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Curiosidades sobre antiguos dichos, proverbios y locuciones del lenguaje popular


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En el lenguaje vernáculo de Cuba se utilizan todavía, varios dichos, proverbios, sentencias, aforismos y locuciones que corren a diario de boca en boca, cuyo significado es a veces impreciso y su procedencia poco conocida. Frases y modismos antiquísimos, no pocos de ellos con siglos de uso, revolotean aun en el lenguaje cotidiano con extraordinaria vitalidad. Los orígenes y significados a los cuales deben su popularidad, han sido poco divulgados, a pesar del interés que presentan, no solo para el hablante cubano, sino también para los pueblos de Hispanoamérica toda.

Sin embargo muchos han sido y de gran erudición, los aplicados investigadores que dedicaron varios años de trabajo a rastrear, recopilar e identificar los posibles orígenes y significados de estos dichos populares, proverbios, sentencias y aforismos. A pesar de no refrescarse el tema con eventuales publicaciones, persisten estas locuciones y dicharachos en el lenguaje cotidiano del cubano de a píe, en eterna transmisión de boca a oídos. Materia amplia e inacabable, por copiosa e interminable, que siempre será objeto de muchas versiones, polémicas controversias y amplias discusiones, con opiniones tan diversas como dispares, sin que hasta el presente exista realmente consenso universal que atreverse pueda a certificar, cual es la más acertada. Por otra parte, la singular y poderosa atracción por el origen y significado de estas frases y modismos atrae irresistiblemente a muchos lingüistas, connotados eruditos y aficionados al estudio de las curiosidades idiomáticas, quienes logran copiosos datos e importantes recopilaciones. Parece cuento de nunca acabar, pues mientras más de tales locuciones se tienen enlistadas y descifradas, más se desean y buscan para agregar a la colección.                                         

La presente selección no tiene otro fin más allá, que el de llamar la atención sobre estas peculiaridades del idioma que han gozado de tal inmortalidad, y quizás también provocar a algún que otro lector apasionado y tal vez mejor preparado, hacia la búsqueda intencionada y la investigación más profunda.

Quien no te conozca que te compre

Varias versiones hay de esta expresión, pero sin duda una de las más pintorescas, es la que nos presenta el autor español Fernán Caballero, en sus Cuentos y poesías andaluces  (Sevilla 1859), nos asegura que el origen de este dicho está en un cuento muy popularizado que narra cómo tres estudiantes pobres con ganas de divertirse, pasaron por una huerta en la cual estaba un borrico sacando agua de la noria. A uno de ellos se le ocurre la idea de colocarse los arreos, mientras los otros se llevan el burro para venderlo a quien diere algún dinero. El hortelano, que trabajaba a alguna distancia, al no escuchar el giro de la noria, increpa al burro con un grito de ¡Aaarreee…! Pero, el estudiante no se mueve, ni suena la esquila, lo que motiva al hombre para acudir al lugar y subir a la noria. Queda asombrado y estupefacto con lo que ve en lugar del burro. El astuto joven responde compungido: “Mi amo, unas pícaras brujas me convirtieron en borrico, pero ya cumplí en tiempo de mi encantamiento”. El buen hortelano le quitó lo arreos y dijo que fuese con Dios. En seguida tomó el camino de la feria, para comprar otro jumento. El primero con que se encontró, fue su propio burro; a penas lo vio, cuando echó a correr, exclamando: “¡Quien no te conozca que te compreeeeee!”. (1)  Aunque también, como ya se dijo, hay otras versiones del origen de tal dicho.

La ocasión la pintan calva

Se cuenta que los romanos tenían una diosa llamada Ocasión, a la cual pintaban como mujer hermosa, enteramente desnuda, puesta de puntillas sobre una rueda y con alas en la espalda, o en los pies, para indicar que las ocasiones buenas pasan rápidamente. Representaban a esta diosa con la cabeza adornada en torno de la frente, con abundante cabellera y enteramente calva por detrás, para expresar la imposibilidad de asir por los pelos a las ocasiones, después que han pasado y la facilidad de asirse a ellas, cuando se  les espera de frente”…. De aquí viene el dicho, “coger la ocasión por los pelos”…. Así, no es totalmente exacto que la Ocasión fuese calva, ya que poseía algún pelo por donde asirla…” (2) Hay además, otras versiones.              

