Cubadisco: y entonces… qué bolá con el bailador


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Regresa, como ya se ha hecho habitual, el evento CUBADISCO, esta vez celebrando su cumpleaños número veinte; y como es número cerrado se suponía que hubiera jolgorio a lo grande y rumba a todo tren teniendo como argumento el hecho de que esta vez se dedicaría a la Música popular bailable, es decir, al plato fuerte de todo el entramado de la música cubana; y es que lo popular bailable –citando al poeta—“lo ocupa todo”.

Cierto, el baile es posiblemente la mejor manera de expresar lo que somos como nación. Cierto, es la música popular bailable la que más ha aportado a la cultura cubana; lo que no resta mérito a otras formas de expresión musical. Cierto, la historia –esa señora hermosamente recurrente-, cuenta que algunos grandes de lo popular bailable ocupaban atriles en las más importantes orquestas sinfónicas del país y en otras tierras. Ejemplos más que suficientes.

Entonces, esta vez, las apuestas de los organizadores debían estar en función de que todas las luces apuntaran hacia el bailador que es el destinatario final de lo popular bailable; pero… parece que el entusiasmo victimizó a los organizadores.

Concluyo esto después de tener en mis manos la programación de lo que ocurrirá en este CUBADISCO y revisarla detenidamente; lo que me ha dejado en un mar de dudas que quisiera compartir.

¿El concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) donde se lleve a formato grande una parte importante de los temas de la Música popular bailable de los últimos cincuenta o cuarenta años, cuándo ocurrirá? A muchos les gustaría oír una versión sinfónica de Por encima del nivel (Sandunguera) o de Atrevimiento, simplemente de A Bayamo en coche; por solo citar tres temas que bailaron muchos cubanos.

O quizás que, ante la dedicatoria, los organizadores encargaran a un compositor como Roberto Valera que escribiera una obra a fin con lo bailable para la Sinfónica y NG la Banda. Probado talento tiene Valera y probada música para trabajar. Y que se hubiera habilitado una plaza pública de la ciudad para este fin.

Tal vez ello hubiera devuelto a nuestra orquesta mayor a nuevos espacios y hubiera llenado de orgullo a todos los músicos cubanos; y es que algunos atriles de la OSN los ocupan quienes han formado a los que hoy nos hacen bailar.

¿Solamente para bailar, para presentar a los nominados, está el Salón Rosado de la Tropical? Entonces qué hacemos con espacios de la ciudad subutilizados como la explanada frente al hotel Nacional o los jardines de la misma Tropical, el Pabellón Cuba o los liceos como el de Regla, los círculos sociales del oeste de la ciudad, el Anfiteatro de La Habana o el Estadio Universitario, ¿qué tal la Ciudad Deportiva?

A la Tropical va un público determinado, pero hay otros públicos que bailan y que no son afines al Salón Rosado. En ellos se debió pensar también.

¿Dónde están las orquestas cubanas de estos tiempos y otras, que no se anuncian en la programación? ¿Y las de provincia que todos conocemos o las que no conocemos pero que tienen una calidad musical tan alta como cualquier otra, solo que el fatalismo geográfico marca su existencia?

¿Alguien pensó en los septetos soneros de estos tiempos que, desde Santiago de Cuba en lo fundamental, están marcando una pauta importante en la música popular bailable cubana y que han ganado un espacio en el mercado internacional?

Y qué decir de los teatros habaneros, como el Mella y el América.

CUBADISCO, recién está por abrir sus puertas, será una semana compleja; pero en una primera mirada todo parece indicar que la “rumba no está completa”.

Les cuento más adelante.


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