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De cómo se vive con olor a manigua, impregnado en el alma


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Los discos que resultan reconocidos en eventos tan significativos  como es el caso del Premio Cubadisco, merecen la mayor repercusión posible para que nuestra población realmente cuente con los elementos necesarios que le permitan valorar la dimensión del galardón alcanzado. Entre estos discos se encuentra el CD Con olor a manigua del Sello Colibrí, propuesta discográfica que el Jurado del mencionado certamen, no dudó ni un instante en honrar con el Premio Especial del Cubadisco 2015. En tal sentido, a Rolando Montes de Oca (1), le debemos la concreción de semejante obra como Productor Musical y Productor Ejecutivo, obra que desborda los límites de un disco más de versiones a canciones de antaño, para convertirse en un auténtico compendio de  razones que sustentan nuestra identidad. Conocedor de la inmensidad conceptual que implica la ejecución de dicho proyecto, Montes de Oca comparte acciones encaminadas a alcanzar tal objetivo con el profesor Guillermo Rodríguez Rivera (2), profundo conocedor del entorno de la trova tradicional cuya experiencia nos ubica en el contexto histórico de cada pieza en cuestión.

En cuanto a los músicos que intervienen en el ideal Con olor a manigua, tal es el respeto que este inspira en los participantes (3), que nadie pretende sobresalir, pues aquí se cumple aquel memorable sentido solidario de “uno para todos y todos para uno”. Aunque la creación artística implica un personal divertimento que abstrae al músico, como sucede cuando estos instrumentistas intentan capturar la peculiar forma de tocar la trova tradicional al estilo de como se hace en la zona oriental de nuestro país, de todos modos se percibe una conmovedora emotividad colectiva. Estos artistas asumen con la mayor humildad, la plena conciencia de formar parte de un impactante documento musical, donde hablar del pasado o del presente extravía su sentido temporal al haber contactado con canciones que anidan en el espacio de los corazones cubanos para todos los tiempos.

Es que Montes de Oca lo ha concebido todo como para que no podamos evadir tales sentimientos al plasmar no solo los datos precisos acerca de cada canción y de sus respectivos autores, además de las letras correspondientes, sino que le ha pedido al profesor Rodríguez Rivera la realización de un libro de 31 páginas, donde con la frescura y naturalidad que distingue a la proyección de un intelectual de su estatura, nos conduzca por una inspiradora lectura que parte de los inicios de la historia de la nación cubana hasta el surgimiento de la canción en nuestro país; para entonces detenerse en los momentos específicos en que surgen cada una de las obras escogidas para aparecer en el disco. Por si fuera poco, el mencionado libro es también narrado por  la propia voz de Rodríguez Rivera al estilo de los lectores de tabaquería, inusual valor añadido que contribuye con el encanto que distingue al fonograma en su conjunto.

De acuerdo con Montes de Oca, la génesis de este fabulosa propuesta cultural se encuentra en la obra de Pablo Milanés, específicamente en la serie Años, tres discos importantes donde se aborda dentro de la mayor pureza la sonoridad de la llamada Trova Madre. Una vez concebido el proyecto Con olor a manigua, es el propio Pablo quien gentilmente le concede a Oca, para ser incluida en el disco, su versión de Mujer Bayamesa de Sindo Garay, grabación de la serie Años, donde acompañan a Milanés verdaderos mitos de la trova de siempre como  Luis Peña “el albino” y Octavio Sánchez “Cotan”.

Para el Productor Musical… “este proyecto pretende recrear canciones que acompañaron al Ejército Mambí durante la gesta libertadora, las que nacen todavía en su memoria, inspiradas y marcadas por la guerra necesaria, por sus héroes…y que aun hoy “huelen a manigua”. Canciones que nacieron en los campos y en las calles de Santiago, de Bayamo… que evocaron sueños de ilusiones y de libertad, de amor a la Patria, a la mujer amada…, otras de dolor en homenaje al sacrificio, en honor a los caídos…, algunas se escucharon en toda Cuba, otras muy poco conocidas, pero todas son memoria y patrimonio sagrado de la Nación”.

