(Por culpa del tarro se abrió la sepultura.)
A Ogunda Biodé le habían recomendado tener paciencia para poder alcanzar la suerte que estaba en su camino; que no debía ser caprichoso ni hacerle daño a nadie, pero que tampoco se empeñara en ayudar a todo el mundo; que sus amistades lo trataban con falsedad y en realidad no tenía amigos. Le indicaron que de vez en vez sacara a pasear a su mujer y que no la maltratara.
La obini de Ogunda Biodé siempre tenía algún dolor; cuando no era la columna, eran las piernas, el estómago o cistitis. Desde que se levantaba temprano en la mañana hasta que se acostaba no hacía más que quejarse por todo. Se quejaba hasta del día en que ella le gustaba más a su marido. Además de asexual, era pesimista. Era la frustración personificada. No le agradaba ver a su okuní (marido) en paños menores y mucho menos como la madre lo había traído al mundo.
Un día ella se declaró en estado de enfermedad absoluta. El marido esta vez, verdaderamente preocupado por su salud, acudió a todo tipo de medicina, pero nada. Desesperado fue a ver a su padre a quien le contó el estado de su mujer.
El padre le dijo:
- Te dijeron que le pusieras a Oshún una oguóna (muñeca) de majagua bien bonita para neutralizar a los egguns obsesores (muertos perturbadores) y que Ifá te estaba esperando, pero no hiciste caso. Morar fé yu re (anda con cuidado). Tu mujer sabe lo que hace.
Angustina, que era el nombre de la esposa de Ogunda Biodé, no esperaba tan rápido el regreso de su marido por lo que en horas del mediodía se citó con su amante. Éste, hombre precavido, preparó una trampa de latas para que en caso de que su contrincante se acercara, sonaran. Fue así que de repente se sintió el tronar de un ruido y el amante corrió a guarecerse detrás de una mata de mango.
Al llegar Ogunda Biodé a su casa encontró a su amada esposa con los ojos cerrados y sin respirar. Desesperado volvió de nuevo a casa de su padre a quien le comunicó la muerte de Angustina.
- Te he dicho que no está muerta, pero si insiste, entonces envuélvela en una eñí (estera) y llévala al pie de Iroko.
Ogunda cabizbajo y desconsolado fue en busca de unos jóvenes para que lo ayudaran a trasladar a la muerta. Ataron su cuerpo a una estera y tomaron la dirección de Iroko (árbol) mientras por el camino cantaban para que los transeúntes se apartaran:
“Agó Agó Agó la picúa come gente, agó agó agó ella pica y no se siente”.
Llegados al pie de Iroko, los cargadores depositaron allí el cuerpo de la supuesta difunta y se marcharon.
El amante desde una mata permanecía en observación. Una vez que todos se fueron sacó un cuchillo, cortó la estera y libró a la mujer que lo siguió al país de su tío materno Kasero, el Oba de la selva. Allí fueron felices y se casaron.
Un tiempo después una gran hambruna batió el pueblo de Ogunda Biodé y como había abundancia en el país de Kasero, Ogunda Biodé decidió enviar a su hija a aquel lugar en busca de provisiones.
Al llegar la muchacha al mercado a la primera vendedora que se encontró resultó ser su madre. ¡No lo podía creer!
- ¡Iyá! (madre), gritó la joven.
- ¡Baseyó! (cállate), gritó Angustina. -Yo vendo aquí carbón, langostino, pimienta y sal. No hay que mirar jamás el rostro de la muerte. Compra lo que quieras y koyade, koyade (sal de ahí, vete).
Con el okán (corazón) destrozado, la hija de Ogunda y Angustina retornó a su ilé. Al llegar le contó a su padre lo que había visto. Éste le dijo que eso era imposible. A tanta insistencia, finalmente decidió marchar al mercado con su hija para verificar lo cierto de aquella alucinación.
Cuán grande sería su sorpresa al ver a su esposa viva y vendiendo en el mercado.
- ¡Panchaka! (ramera), le gritó y cogiendo a la adúltera por una mano y a la hija por otra se encaminó al ilé del Oba, mientras el amante que estaba cerca los seguía.
Después del ritual saludo, la primera en hablar fue la angustiada Angustina:
- Mire Oba Kasero, yo era una mujer fiel y mi primer esposo no se ocupaba de mí. Cuando estaba enferma ni siquiera me cuidaba. Un día me desmayé y en lugar de cuidarme me amarró a una estera y me llevó al pie de Iroko; como hacen en mi tierra con los muertos. Dio la casualidad que gracia a Olofin este hombre pasó por allí, me desató y me llevó con él, ¿qué de malo hay en eso, dígame usted Oba Kasero?
El rey dirigiéndose a su sobrino le dijo: - Emi ko du bale (a mí no me duermen con mentira). ¿De dónde te ha venido esa audacia de robarle la esposa a este hombre?
- Ese señor es un ironí (mentiroso). Yo no le quité a su mujer. Un día pasé por la manigua, por el camino grande, y oí gritar “ago ago…” y vi gentes que llevaban un cadáver, me oculté mientras pasaba el cortejo y después seguí mi camino. Poco más tarde volví a pasar por la mata de Iroko y escuché gemidos y pensé: alguien se está muriendo y me encontré a esta mujer, la desaté, la llevé para mi Ilé y ella me siguió y como yo no estaba casado, entonces le pedí ser mi esposa y ella me complació. ¿Qué de malo hay en eso, dígame usted señor Oba?
- ¿Qué tiene que decir usted de eso señor Ogunda Biodé? - preguntó el rey.
Esa mujer es una perversa. Cuando me dijo que estaba aidara (enferma), hice hasta lo imposible para salvarla. Desesperado fui a ver a mi padre y este me dijo que no estaba muerta y que lo que hacía era fingir. Al verla con los ojos cerrados y sin respirar ¿qué podía hacer?, no podía tener un cadáver en mi casa.
Y Ogunda Biodé suplicó al Oba Kasero que le devolviera a su esposa a fin de poder decirle a su padre lo que había sucedido.
El oba decidió devolverle su mujer al marido burlado.
Una vez recuperada su mujer, Ogunda Biodé la montó en una piragua y se encaminó de regreso a su país. Al llegar, lo primero que hizo fue llevarla a casa de su padre:
- Aquí está la mujer que decía estar muerta y sigue viva.
El padre le dijo: - No te dije que esta mujer te engañaba.
Ogunda le pidió al padre que al toque de campana reuniera a toda la población. Así se hizo. Cuando el pueblo estuvo reunido, Ogunda Biodé cogió a la mujer por los pies y le golpeó la cabeza contra el piso, después la acostó y le plantó en su corazón un ikí (palo, leña). Posteriormente cavó una tumba en su habitación donde la enterró e instaló una cama sobre ella. Allí la tuvo durante 16 días con el fin de saber si la mujer volvería a la vida una segunda vez para tomar marido por tercera vez.
Fue a partir de aquella época que se empezó a enterrar a los muertos.
En este Oddun es donde nace que por culpa del tarro se abrió la sepultura.
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