Apaga y vámonos

Es empleado cuando algo toca a su término, y también cuando se oye algo disparatado.  Para algunos este dicho proviene de una historia andaluza, que según dicen, ocurrió en el entonces poblado de Pitres (Granada, España), en tiempos remotos, cuando los asuntos de la Iglesia eran de muchos hablares centro. “Allí se cuenta de dos sacerdotes que se apostaron a quien de ellos decía la misa en menos tiempo. Y como llegare el tiempo del encuentro, uno alcanzare a oír que el otro, en lugar del Introibo ad altare Dei, con el cual se comienza el solemne ritual, empezaba diciendo el Ite, Misa est, frase con la cual se termina el citado ceremonial, este le dijo a su monaguillo: Apaga y vámonos”. (3) Aunque otras explicaciones son posibles y casi infinitas, para asumir el origen de tal frase. 

No dar pie con bola

Expresión que suele usarse cuando alguien suele equivocarse muchas veces seguidas. (4) En su magistral obra Introducción a la lexicografía, Julio Casares dice sobre esta popular locución: “No se trata del que pretende dar con el pie a una bola (al estilo del futbolista), pero que no consigue chutar. En la época clásica, la locución era salir pie con bola y se aplicaba al que había escapado de alguna empresa sin ganar ni perder… Pie con bola nada tiene que ver con el pie del hombre y procede de un juego de naipes, donde pie o postre era el jugador a quien correspondía echar carta en último lugar, por oposición al primero, llamado mano”. (5) A cierta jugada, en la cual el pie, no perdía ni ganaba, si la jugaba bien, se le llamaba bola. La idea del equilibrio entre pérdida y ganancia, o entre debe y haber que corresponde a pie con bola, “se ha quedado muy lejos, de aquel objeto esférico dispuesto para recibir puntapiés…” (6)  Otros autores no difieren, sobre la proveniencia de este dicho del juego antiguo, aunque todos coinciden que “hoy se dice no dar pie con bola, por estar desacertado y poco feliz”. Aunque ya a estas alturas, la imagen del futbolista turulato intentando sin acierto patear la pelota, no se la quita nadie a los cubanos, al escuchar el citado dicho, por muy doctas y sapientes explicaciones que se nos diesen.

Más vale tarde que nunca

En su obra, Memorándum anual y perpetuo (7), Don Joaquín Bastús afirma que el origen de este refrán, es el siguiente, “siendo ya de mucha edad el filósofo Diógenes, se propuso aprender música, y cuando alguien le dijo que era muy viejo para aprender, éste le contestó: Praestantius sero doctum esse quam numquam, lo que significa: Más vale tarde que nunca”. (8) Mas no es de dudar, que tal vez por docenas, otras explicaciones existan.

Quien mucho abarca poco aprieta

Aconseja que no debe emprenderse más de lo que uno cómodamente pueda realizar. Hay un antiquísimo refrán latino equivalente: Qui duos lepores sequitur, neutrum capit (El que a dos liebres persigue, se queda sin ninguna). El ya mencionado y sapientísimo Bastús, en su obra, La sabiduría de las naciones (9), nos cuenta a propósito de tal dicho, la siguiente anécdota: “Habíase erigido a Buffón (en vida de este) una estatua, al pie de la cual se puso la inscripción: Abraza toda la naturaleza. Y un chistoso que por allí pasaba, añadió a continuación: Quien mucho abarca, poco aprieta. Lo cual habiendo llegado a oídos de Buffón, pidió este fuesen suprimidos, tanto el elogio, como la crítica”. (10)

A grandes males, grandes remedios

Este aforismo, ya para nuestros tiempos proverbial en el idioma castellano, se nos dice proviene de Hipócrates: Ad extremus morbos, extrema remedia exquisite optima, según afirma José María Iribarren en su obra, El porqué de los dichos. (11)

Pender de un hilo

Expresión con la cual se trata cuando se corre un gran riesgo. Este modismo y el de “pende su vida de un hilo” que suele aplicarse al moribundo, o al que se halla en inminente peligro de muerte, provienen de la antigüedad clásica y aluden al mito de las Parcas. Eran estas tres hermanas destinadas a hilar y cortar el hilo de la vida del hombre. La primera y más joven de ellas, Clotho, presidía el momento del nacimiento y tenía el hilo del destino de los hombres. La segunda, llamada Lachesis, era quien hilaba el estambre de la vida. Y la tercera, La Parca propiamente y más vieja, era Atropos, que tenía por oficio cortar el hilo de la vida, sin respetar edades, ni riquezas, ni poderes, apenas recibía la orden del implacable Destino. Hilaban las Parcas lana blanca, para una vida feliz y prolongada; como lo hacían con lana negra, para una vida corta y desgraciada. Aunque muchas veces solían mezclar ambos colores cuando hilaban las vidas de aquellos mortales cuyas vidas eran una combinación de momentos felices y adversos. Pero cuando la vida de estos mortales estaba próxima a terminar, hilaban siempre de negro. (12)