Sin embargo, valga nuestra insistencia en que para nada se trata de una simple recreación de obras de tiempos pasados, pues si importante ha sido el trabajo de búsqueda y de recopilación de las mismas, más importante puede ser la naturaleza del tratamiento formal con que estas van a ser interpretadas. Y en tal sentido, resulta francamente cautivador escuchar cómo se ha logrado desempolvar formas tradicionales de tocar la guitarra en la trova oriental como es el caso de tocar con el pulgar, a la vez del empleo del requinto que se usa en Santiago de Cuba, guitarra con cuerdas de metal y  que se toca con púa del mismo modo que el singular tratamiento de las segundas voces en relación con las primeras; hechos que nos manifiestan un respeto por esa voluntad de llevarnos a la atmósfera de toda una época con el lenguaje apropiado que la identifica, pero desde nuestra sensibilidad contemporánea. No por gusto Santiago Feliu fuera el escogido para abrir el CD Con olor a manigua, con su versión de El Mambí del Teniente del Ejercito Libertador Luis Casas Romero (4), una criolla de 1912;  no solo porque se trata de una canción dedicada a los mambises sino por esa capacidad de Santiago para sintetizar su compenetración con la trova tradicional al mismo tiempo que deja de ser una canción romántica para convertirse en un reclamo viril por la libertad de nuestra Patria.

Si la presencia de Mujer Bayamesa de Sindo Garay constituye una de esas piezas que no pueden faltar en este disco, Montes de Oca aporta otras dos canciones más de Sindo, prácticamente desconocidas en nuestros días. Se trata de La vergüenza, un bolero de 1924, cuyo vibrante texto a cargo de Eduardo Sosa, nos habla la corrupción en la Cuba republicana de por aquellos años cuando afirma: “Si en esta tierra se vendiera la vergüenza cuántos que no la tienen comprar quisieran, pero como no se vende porque nadie tiene, más difícil que comprarla es nacer con ella”. En cuanto a Ríos de sangre, Montes de Oca nos confesó que dicha canción tiene un texto tan fuerte que en el primer intento de grabarla para el disco, no se pudo llevar a cabo por lo emocionados que estaban todos en el estudio. Obviamente, la guerra en sí misma es una experiencia terrible que deja hondas huellas en quienes tuvieron la desdicha de vivirla. En uno de los fragmentos de la canción, Manuel Agudín nos traslada la misma sensación de tristeza descrita por Sindo Garay:

“Se crecieron los ríos/ se ha escapado el enjambre/ porque estaban bohíos/ todos llenos de sangre”.

Otra muestra de cómo el lenguaje popular se apropia de las canciones de su tiempo, es la conocidísima Clave a Martí, canción que si bien fue concebida en los primeros años de la República por  las frustraciones de los sueños no alcanzados, este malestar se expresa de la forma más llana posible como lo ha conseguido William Borrego, el cantante del grupo de Pancho Amat, El Cabildo del Son. Nos referimos al hecho de que esa realidad social no se correspondía con las aspiraciones del Maestro al decir: “Aquí falta señores, una voz/ese sinsonte cubano/de ese mártir hermano/ que Martí se llamó/ Martí no debió de morir, ay de morir/ por ser el maestro y el guía/Si Martí no hubiera muerto/ otro gallo, cantaría/ la Patria se salvaría /y Cuba sería feliz”.

Figuras fundacionales de la canción cubana como Pepe Sánchez,  aparecen en el CD Con olor a manigua, una muestra de cómo desde el lenguaje más sencillo es posible hacer una pieza francamente enternecedora como lo logra un emocionado Kiki Corona en Yo tengo una Patria, bolero de 1915: “Yo tengo una Patria/. Una sola patria, una bandera de triángulo rojo que me dio Martí/ Mi Patria es muy linda como no hay ninguna/ Yo quiero a mi patria igual que a mi madre/ porque estoy seguro de su porvenir/ y que no me hable nadie de otro cielo/ porque yo en mi suelo/ me quiero morir”.

