Un banco, además de ser un mueble sencillo y alargado, en el que pueden sentarse varias personas a la vez, es una empresa financiera que recibe depósitos, y presta tanto dinero como servicios financieros, en la que intervienen varios tipos de personas a la vez.
Existen varias diferencias entre ambos bancos. Algunas son evidentes como puede ser su estructura física, y otras son menos notorias o menos observadas. De estas últimas, existen dos muy relacionadas con las personas involucradas, por decirlo de alguna forma.
Una de la diferencias corresponde al indefectible, e insoportable, fenómeno de la clasificación y etiquetado. En el banco de sentarse —con el que me encuentro más familiarizada, excepto el crédito— las personas no quedan clasificadas: una llega, se sienta y ya. Ahora bien, en el banco-institución las personas que se sientan… Perdón, quise decir las personas que intervienen son clasificadas en tres tipos fundamentales: los clientes, los banqueros y los bancarios.
Los clientes —o los usuarios, como se dice en estos días que corren— son aquellos para los cuales existe el banco, son los que depositan su dinero o lo reciben en préstamo. Por su parte, los banqueros son los que establecieron el banco —o lo compraron y se establecieron en él— y son dueños, presidentes, miembros de la directiva, o similar. Por último —porque siempre los dejaban para lo último— están los bancarios, que son aquellas personas que logran que el banco funcione, que los clientes depositen o reciban, que los banqueros sean banqueros: que el banco sea un banco. Y me pregunto: ¿por qué sería que los dejaban para lo último?
La otra diferencia poco observada cae en el campo de la propaganda. El banco mueble no necesita ser anunciado: usted lo instala en un lugar público y si no se apura se queda de pie. El otro banco necesita de difusión y divulgación para que las personas se conviertan en clientes; es decir, que estas personas, además de recibir el servicio prestado por el banco, primero recibieron la promoción que para ellos fuera diseñada. Así que ya cogieron bastante y no los volveré a mencionar: dejémosles tranquilos con sus créditos, ya con eso tienen suficiente…
Ahora, los banqueros. Por discretos que sean —si los hay— siempre están girando en el mundo informativo y en el de las elucubraciones menos periodísticas: son las gentes de la banca, las gentes de las finanzas, del billete, ese papelito que no siempre existió.
Por último, porque siempre los dejaban de últimos, están los bancarios, que no giran en el mundo de la prensa a no ser que se conviertan en chivos expiatorios de una transacción inadecuada o un supuesto affaire, cosa fácil de lograr porque son los únicos que trabajan por allá dentro. ¿Sería por eso que los dejaban siempre de últimos? Porque de que los dejaban, los dejaban: fíjese que es muy difícil encontrar las relaciones, o al menos la cantidad, de empleados de los más de 150 bancos que en Cuba existieron desde mediados del siglo XIX hasta 1958. Claro que por acá ya la cosa ha cambiado, y los trabajadores bancarios hasta tienen su día, como cualquier trabajador que utilice o no un banco, cualquiera de los dos bancos.
Como puede verse, el tema banco es tema de cientos de años atrás… Si habláramos del banco-mueble tenemos que comienza a conocerse como tal en Italia, por el siglo XI; pero, ese no es el banco que nos ocupa. El banco-otro, es de más acá: el primer banco moderno fue fundado en Génova, Italia en el año 1406; rectificando, no es de mucho más acá.
