Energía, lirismo/fuerza, y muchos deseos de bailar delinearon sobre las tablas, en cinco obras del amplio repertorio, las jóvenes generaciones que van ocupando con fuerza las filas del Ballet Nacional de Cuba (BNC) junto con otras figuras establecidas, para regalar dos Galas —una por el aniversario 35 de la Casa Editorial Abril y otra por los 20 años de la Sociedad Cultural José Martí—  que ocuparon la escena de la sala Avellaneda del Teatro Nacional, de la Plaza de la Revolución.

Dos piezas firmadas por Alicia Alonso pasearon por la escena: Lucía Jerez y En las sombras de un vals. La primera, basada en un libreto de Fina García Marruz a partir de la novela homónima, de nuestro Apóstol José Martí también conocida como Amistad funesta. El ballet consta de un acto (tres escenas) y fue estrenado en el 21. Festival Internacional de Ballet de La Habana. Como dato de particular interés lleva los diseños de Frank Álvarez, y la música de Eduardo González Mántici (1912-1974) que con un “sabor” latino realza la pieza. Este  destacado director de orquesta y compositor, siempre fue un fiel amigo y promotor del ballet en la Isla, fundador de formaciones musicales, acucioso colaborador y defensor de la compañía en distintas etapas de su existencia.

Alicia, como coreógrafa demuestra una vez más ese don particular de poder contar en danza, con una economía de recursos, una historia repleta de sutilezas como expresa la novela. Amén de volcar la experiencia anterior —aprendida como intérprete junto a Tudor (lenguaje de gestos y situaciones) y con Balanchine, sobre todo la utilización brillante de la técnica—, para crear diseños coreográficos donde se narra a través de la danza… No es un ballet de pirotecnia, pero sí hay en él una utilización racional y evidente de la técnica, en la que los jóvenes bailarines del BNC tuvieron un peso fundamental al “bordar”, interpretativamente, los diferentes personajes de manera creíble. Excelente esa bailarina que se crece ante cada nueva salida: Estheysis Menéndez (Lucía), quien junto a su técnica y sutil lirismo al danzar demostró un alto nivel dramático, así como la juvenil Chanell Cabrera  (Sol del Valle) con esa soltura en el baile que la caracteriza, y su desenfado juvenil. Dani Hernández le imprimió, con su elegancia natural, diversos matices a su Juan Jerez, mientras que Manuel Verdecia (Pedro Real), un poco externo pero simpático y conquistador, estuvo aceptable del lado técnico pero debe trabajar más en la interpretación. Con buen tino en las tablas pasearon sus respectivos roles, la novel Daniela Gómez y la excelente Aymara Vasallo.

La otra pieza de la Alonso es fugaz, pero siempre deja una estela de buen gusto. En ella brillaron particularmente los solistas: Adrián Masvidal que va escalando con fuerza y a golpe de baile, y la muy joven Claudia García, quien en una sustitución de última hora mostró tener condiciones para empeños superiores. Siempre en la medida, correctos en sus poses y marcando el estilo, a pesar de la juventud, ellos dejaron agradables huellas en la armónica pieza En las sombras de un vals, que alcanzó un hálito singular con esos intérpretes.

Excelsior (pas de deux), un trabajo de Ugo Dell`Ara que fuera estrenado hacia 1881 en el Teatro alla Scala de Milán y que a grandes rasgos representa la liberación del hombre de la esclavitud, fue interpretado con éxtasis por dos figuras recién incorporadas al BNC luego de graduarse: Bárbara Fabelo/Patricio Revé. Fue un placer ver a los juveniles artistas emprender su vuelo en este difícil arte, dignos continuadores de la Escuela Cubana, dieron casi todo en las tablas dejando un balance positivo. Ella con una técnica adecuada y un cuidadoso porte, él, provisto de muchas condiciones, hizo gala de fuerza al comienzo pero debe guardar reservas para realizar una interpretación convincente, y sobre todo lineal, de principio a fin. No hay dudas de que constituyen un baluarte futuro de la compañía.

Cuba dentro de un piano,  título que el coreógrafo Eduardo Blanco extrajo de un conocido poema del español Rafael Alberti, hace vibrar en pocos minutos y a través de los cuerpos de los bailarines, la música de Manuel Saumell, Ignacio Cervantes, Ernesto Lecuona y Harold Gramatges que pone en primer plano la expresión nacional apresada en esas piezas para piano de célebres compositores cubanos de los siglos XIX y XX. Los jóvenes bailarines hicieron un loable esfuerzo y mostraron buenas condiciones técnicas, unos más que otros, pero faltó el extra, lógico en los que recién comienzan. Eso que se traduce en la madurez escénica, dejarse llevar por la música y que el baile los atrape en su justo tono y ritmo…

El cierre de la noche del sábado fue por lo alto. Viengsay Valdés, quien lleva lustros poniendo en alto el nombre de su compañía, y el juvenil y diestro partenaire, Víctor Estévez, quien se va apoderando con fuerza de la escena y el auditorio cuando aparece. Juntos desataron fuertes aplausos del auditorio en la suite de Don Quijote. Una ovación sonora, musical y a coro, premió una magnífica labor. Viengsay, dueña de un personaje bordado a la perfección en el tiempo: Kitri, con largos balances, segura al máximo, con la sonrisa a flor de piel, mostró sus dotes. El, en pocas palabras: ha desarrollado su nivel técnico, bien en sus solos: saltos, giros, y, a pesar de su juventud, un acompañante seguro, y audaz. Solo subrayar: ojo con el estilo, no perder la elegancia de las poses, la limpieza de los movimientos…, para alcanzar la perfección. En la coda, ambos dieron el toque brillante. Nuestra versión de Don Quijote, es en extremo agradable, en términos de diseño de vestuario, escenografía y coreografía, por demás optimista. Aspecto que ronda siempre a los bailarines. Ginette Moncho/Adrián Masvidal, en Mercedes/Espada, respectivamente, dejaron un saldo positivo en su actuación/baile. Motivadora jornada que mostró el caudal existente en las filas del BNC. La continuidad en el quehacer danzario y el empeño de cada uno por hacer y dar más en el escenario, le señalarán el camino en el tiempo.