Diverso y abarcador es el disco Con Olor a manigua del sello Colibrí no solamente por la excelente selección de las canciones patrióticas más representativas de aquella época sino también por recorrer el amplio espectro estilístico de la música cubana. Por ejemplo, para la emblemática pieza En opuestas regiones que José Sabin compusiera en 1900 para señalar cómo el destino quiso que tanto Martí como Antonio Maceo cayeran precisamente en regiones opuestas a donde nacieron, Montes de Oca escoge al Coro Clave y Guaguancó de Amado Dedeu, para interpretarla al ritmo de rumba de cajón como se tocaba en los puertos de La Habana y Matanzas en tiempos de España, a diferencia de las versiones realizadas por Barbarito Diez y la Antonio María Romeu con su orquesta.

Fue Alberto Villalón uno de los miembros de los trovadores padres que más piezas compusiera dedicadas a nuestros próceres. Dúos antológicos, como el de las Hermanas Martí, nos permitieron conocer temas de Villalón como los dedicados a Martí en 1900 y a Maceo en 1901 aunque todavía no se ha grabado la que dedicara a Máximo Gómez en 1905. En la pieza donde el trovador rinde homenaje al Apóstol en la voz de la cantante Leyanis López, un fragmento dice así: “En la guerra nos hizo invencibles/ generosos nos haces en la paz/. Tú no has muerto en la mente del cubano/, tu imagen está/  y aunque pasen los siglos, los siglos en Cuba/ venerado tu nombre será”. Mientras que la intérprete de música campesina María Victoria Rodríguez nos canta estos versos dedicados a la memoria de Maceo: “Quien no admira tu acción, Maceo querido/ quien no ama con fe a Cuba hermosa/ las verdes palmas y los claros ríos lloran tu ausencia/ se siente tu vacío”.

Capítulo aparte en el disco merecen por su trascendencia La Bayamesa (6) de Céspedes, Fornaris y Castillo, concebida en 1851 como hermosa canción de amor y que para los años de la guerra en 1868, la voz del pueblo, le cambia el texto al convertirla en una obra de combate. Si la de 1851 se distingue por una emotiva poética:             

 

                    ¿No recuerdas, gentil bayamesa,

                    que tú fuiste mi sol refulgente

                    y risueño, en tu lánguida frente,

                    blando beso imprimí con ardor?

                    ¿No recuerdas que un tiempo dichoso

                    me extasié con tu pura belleza,

                    y en tu seno doblé la cabeza,

                    moribundo de dicha y amor?

                    Ven y asoma a tu reja sonriendo,

                    ven y escucha, amorosa, mi canto;

                    ven, no duermas, acude a mi llanto,

                    pon alivio a mi negro dolor.

                    Recordando las horas pasadas,

                    disipemos mi bien la tristeza,

                    y doblemos, los dos, la cabeza,

                    moribundos de dicha y amor.   

La versión de “La Bayamesa” de 1868, está dedicada a la Cuba que sufre. Ambas versiones aparecen magistralmente interpretadas por el Coro Exaudi bajo la dirección de Maria Felicia Pérez:

                   ¿No recuerdas gentil bayamesa

                   que Bayamo fue un Sol refulgente

                  Donde impuso el cubano valiente

                 Con su mano el pendón tricolor?

                 ¿No recuerdas que en tiempo pasado

                 El tirano explotó tu riqueza

                 Pero ya no levanta cabeza

                 Moribundo de rabia y temor?

                 Te quemaron tus hijos, no hay pena

                Pues más vale morir con honor

                que servir a un tirano opresor

                que el derecho nos quiere usurpar

               Ya mi Cuba despierta sonriendo

               Mientras sufre y padece el tirano

               A quien quiere el valiente cubano

              Arrojar de sus playas de amor.

“De especial importancia es la aparición en este disco de la que parece ser la primera grabación de `El Proscrito´ (7), obra cuyo texto escribiera José Martí, para que el músico aficionado Benito O’Hallorans lo convirtiera en canción en 1891, durante una visita del patriota cubano a una tabaquería de Ibor City, en Florida”, afirma Rodríguez Rivera en las Notas al Programa del CD `Con olor a manigua`.