De aquellos tiempos de las mesas —de donde proviene el nombre de banco— donde negociaban los florentinos con monedas, o lo que fuera que usaran, hasta estos días con inmensos y complejos edificios, con cajas, ventanillas y computadoras, donde se mueven millones, ha llovido mucho y, sobre todo, surgió el billete…
Porque no siempre existió ese pedazo de papel impreso; no, de eso nada… Siempre imagino que el billete lo ideó un bancario, uno de los primeros, de esos que tenían que echarse al hombro un saco de monedas metálicas; pero, eso es solo imaginación mía…
El caso es que los primeros billetes de banco se imprimieron en Suecia, en 1661. No sería hasta 1783 que en el banco San Carlos se emitieron los primeros billetes españoles. Vaya, que la Metrópoli tenía billetes y bancos, y Cuba, nada… Cuba, la Siempre Fiel, que ya se andaba cansando de serlo, entró más tarde en la danza. Y entró de la mano de los comerciantes; pero, mejor nos vamos a la época…
Durante la segunda mitad del siglo XIX el comercio a nivel mundial desarrolló un potente ascenso: el ferrocarril, los vapores, los nuevos procedimientos productivos, el Canal de Suez, el telégrafo, el cable submarino, las instituciones bancarias: la entrada del capitalismo monopolista. En medio del ascenso, España se estanca y Cuba se rezaga: el sistema financiero de la colonia, totalmente arcaico y desfasado, no marchaba a la par de las transformaciones.
Los comerciantes, los que más se resentían con el estancamiento financiero, se lanzan a la creación de almacenes de depósitos privados y sociedades anónimas. Entre ellos se destaca una figura, aún hoy polémica: Julián de Zulueta y Amondo, quien da a sus negocios una organización empresarial moderna, participando en las sociedades por acciones que comienzan a difundirse. Su labor en este campo ha sido valorada como fundamental en la transición al capitalismo y en la inserción de Cuba al comercio capitalista mundial. Es citado como puntal en la propagación de las relaciones monetario-mercantiles por todo el país.
Pero, estas relaciones ya exigían de un banco y llegó por Real Decreto del 6 de febrero de 1855: el Banco Español de La Habana es creado en enero de 1856, y después de las crisis mundiales de 1857, 1866 y 1873 fue reorganizado, en 1881, como Banco Español de la Isla de Cuba. Con un capital inicial de tres millones de pesos, distribuidos en seis mil acciones de 500 pesos cada una, tuvo un peso trascendental en la historia financiera cubana. Y así comenzó la historia de los más de 150 bancos que en Cuba han sido…
Después del Banco Español, que resistió estoicamente hasta el gran crac de 1921, llegó el Banco Gelats, fundado en 1876 por Narciso Gelats. El edificio que fuera su oficina central, en Aguiar 256, parece todo de mármol; pero, en verdad no es todo de mármol, no, no lo es: se trata de una mezcla de ciertos materiales que se utilizó para dar a las columnas esa apariencia marmórea. En verdad esto no viene al caso… Era controlado unipersonalmente por Juan Gelats… Por cierto ¿sabe qué decía Renée Méndez Capote de este señor? Banquero amarillo, de aspecto triste y sombrío, feo, con algo de carnero en la frente… Yo, ni idea. Por lo demás era el principal representante del capital español en Cuba.
Y por otra parte, si sigo a este ritmo no acabaré nunca y se podría pensar que los bancos solo prendieron en la capital cuando en realidad no fue así: prendieron fuerte y florecieron como romerillo por todo el país. Fíjese que el siguiente se creó en el Camagüey: Banco Agrícola de Puerto Príncipe, en 1880. Y le siguió el Banco Pujol, que llegó a funcionar en el Centro Asturiano —hoy Sala de Arte Universal— pero que fuera fundado en Placetas, Villa Clara, como banco local que avanzaría a provincial y luego a nacional y por último se mudó a la capital.
Otros nacieron y murieron como bancos locales, como el Banco de Isla de Pinos de 1905; el Banco Industrial de Camagüey, 1906; Banco Agrícola de Güines S.A., 1915; Banco Mercantil de Holguín, 1920; Banco de Pinar del Río, 1942; y así, y así, que esto es solo una muestra de los que nacieron y murieron en provincias. Otros nacieron fuera de la capital y allí se quedaron y llegaron a los finales de la década del cincuenta, como el Banco de Puerto Padre de 1943, o el Banco de San José de 1948. Si bien el más cabezota y empecinado lo fue un banco camagüeyano, de Nuevitas: fundado en 1885 como Fernández y Cía., fue reorganizado en 1945 y vuelto a organizar en 1951 cuando toma el nombre de Banco Fernández. Todo un record provincial, aunque seguido de cerca por el Banco Crespo de Cabaiguán, Villa Clara, fundado en 1911 y reorganizado en 1939 y 1950.
