Lo mismo que en el teatro, este es un segundo llamado antes del comienzo de la función y tiene como finalidad que los actores ocupen su espacio en el proscenio y que el público tenga presente que en breve se apagarán las luces.
Con esta visión seguimos acercándonos al evento Cubadisco.
Que el Ballet de Montecarlo haya pasado por el escenario del Teatro Nacional es todo un suceso de importancia, habida cuenta que esa compañía califica y clasifica entre las más cotizadas de Europa y en la que alguna vez fueron invitados a trabajar con ellos el coreógrafo santiaguero Jorge Lefevre y la bailarina Menia Martínez. Dos compatriotas que hicieron historia en ese continente y que al decir de cierto crítico fueron “adelantados” de la Escuela Cubana de Ballet en aquellos confines.
“Que el ballet de Montecarlo haya pasado por el escenario del Teatro Nacional es todo un suceso de importancia…” Foto: Tomada del BNC
Lefevre creó en los años setenta un ballet llamado Boleros, inspirado en las noches santiagueras, en el que una pareja de bailarines vivía la experiencia de buscar aquel bolero que les unificara. Tal creación contaba con la ejecución en vivo de la música a cargo del pianista Alfredito Valdés.
Lo que muchos ignoran de su vida es que su familia estaba muy vinculada a la trova, sobre todo por sus tíos maternos, que era una combinación de familias: por un lado los Creach; por el otro los Hierrezuelo; y que antes de dedicarse a la danza y al ballet había hecho de segunda voz en algunas de las reuniones familiares en las que participaba su prima, la cantante Caridad Hierrezuelo.
No es esta edición del evento la primera que se dedica al bolero como género y forma de expresión de la música cubana. Solo que en esta oportunidad coincide con el hecho de que fue declarado hace poco tiempo como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad; una lista que en el caso cubano incluye, entre otras manifestaciones, a la rumba.
Solo que el espíritu del bolero –los fantasmas de Pepe Sánchez, de Sindo Garay, de Miguel Matamoros, de Luis Marquetti, de Leopoldo Ulloa y otros tantos—, no lo encontré por ninguna parte; o al menos en los espacios a los que acudí.
Y es que esta edición era la oportunidad justa para devolver al bolero, al menos por unos días, una presencia exorbitante en diversos espacios de la ciudad y no dejar el evento en solo consigna. Era la excusa justa para reinsertar el género dentro del mundo cultural y nocturno de la ciudad; una ciudad que siempre reverenció al bolero y a los boleristas. También el momento para apostar por “presentar en sociedad” a nuevos valores y dar a las pocas figuras que quedan en activo un nuevo aire, aunque fuera por quince minutos.
Una breve investigación histórica y algunas alianzas, tanto ocasionales como a largo plazo, hubieran bastado para mantener a nivel de consumo musical vivo, tanto el espíritu del evento como la magia del bolero.
Creo que haber apostado por tres espacios hubiera marcado la diferencia. Pienso en el Club 21; en el restaurante Monseñor y el espacio de la Pérgola en el Pabellón Cuba. Este último con una programación que se extendiera más allá de las seis de la tarde y con término cerca de las diez. Talento y público, a pesar de las circunstancias económicas y sociales hay, están disponibles.
En el caso del Club 21 y el restaurante Monseñor se estaría homenajeando a los grandes nombres del bolero que hicieron del primero su espacio de reunión –y descarga o ensayo—, desde los años cincuenta hasta mediados de los setenta, antes de sus funciones en el mundo del cabaret habanero. El Monseñor era “la casa de Bola de Nieve”, nada más que decir.
Hubiera sido una interesante semana musical; tanto en lo cultural, lo social y por qué no, lo económico.
El otro plato fuerte del Cubadisco sigue siendo la Feria Comercial y Expositiva.
Se supone que se trata de la industria discográfica cubana. De reverenciar el esfuerzo de hombres y mujeres que muchas veces de modo anónimo impulsan una industria que se está reinventado y que trabajan para hacer posible los sueños de los músicos cubanos con mayor o menor fortuna; pero hecho desde la honestidad creativa.
Se supone que el protagonismo debe recaer en Egrem, Bis Music, Colibrí y Abdala en un primer plano y, junto a ellos, como asociados, los Centros de la Música, tanto los de la ciudad como los del resto del país.
La Feria Comercial y Expositiva de Cubadisco tuvo su sede en el céntrico Pabellón Cuba. Foto: Tomada del Fb de Cubadisco
Pero como solía decir el poeta, ensayista, adicto a la trova, a la música cubana, y profesor universitario Guillermo Rodríguez Rivera: “...la norma no siempre se rompe en la dirección correcta…”
El primer impacto que recibe quien está visitando la Feria Expositiva es la presencia “en portada” de sitios dedicados a cualquier actividad comercial menos a la creación y difusión de la música. En pocas palabras, ninguna de las casas discográficas está en primera plana. Sus espacios de exhibición, de diálogo y reunión de músicos están en el centro del área expositiva, “lejos de la luz”. Es decir, en un segundo plano o como me comentó un importante productor musical “…los han escondido…”
La Feria no es para que sea protagonizada por otros que no sean los implicados en la industria discográfica. Quienes se inscriben desde la industria de servicios varios y sus conexos como parte del evento no pueden usurpar el espacio de la industria musical.
La portada, o el epílogo del espacio expositivo corresponde a la música. Solo la Egrem mantiene un espacio cerca de la entrada principal, lo que vincula al visitante con la música y los músicos; habida cuenta de que también ofrece servicios gastronómicos. Y ese mismo espacio lo comparte con La Pérgola; el espacio de presentaciones más versátil de todo el evento por su bien pensada programación y el buen gusto de sus organizadores.
Las quincallas, bodegas y atelieres de belleza no pueden estar por encima de la cultura y la música. Ellos son accesorios de la vestimenta; o adornos para el arroz con pollo de la música cubana.
Decían mis mayores que “…el espacio no se cede…”; entonces es hora de poner orden en el tema de las relaciones y jerarquizar los acontecimientos y los eventos culturales y su relación con otros actores sociales y económicos.
La cultura, la música y el Cubadisco, son el pollo del arroz con pollo de la nación; no un condimento acompañante del plato como algunos consideran y piensan.
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