              “Cuando proscripto en extranjero suelo

              La dulce patria de mi amor soñé

             Su luz buscaba en el azul del cielo

             Y allí su nombre refulgente hallé.

             Perpetuo soñador que no consigo

             El bien ansiado que entre sueños vi.

             Siempre dulce esperanza va conmigo”

             Y allí estará en mi tumba junto a mí.

Según Rivera, se debe al guitarrista Nené Enrizo quien se aprendiera esta canción de los viejos trovadores y gracias al periodista Lino Betancourt, Enrizo la interpretó para que a su vez el músico Hilario González la pudiera transcribir. No obstante, el propio Montes de Oca revela que es la única pieza que fue necesario llevarla a un entorno trovadoresco, para conservar la coherencia general del disco. Digna Guerra, la directora del Coro Nacional, quien tuvo a su cargo la voz solista en esta canción, se sintió sumamente motivada durante la grabación de semejante obra por el especial significado que encierra en sí misma.

Y en este breve bojeo que hemos realizado por parte de las canciones que integran el CD Con olor a manigua, como toda propuesta discográfica que se respete, Montes de Oca ha logrado satisfactoriamente, que la curva de interés de la música del disco, se caracterice por un constante ascenso en el orden consecutivo de cada pieza que lo conforman, para concluir así en la mayor expectativa artística posible. En tal sentido, por primera vez de entre todas las piezas analizadas, un legendario músico de la trova tradicional como Adriano Rodríguez, no aparece en la interpretación de cualquiera de aquellas memorables piezas del pasado sino en su personal versión del clásico de Silvio Rodríguez, El Mayor, composición dedicada por este al Centenario de la Caída en Combate del Mayor Ignacio Agramonte. Adriano, aquejado por los achaques de sus 90 años, no obstante Montes de Oca recuerda que durante la grabación de esta pieza, el lamentablemente ya fallecido músico santiaguero se encontraba tan emocionado que en momentos se le puede escuchar prácticamente hablando en vez de cantar.

Tenemos la certeza que discos como el CD Con olor a manigua, no merecen quedar archivados entre los reconocimientos por su indiscutible valía, sino que debemos hacerlo llegar cuanto antes tanto a escuelas como a bibliotecas e incluso hasta centros turísticos para que nuestros visitantes comprendan la fuerza de la tradición en la cultura cubana, en un intento de hacerles comprender el aliento que motiva hoy en día a las hijas y a los hijos de nuestra querida nación.

En un ayer para nada lejano y mucho menos olvidado, cubanos que se hicieron llamar mambises, a quienes les hemos dedicado este escrito, en su batallar por librar a Cuba del colonialismo español, fueron capaces de alimentarse nada más que de mangos verdes, caña de azúcar y hasta del cogollo de la palma  porque solo pensaban en la patria ultrajada.

¨ Poseer una camisa remendada era lujo; los pantalones solo merecían el nombre de taparrabos; unas malas chancletas de piel de cordobán constituían el calzado del jefe, todos los demás el pie desnudo ¨, (8) recuerda un insurrecto de las filas del General Calixto García. 

Sin embargo, aspiramos que dadas las actuales circunstancias, podamos vivir en la paz y concordia que necesitan nuestros ciudadanos con el resto del mundo. No obstante, que nadie se equivoque porque como aquellos valientes mambises, estamos preparados para asumir nuevamente otra carga al machete, incluso por encima de los mayores riesgos. Por eso es que se afirma que no olvidamos de cómo se vive con olor a manigua, impregnado en el alma.

Notas

(1)  Rolando Montes de Oca, fundador del grupo Mayohuacan, se ha desempeñado como representante de prestigiosos músicos del rango del cantautor Carlos Varela y el pianista Ernán López Nussa. Ha desarrollado otros trabajos como Productor Ejecutivo con el pianista Frank Fernández. La realización del disco Con olor a manigua constituye su primera experiencia como Productor Musical.

(2)  Guillermo Rodríguez Rivera, profesor de Literatura de la Universidad de la Habana, poeta, ensayista, crítico y en especial conocedor del universo de la trova cubana de todos los tiempos.