Nunca pensar que estos bancos locales eran cosa de menor cuantía, de eso nada. Por ejemplo, ese Banco Crespo del que hablaba llegó a tener 3 sucursales y quedaba calificado como el número 29 por el total de sus depósitos. Además, con algunos de ellos es posible seguir aquella historia que contaba sobre los comerciantes como iniciadores de las actividades financieras. Voy con algo de eso.
El Banco Carvajal, de Artemisa, que aparece como fundado en 1947 es en realidad una segregación de la casa comercial Carvajal y Compañía, que combinaba el comercio con la actividad bancaria. Otro buen ejemplo es el Banco Castaño, de Cienfuegos, reportado como tal en 1946, y que tiene tremenda historia que incluye ciertas peculiaridades poco gratas en la formación de los capitales bancarios: su fundador Nicolás Castaño, fuerte integrista durante la colonia, fue miembro de la Junta de Bienes Embargados, que incautaba las propiedades de los criollos simpatizantes con los insurrectos, parte de las cuales se repartieron entre los integrantes de la tal Junta. A partir de aquí se fundó la primera casa comercial de Castaño que también era casa bancaria y después, andando la vida, el banco fue separado del comercio propiamente dicho. ¿Qué le parece? Bastante sucio, digo yo.
Y por aquí tengo otro que sigue la rima en cuanto a casas comerciales y bancarias: Banco Cortés, de Placetas, que aparece como creado en 1950 —cuando el Banco Pujol se fue a la capital— y que en verdad proviene de la firma J. Cortés y Hermanos, fundada en 1898. Con este banco local podemos ver algo de la relatividad de las quiebras bancarias: Cortés fue el único banco declarado en quiebra en la década del 50. Fue intervenido por el Banco Nacional de Cuba en septiembre de 1954, y declarado en números rojos en octubre; pero… Aquí viene la relatividad: Ramón Cortés, su presidente, cuatro días antes de hacer pública la quiebra abandonó el país, rumbo España, con 700 mil en efectivo… ¡Esos banqueros!
De estas historias tengo otra, contada por la Méndez Capote: declarada la quiebra del Banco Español, en la década del 20, acompañando a su esposo a una visita de solidaridad con uno de los ejecutivos del banco, escuchó la siguiente frase de Bernardo Solís, allí presente: Bueno, supongo que tendrás bien guardadas las espaldas… Parece que así fue porque pocos meses después partió de viaje a Europa con su familia… ¡Esos banqueros!
Y sobre esos banqueros mucho se puede comentar —recordar el asunto de las informaciones y elucubraciones— como es el caso del misterioso Amadeo Barleta, de quien se decía era representante de la mafia italiana, presidente del Banco Atlántico, con 1150 acciones de propietarios italianos desconocidos… y que terminó vendiéndolo al Trust ¿El Trust? Sí, el Trust, pero va después, porque ahora le toca al Banco Nacional de Cuba.
El primer banco con ese nombre fue fundado en 1901 y no era cubano: fue la primera entraba de la banca norteamericana en Cuba, la segunda de capital extranjero que la primera fue… No, ahora no, que me voy del cuento. Fundado por la Casa Morgan molestaba muchísimo a la burguesía azucarera criolla y española que terminaron por aliarse y ya en 1911 lograron desplazar el capital norteamericano del control del banco. Los encabezaba Pote, José López Rodríguez, que fuera el banquero más notorio cuando el crac de 1921 al aparecer misteriosamente ahorcado en lo que más parecía un asesinato que un suicidio, ya que dejó a sus hijos toda una fortuna. En ese momento cesaron sus operaciones. En ningún momento funcionó como Banco Central de la República, como sí lo hizo su homólogo, creado por la Ley no. 13 de 1948.
Vamos a la primera entrada de capital extranjero. Fue el Royal Bank of Canadá, que llegó a convertirse en el segundo en importancia y a tener 23 sucursales. Sus oficinas centrales ocupaban el edificio que aun hoy puede verse en Aguiar y Obrapía.