Quien siembra vientos recoge tempestades

Este refrán procede de la Biblia y está implícito en la Profecía de Oseas (cap. 8, vers. 7mo.) donde puede leerse: “Sembrarán torbellinos para su ruina: no habrá allí espiga que se mantenga en pie y sus granos no darán harina…”  O por lo menos, así nos lo indica el señor José María Iribarren, en su docta obra, El porqué de los dichos.

Meterse en camisa de once varas

En Cuba se usó mucho como alegoría, para aquellos que se meten en asuntos cuyas problemáticas superan sus propias posibilidades. Parece averiguado que tal expresión tiene su origen en la ceremonia representada durante la Edad Media, para adoptar oficialmente a alguien como hijo. Consistía ésta en introducir al adoptado por la manga muy holgada de una camisa, y sacarlo por el cuello, luego de lo cual el adoptante le daba un fuerte beso en la frente al adoptado. Así lo hizo en su tiempo, doña Sancha Velázquez para adoptar como hijo legítimo el llamado Mudarra González, quien habría de ser andando el tiempo, el vengador de sus siete hermanos, conocidos como: los siete infantes de Lara. (13) Para lo cual es de suponer pasase grandes peligros, tuviese que someterse a incontables sacrificios, contingencias y desgracias.  

¡Atención, refranes adulterados!

Al decir de un famoso folclorista español, estos modismos y dicharachos son como la sal y pimienta del lenguaje. En su obra cumbre, Cervantes hace que el carismático personaje de Sancho Panza, tergiverse los refranes. Algo que a no pocos cubanos nos gusta hacer de cuando en vez, por simple diversión, aun incluso aquellos quienes, ni en sueños, se leerán nunca El Quijote, y éstos les han llegado como herencia proverbial, de boca a oído.

Pero, adulterar refranes no es como echar agua a la leche; diluir perfumes caros; guarapo en el hielo del vaso; o ambientadores con el líquido elemento, antes de venderles, como suele hacerse hoy impunemente, por parte de muchos estafadores de medio pelo en las calles de La Habana. Para realizar ese trueque juguetón de los dichos y refranes, hay que conocerlos en abundancia y jugar con ellos, conjugarles con habilidad, para que al tratar de confundir con la enrevesada propuesta, quienes escuchan traigan de inmediato a su memoria el dicharacho correcto, tal y como lo aprendieron de sus ancestros y estos a su vez de los suyos. De manera que nadie se asombre cuando escuche por ahí: “Al que a buen árbol se arrima, jamás su tronco endereza”, o “En casa del herrero, no entran moscas”, porque en realidad al trocarles están jugando con estas rarezas del idioma, como el gran Cervantes supuso, que sus lectores hiciesen, después de ser conquistados por la simpleza elocuente del filósofo-jinete acompañante Sancho, a quien con toda intención se hizo cabalgar en burro.

Así se convierten estos antiguos refranes, modismos, dichos y locuciones del lenguaje callejero, en curiosa comunión de palabras que manifiestan en cierto modo por sí mismas, sobre la sabiduría de los pueblos que las imaginan, establecen y adoptan, para tornarse veces espejos, de una arqueología del pensamiento que invoca y recurre con hipnóticas virtudes, a los orígenes de sus propios creadores.

Notas

(1) José María Iribarren: El porqué de los dichos. Origen, sentido y anécdota de los dichos, modismos y frases proverbiales de España. Ed. Aguiar S. A. de Ediciones Madrid, 1955, pp. 229-230.

(2) Ibídem., p. 202.

(3) Ibídem., p. 196.

(4) Ibídem., p. 228.

(5) Ibídem., p. 228.

(6) Ibídem., p. 228.

(7) Don Joaquín Bastús: Memorándum anual y perpetuo. Barcelona, 1855, tomo I, p. 558.

(8) José María Iribarren: Ob. Cit., p. 458.

(9) Don Joaquín Bastús: La sabiduría de las naciones, Barcelona, 1862,1ra serie, p. 37.

(10) José María Iribarren: Ob. Cit., p. 456.

(11) Ibídem., p. 457.

(12) Ibídem., pp. 169-170.

(13) Ibídem., p. 141.


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