Ogunda Fun tenía un hijo de buenos sentimientos y todo corazón, pero a su vez era muy orgullo, jactancioso y vanidoso. Él se llamaba Irakundo Vuenaventura. Su padre lo aconsejaba, pero él tenía el felipé (oído) sordo.
- Hijo, no olvides nunca que quién se manda a correr termina caminando. Si deseas tener éxito en la vida, debes ir más despacio en tus asuntos. La serpiente no mide su sombra como la del arco iris.
Pasaba el tiempo y Vuenaventura era como si no escuchara los consejos de su padre.
Un día se fue a ver a Orula y le salió un odun de maldiciones y de guerra; donde aparece que la persona puede sufrir las consecuencias de la inestabilidad; donde todo se destruye y nada se afianza; donde predomina la prepotencia, el orgullo y la arrogancia. Se recomienda cultivar dosis suficientes de modestia, discreción y tolerancia y actuar con raciocinio y cordura. No ser biafó (porfiado)
A pesar de todo lo dicho y hecho Irakundo Vuenaventura seguía en las mismas sin avanzar.
Ogunda Fun un día le dijo:
- Mi omó, tu nunca has querido creer en nada, pero tendrás que hacerlo. Quizás deberías consagrarte con Oshosi y con Orun, pero siempre respetando a Shangó.
Y le dijo que fuera a la tierra nombrada María Inle donde vivía su Iyare (madre), quien por aquellos tiempos criaba una hija de Oshún Lari llamada Abeyeri Yalorde y a quien le había dado todo su ashé y poder de adivinación.
- Tu madre está casada con el Oba de la región y tratarán por todos los medios de casarte con Abeyeri Yalorde, pero nunca trates de quitarle a esa omodé (muchacha) la virtud que ella posee. Cuando te vayas para esa tierra tendrás que darle de comer a Shangó un Akuko funfun (gallo blanco) y llamarlo por su nombre, precisó Ogunda Fun.
Cuando Irakundo Vuenaventura iba llegando a la tierra María Inle, su madre, que estaba junto a su esposo, al verlo se puso muy contenta y comenzaron a cantar:
Berelela yirse awo lodeo Ogunda Fun bayemi loruo awá lode awó
Lodemi yirse egun obani shangó obaralekun lorun yalorde aba ashemi asheno binda she ashemi Ogunda Fun bi ashé bi ashé assheni.
Abeyeri Yalorde al escuchar este ankorí (canto), salió también enseguida a recibir al recién llegado, de quién quedó inmediatamente enamorada.
No trascurrió mucho tiempo para organizar el chakumbeleke fiesta de bienvenida ni tampoco la Igbé iyáguo (boda) en presencia de Orun y de Shangó. La boda se celebró en un campo sembrado todo de Ewe dun dun (siempre viva).
Durante la ceremonia, Shangó cogió tres hojas de Ewe dun dun y las puso en cruz, tomó una braza de candela en sus manos y le dijo a Irakundo Vuenaventura que besara el juramento.
- Si algún día le fallas a este compromiso, te convertiré al igual que el carbón y perderás todo el prestigio que hayas alcanzado y hasta la vista y la vida. Dijo Shangó.
Una vez casado y consagrado Irakundo Vuenaventura comenzó a prosperar un día tras otro.
Con su trabajo, carisma e inteligencia, se hizo de gran prestigio en el territorio. Todo el mundo lo respetaba, aunque la envidia sobre él se cebaba. Intolerante testarudo y resabioso y olvidándose de los consejos recibidos un día, llegó a dejar de considerar y respetar a su obiní.
Irakundo conocía el secreto de la siempre viva, sabía que era la ewé de su suerte y que debía respetarla al igual que a su mujer. Un día obstinado y obsesionado arrancó un gajo de la planta llegando a azotar a su obiní.
Abeyeri Yalorde comenzó a llorar y el padre al verla en ese estado decidió consultar con Orula saliendo el odun Oshe Meyi, donde se habla de incomprensiones, del llanto y de la tristeza.
Enterado Shangó dijo:
- Tenemos que hacer una gran Unyalé (comida) y poner una Ateyeun (mesa de comer), pero antes hay que buscar un eshin funfun (caballo) para que Irakundo se pasee por todo el nilú (pueblo) y el mismo le siga hasta la comida.
En la Unyalé se pusieron tres mesas y a Vuenaventura tres platos.
Shangó, que era el cocinero, en el primer plato le sirvió Ewe dun dun machacado y sazonado con un polvo extraño, el segundo plato lo preparó con la carne y los sesos de la cabeza de un puerco y el tercero lo hizo con pelo de jutía y hojas de la siempre viva. Al momento el awó quedó ofoyú y todo el pueblo allí reunido esperaba que él dijera algo bueno. Vuenaventura había perdido su ashé y el pueblo decepcionado se retiró.
Shangó mandó a buscar a Oyá y al poco tiempo Irakundo Vuenaventura otocú.
Fue así como por no cumplir con el consejo de Shangó el pobre Irakundo Vuenaventura murió.
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