Y ahora que vuelvo a mencionar la calle Aguiar… Esta calle parece que era la calle de los bancos —de los bancos estos, no de los otros— porque mire para acá: además del Banco Gelats y del Royal Bank of Canadá, estaban Chase Manhattan Bank, Banco Pedroso, Banco Hispano Cubano, First National Boston y el Banco de los Colonos.
¿El Trust? No, el Trust estaba en Obispo, es el edificio que ocupa la CADECA, y que fuera diseñado por los arquitectos Eugenio y Enrique Batista González de Mendoza, en 1944, cuando pasó a presidirlo su hermano Agustín, porque el Trust era cubano, o lo fue a partir de 1943 cuando lo compró la llamada Sucesión Falla. El caso es que The Trust Company of Cuba fue otro intento de la financiera norteamericana Morgan que murió con el gran crac de 1921; a partir de ahí quedó poco más o menos que inactivo hasta que, casi muriendo ahorcado, los Falla le cortaron la soga. La gestión de los nuevos banqueros lo convirtió en el número uno en importancia, y llegó a ser uno de los dos bancos cubanos incluidos en la lista de los 500 mejores del mundo.
El otro banco incluido en la lista de élite mundial fue el Banco Núñez, con oficina en Mercaderes 260, donde hoy funciona una Agencia de Seguridad y Protección. Este banco fue otro de los que promovió y lo hizo fortísimo: fundado en 1921 en Holguín, trasladado a La Habana en 1939, y convertido en una de las empresas de capital cubano más rentable.
¡Y cómo queda! Hay que ir cortando y para acercarse al final nada mejor que hacerlo como empezamos: Julián de Zulueta —el menor de los nietos de aquel polémico personaje del siglo XIX— que fuera propietario de cuatro bancos, todos situados en la calle Amargura: Banco Popular; Banco Capitalizador Cubano; Banco Territorial Cubano, el único banco autorizado a otorgar créditos territoriales; y el Banco Continental, el cuarto por la importancia de sus depósitos y el primero por el número de sucursales que eran 57.
Julián de Zulueta Bessón fue el único miembro del enorme clan familiar radicado en Cuba y, posiblemente, el único de los grandes banqueros que permaneció en Cuba después de la intervención de la banca privada y hasta una avanzada edad en que partió a reunirse con su familia.
La intervención y nacionalización de la banca en Cuba fue uno de los primeros pasos del Gobierno Revolucionario. Ya en la segunda sesión del Consejo de Ministros fue separado de su cargo el presidente del Banco Nacional de Cuba por su complicidad con el régimen derrocado y entregada la responsabilidad a Ernesto Guevara de la Serna, Che.
Se procedió al reordenamiento de las instituciones de crédito estatal en función del fomento agrícola e industrial como el Banco de Desarrollo Económico y Social, y el Banco de Fomento Agrícola e Industrial de Cuba. Y se nacionalizaron los bancos estadounidenses radicados en Cuba.
El primer ejemplar de la banca privada que fuera intervenido fue el llamado Banco de los Colonos: su presidente, Godoy Loret de Mola, había abandonado el país con Fulgencio Batista. Algún que otro caso también se adelanta a la Ley de expropiación de la banca privada, dictada con el número 891 y fecha 13 de octubre de 1960. Después de esta medida solo dos bancos privados quedaron en operaciones por un tiempo más, uno de ellos lo fue el Royal Bank of Canadá, el primero de capital extranjero radicado en el país.
También después de esta medida, se habló mucho menos, casi nada, de los banqueros y comenzaron a hacerse notar los bancarios que eligieron para celebrar su fecha, el día que dejaron de ser los últimos en la terna banco-banquero-bancario.
Ya no hay banqueros, hay bancarios, y hay bancos, de los dos: esos, de los que comentaba, los que otorgan el crédito en su condición de acreedor; y de los otros, con los que estoy más familiarizada, donde me siento a meditar y calcular sobre mi crédito personal, en mi condición de deudora. En fin, que entre los dos bancos no es tanta la diferencia ¿o sí?
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