(3)  Músicos que participan en la grabación del disco Con olor a manigua:

Cesar Echevarría Mustelier/Tres, requinto y voz.

José Luis Reyes/Voz, percusión menor

Dayron Ortega y Cesar Echevarría/Guitarras

Ernesto Reyes Palma/Contrabajo y coros

Rafael Revilla/Percusión

Músicos Solistas:

Eduardo Sosa/Voz

Manuel Argudin/Voz

Erdwin Vichot/Laúd, tiple y bandurria

Orlando Sánchez/Clarinete

María Victoria Rodríguez/Voz

Leyanis López/Voz

Pancho Amat/Voz y tres

Polito Ibáñez/Voz

Amado Dedeu y Clave y Guaguanco: Voz y percusión

Santiago Feliu/Voz y guitarra

Efraín Ríos/Voz y requinto

Kiki Corona/Voz

Pepe Ordaz/Voz

William Borrego/Voz

Digna Guerra/Voz

Coro Exaudi

(4)  “Luis Casas Romero había sido, muy joven, teniente del Ejército Libertador. Apenas seis años después de proclamada la república, compone sobre un texto de Sergio Lavilla, la criolla “El Mambí”, donde está también su experiencia de combatiente, pero la que Lavilla construye sobre una romántica historia de amor y de lucha”. Guillermo Rodríguez Rivera en las Notas al CD Con Olor a Manigua.

(5) El Editor de donde hemos tomado la descripción acerca del emotivo significado del Himno Nacional, escrita por su puño y letra para el folleto titulado El Himno Nacional Cubano de la Editorial Pueblo y Educación de 1976, ese editor es nada menos que Luís Rogelio Nogueras, más conocido entre poetas y literatos como Wichy Nogueras, inspirado poeta fallecido prematuramente.

(6) “La bayamesa”  es una canción de amor cuya melodía, el músico bayamés Francisco Castillo compone y quiere convertir en canción, para cantarla en la ventana de su esposa, Luz Vázquez, que se había distanciado de él.

Castillo pensaba que lo que entonces se llamaba una serenata, podía ser el preámbulo a la reconciliación. En verdad, hay que decir pensaban, porque la idea de la serenata no había sido únicamente de Castillo: su amigo Carlos Manuel de Céspedes creía lo mismo, y había sugerido que un tercer amigo, el poeta José Fornaris, escribiera la letra de esa canción de amor que iba a nacer.  La canción estuvo lista, y se cantó en la ventana de Luz Vázquez en marzo de 1851. Hay mínimas variantes entre “La bayamesa” que cantan grandes intérpretes como las Hermanas Martí o el dúo de Dominica Verges y Adriano Rodríguez,  y la que nos entrega una voz clásica de la canción popular cubana como es Esther Borja.   

La canción llegó a constituirse en una representación de Bayamo, la ciudad mambisa que prefirió ser pasto de las llamas antes que volver a caer en manos de los representantes del gobierno colonial.

Algún independentista compuso una nueva letra para la música de Castillo, que politizaba plenamente la canción. No ha logrado establecerse quien la escribió. Se ha atribuido al poeta José Joaquín Palma, pero ese autor impreciso, escurridizo, ha querido ser una voz colectiva: la misma voz que en el campo de la insurrección cubana gritaba libertad o muerte”. Guillermo Rodríguez Rivera.

(7) “Muy cantada en los años de la guerra de 1895, la canción fue luego olvidada, pero la preservaron varios de los tabaqueros cubanos que vivieron en la Florida y se radicaron en Cuba al inaugurarse la república: aquí fundaron un barrio habanero al que pusieron el nombre de Cayo Hueso. Algunos viejos trovadores la cantaban todavía en la ya legendaria Peña del herrero Sirique, en los años sesenta del pasado siglo”. Guillermo Rodríguez Rivera.

 El ingenio del mambí. Tomo II. Ismael Sarmiento Ramírez. El vestuario y el calzado del Ejercito Libertador de Cuba. Página 39. Editorial Oriente, Santiago de Cuba 2008.


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