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De palabras censuradas y el tiempo. Chilenismos


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Fue don Camilo Ortúzar (1845-1895) un eclesiástico y filólogo chileno que se desempeñó algún tiempo como capellán de la Armada de su país, y también fue presbítero de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales.

Después de varios años de trabajo terminó un libro muy importante en su momento, del que ahora voy a hablar: el Diccionario manual de locuciones viciosas y de correcciones del lenguaje, que publicó en l893, al cual incluyó en el Prólogo una carta fechada en París el 1ro. de junio de l890, firmada por Rufino José Cuervo (1844-1911), el afamado lingüista colombiano, quien se había trasladado a vivir a París, en 1882.

Cuervo hubo de revisar los apuntes enviados oportunamente por Ortúzar acerca del libro que preparaba, e hizo en la carta citada algunos comentarios sobre los disparates que se hablaban y escribían en aquella fecha, a los cuales el chileno se refería, y terminaba con este párrafo: “Nadie aguarda con más ansiedad que yo el trabajo que Ud. trae entre manos, porque nadie sacará mayor provecho de él”.

De esta primera edición existe un ejemplar en la Biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba. Sin embargo, desde hace mucho tiempo poseo un ejemplar de la segunda edición, que también —igual que la primera— fue impresa por los Padres Salesianos en su Escuela Tipográfica y Librería Salesiana, de Barcelona, en España, en el año 1902, a siete años de la muerte del presbítero y autor del libro.

Algunos de los disparates que el autor —en su opinión— refería entonces, todavía se escuchan, pero son hoy legítimas voces chilenas, así legitimadas no solamente por el constante uso por parte del pueblo, sino hasta por la Academia Chilena de la Lengua, y en tal sentido están de debida forma recogidas en el Diccionario de uso del español de Chile, publicado por la referida Academia, en 2010.

Por suerte, no tenemos en la historia de la lexicografía cubana ningún caso parecido a este chileno, en que algún especialista del idioma haya tachado de disparate una voz autóctona que otro especialista la tuviera registrada en un diccionario de cubanismos, pues sabemos muy claramente que las voces con que el pueblo nombra a diferentes cosas o a lo perteneciente o relativo a algo o a alguien, no son disparates, y mucho menos cuando tales voces han contado con su historia y se mantienen al pasar de los años.

En el Prólogo del libro de Ortúzar, este plantea cuestiones que a la luz de más de cien años no son válidas, como: “Han de tacharse además como viciosos los provincialismos, esto es, los vocablos y giros propios y privativos de una provincia o territorio, siempre que tengan equivalentes castellanos”.

Más adelante se refiere a las voces que censuró el también chileno Zorobabel Rodríguez (1839-1901), en su obra Diccionario de chilenismos, de l875, y dice: “Hemos dado cabida a gran número de dicciones [...] y mayor todavía a las chilenas, como que copiamos todas las notadas por don Zorobabel Rodríguez [...]. Pero es de advertir que no pocas voces y locuciones censuradas por los Diccionarios de Rodríguez [y otros más], habiendo recibido más tarde el visto bueno de la Academia [se refiere a la Real Academia Española], gozan ahora de tranquilo albergue en la duodécima edición del Diccionario oficial”.

En este caso le sucederá a Ortúzar lo mismo que sucedió con las voces censuradas por Rodríguez, pues es el pueblo el que impone el vocabulario a usar, y contra el uso, nadie puede impedirlo, y en ese suelo chileno había que contar con el léxico que emana de las gentes originales, los pueblos quechua y mapuche.

En esta obra del padre Ortúzar, están “escritas con negritas las expresiones incorrectas” aunque, realmente, muchas de estas palabras citadas por Ortúzar en su Diccionario, en la actualidad ni se mencionan en el léxico chileno; sin embargo, de otras de ellas escojo algunas para compararlas al pasar cien años y ver que están legitimadas ya como chilenismos, registradas en el Diccionario del uso del español de Chile, de la Academia Chilena de la Lengua:

  • Coscacho: ‘Coscorrón, golpe dado en la cabeza con el nudillo del dedo del corazón’.
  • Sunco: ‘Manco, que le falta un brazo o una mano’.
  • Cogotudo: ‘Rico, influyente, copetudo’.
  • Pachada: ‘Gallina enana”.
  • Choclo: ‘Maíz. Mazorca de maíz tierno’. (Voz de origen quechua).
  • Macuco: ‘Astuto’.
  • Volantín: ‘Cometa’. (Se trata del nombre con que se conoce popularmente la cometa con que juegan los muchachos).
  • Ojota: ‘Sandalia de cuero, que usan los peones y mineros’. (Vocablo de origen quechua). Pero hoy por hoy también así se le llama en el norte chileno a la sandalia de goma.
  • Chacra: ‘Granja, lugar de trabajo agrícola’. ‘Vivienda rústica y aislada’. (Voz de origen quechua).
  • Maltón: ‘Crecido’. Mejor explicado: ‘Joven, pero entrando en la adultez’. (Voz de origen quechua).
  • Chinchel: ‘Vinatería, aguardentería’. Esto es: ‘Cantina de baja categoría’.
  • Vereda: ‘Acera, orilla’. Se trata de la parte de una vía destinada, principalmente, al tránsito de peatones.

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