Dicen que los cabellos se arremolinaban por los pasillos de Ediciones Vigía, mucho antes que un Señor de las Tijeras, nombrado Hanoy González recibiera el plaquette contentivo de su cuento “La Irrisoria Caída del gran Caledonio Mesa” y el colectivo de la prestigiosa institución acogiera el reconocimiento del Centro provincial del Libro y la Literatura.
Fue en el espacio Sábado del Libro, con el cual culminó la Jornada por el Aniversario 38 de la fecha fundacional, cuando con destreza y maestría, el joven barbero cuentista comenzó a pelar al también joven escritor Pablo G. Lleonart, mientras Luis Enrique Mirambert comentaba la ocurrencia del texto y el bello diseño de la publicación, original de Héctor Rivero, en una especie de performace que cautivó a los asistentes.
Efrahím Pérez Izquierdo, director del organismo literario provincial, tuvo palabras de elogio para los trabajadores de Vigía, así como para su directora Agustina Ponce Valdés y la destacada editora, poeta y ensayista Laura Ruíz Montes, Premio Nacional de Traducción, quienes llevan aportando experiencia y sabiduría al trabajo editorial, junto a un valioso grupo de artistas, artesanos y veladores presentes, entre los cuales destaca en meritorio proceso de continuidad la artista visual Marialba Ríos.
Resultó una jornada de celebración, pletórica de cálidos momentos, al poder apreciar el trabajo de filigrana que realizan los hacedores de esos espectaculares libros arte, personas que se enfrentan con amor a los tiempos difíciles, para orgullo de los matanceros.
Hubo exposiciones de “Libros Únicos”, lectura de poemas, juegos y dibujos con los pequeños, realización masiva de monotipias por el pintor Adrián Gómez Sancho; se escucharon música y versos esparcidos por el espacioso salón o por los talleres y estudios de la vetusta mansión, ubicada en el mismo Centro Histórico de la Ciudad, cercana a las márgenes del río San Juan.
Vigía se expande en los portales, en la sala y el patio en una muestra perenne de sus producciones, con la visita de niños, adolescentes y yumurinos de diferentes generaciones que acuden en busca de su aliento esperanzador.
Respiro vinculado con las musas o los espíritus que cuentan muchos han visto flotar por el recinto o con la huella que han dejado en sus paredes y mesas los que crearon el proyecto, allá por los años 80: el diseñador Rolando Estévez Jordán y el editor Alfredo Zaldívar Muñoa, devenidos con el tiempo Premios Nacionales en su especialidad.
Un lugar que inspira respeto, cuando se siente el fragor del trabajo artístico ante la obra literaria, tarea requerida por grandes escritores cubanos y extranjeros; porque, en realidad, todos quieren poseer esa pieza de orfebrería labrada en los sorprendentes libros arte de Ediciones Vigía.
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