo, logró que (salvadas las diferencias con la jerarquía eclesiástica) sus imágenes católicas recibieran la última misa del día, pernoctaran en la iglesia y en la mañana del 9, escoltadas por tambores batá y con ofrendas de coco, comenzaran su peregrinación desde el emboque del puerto hacia las calles, visitando la casa de santeros y lugares emblemáticos y comercios, hasta el cementerio.

El cabildo de Pepa se caracterizó por la belleza y dimensiones de sus santas, de 50 centímetros aproximadamente; iban colocadas sobre unos burros o mesas y protegidas con urnas de madera y cristal, por lo cual su movilidad debía ser la concebida estrictamente para el traslado, que realizaban las mujeres; detrás bailaba una gran masa popular, creyente o no.

Susana

Poco tiempo después Susana Cantero, consagrada también a Yemayá, sacó su propio cabildo. Las representaciones de las santas oscilaban entre 60 centímetros y un metro de altitud; la mayor es la Virgen de Regla, tallada en una madera muy antigua, y en ella se observa la particularidad de tener brazos y piernas articulados.

Durante la procesión del cabildo de Susana las imágenes iban cargadas sobre los hombros, y se destacaban los bailes y cantos a los orishas durante todo el trayecto. 

Iguales y diferentes, la existencia de dos cabildos al unísono no trajo contradicciones de interés. Ambas santeras negociaron su permanencia y establecieron su recorrido a lo largo de todo el pueblo, con lo cual se hacía factible el paso por las casas y lugares que pagaran el derecho a la ceremonia del coco para limpieza, salud y prosperidad.

Así pues, Regla esperó cada año el recorrido de sus cabildos, que fue asentándose en la memoria popular como “de Pepa y Susana”.

Tal celebración permaneció activa hasta 1961, y el momento ha quedado recogido gracias al ensayo fotográfico El último Cabildo de Yemayá, obra del importante artista del lente Roberto Salas.

Tiempo después, las imágenes del cabildo de Pepa fueron donadas al Museo Municipal, en tanto las de Susana permanecieron en la casa templo, al cuidado de sus familiares y ahijados.

Sin embargo, el clamor por la permanencia de tan fuerte y arraigada tradición nunca decayó. Era el anhelo de los mayores, y la esperanza de los jóvenes. Seguía de boca en boca el recuerdo de una manifestación cultural y popular de largo alcance. Su salvaguarda, una necesidad. 

Raisa

Los estudios sobre el patrimonio local realizados desde el Museo Municipal de Regla corroboraban la intención palpable de la población: ver de nuevo en sus calles transitar el cabildo.

Por tal motivo, en 2010, Raisa Fornaguera, experta museóloga formada en el Museo de Regla hasta llegar a ser su directora, se convierte en líder del grupo de gestión para el proyecto Memoria e Identidad. Contaba con una amplia colaboración de estudiosos, creyentes y decisores, entre ellos Juan Dionisio Lozano Gómez, conservador del museo y guía de la casa templo Ilé Olorum, quien brindó su vivienda y sus imágenes a tal efecto; así como dirigentes del Poder Popular y de otras organizaciones políticas, sociales y de masas. Pero, fundamentalmente, el pueblo reglano.

Como antecedente científico, estaban los estudios realizados por Fernando Ortiz, Lydia Cabrera, Argeliers León, Pierre Fatumbi Verger, Natalia Bolívar, y a escala local los de Guillermo Hernández, Ramiro Infante y Luis Alberto Pedroso; en el trabajo de campo se contó con la colaboración de innumerables informantes y practicantes, entre ellos Angelito, uno de los Obba Oriaté más respetados de Cuba, y el reconocido Francisco Hung Villanueva, Omí Otonoguá.

En un primer momento –declara Raisa–, el proyecto propone la procesión incluyendo al cabildo de Susana para legitimar la tradición; pero por decisión familiar no fue permitida la presencia de sus santas; de manera que en el desfile participaron solamente las de Ilé Olorum, ahora bajo el nombre de Cabildo Nuestra Señora de Regla. El documento de proyecto fue presentado en 2015 al Gobierno y el Partido municipales, quienes lo aprobaron en una primera instancia; paralelamente, el indispensable impulso de la gente que empezó a confeccionar las parihuelas, donar telas, adornos, incluso hubo muchachas que cortaron sus cabellos y los ofrendaron para hacer las pelucas de las vírgenes.

Ese año se lleva a cabo un “ensayo”: la salida de las vírgenes de la casa templo Ilé Olorum al museo, y desde allí hasta la salita del santuario, para ese momento identificada ya como un anexo del museo, donde serían recibidas por las imágenes de la casa templo de Pepa, conservadas allí. La peregrinación estuvo protegida, desde ese momento y para siempre, por los abakuá de Regla y acompañada musicalmente por los Güiros de San Cristóbal de Regla, y con ellos antiguos tocadores y descendientes por parentesco biológico o religioso de aquellos que asumieron tal rol en su momento. Gracias a otro importante fotógrafo, Roberto Chile, se conservan instantáneas y un documental inconcluso. 

Así quedó reestablecida la tradición, con algunas variantes: en lugar de permanecer la noche del día 8 de septiembre en la iglesia, a las imágenes de las santas, pertenecientes a la casa templo Ilé Olorum, se les hace una ceremonia religiosa allí y se trasladan a la sala anexa al museo, junto a las del cabildo de Pepa. En la mañana, aquellas permanecen en su sitio convencional, en tanto las de Ilé Olorum salen hacia la bahía, donde se le hacen ofrendas a Yemayá y se efectúa un oru seco, es decir, el canto a los orishas, sin baile. En lo adelante, se les da un recorrido por las calles, haciendo diferentes paradas: frente al altar de la famosa santera Panchita Cárdenas, en el Museo Municipal, en el Palacio de Gobierno, en la Estación de Policías… al legar al cementerio actual se canta y toca para todos los eggun, los creyentes se limpian con ramas de paraíso y bajan nuevamente por la calle Calixto García, pasan por el antiguo cementerio de esclavos, hoy Escuela Primaria Leonardo Valdés, permanecen un rato en el parque y regresan a la casa de Juan Dionisio hasta el año siguiente.

Con ello, tiene el pueblo de Regla y todos los que la siguen, el retorno de la tradición, el más importante exponente del patrimonio cultural inmaterial que ostenta la región.

¿El próximo anhelo? Que la Virgen de Regla, la de la iglesia, vuelva a pasearse el 8 de septiembre, majestuosa, por las aguas de la Bahía de La Habana.

Ya sabrán la Virgen, y la orisha, si hay otra mujer elegida para cumplir tal empeño.


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