La décima como estrofa poética iberoamericana materializada en improvisaciones, ritmos, melodías, danzas y otras manifestaciones artísticas, concursos y espectáculos de la región asociadas a ella, reafirmó este verano su vigencia durante la Jornada Cucalambeana de la provincia oriental cubana de Las Tunas.
Artistas de ocho países del área participaron en este evento local de proyección internacional que cada año rinde homenaje al decimista e improvisador decimonónico tunero Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé, 1829-1861), esta vez por el 186 aniversario de su natalicio.
Creadores de Venezuela, Chile, Argentina, Ecuador, España y México, muchos de ellos procedentes de este último por su condición de invitado especial, compartieron escenarios con sus colegas cubanos en la reunión poética celebrada en este territorio a 700 kilómetros de la capital cubana entre fines de junio y principios de julio.
Los cultores foráneos de ese tipo de folclor, que emplea la décima como estructura para componer canciones, ritmos y bailes como el jarocho mexicano de Veracruz, el joropo venezolano o la cueca chilena, interactuaron con los improvisadores cubanos de la espinela (dos redondillas de octosílabos enlazadas por otros dos versos), variante de la décima más empleada en la región.
Aunque el centro de las actividades fue la ciudad capital y las sedes habituales de la Cucalambeana en el lugar donde vivió Nápoles Fajardo, amplios sectores poblacionales de la provincia tunera pudieron apreciar las presentaciones de decenas de artistas aficionados y profesionales que viajaron hasta las comunidades.
Según Ramón Batista, director de la Casa Iberoamericana de la Décima “El Cucalambé” en esta provincia, institución organizadora de estas citas, esta edición logró balancear la presencia de la décima y sus correspondientes ritmos regionales entre sitios tradicionales de actuación y municipios, barriadas y apartadas comunidades rurales.
Batista aludió en especial a la exhibición de artistas invitados y nacionales tanto en esos lugares como en sitios urbanos y el escenario histórico de El Cornito, donde residió el Cucalambé, a cinco kilómetros de la capital tunera.
Vistosas y bien concebidas galas en las que intercambiaron artistas foráneos y locales exhibidas en ese sitio histórico alternaron con el concurso anual de décima improvisada Justo Vega Faura, emblemático repentista matancero ya fallecido, y los programas poéticos del certamen escrito dedicado a “El Cucalambé”.
El de repentistas, en el que solo compiten cubanos, fue ganado por Cindy M. Torres, Reibel Nodal y Liliana Rodríguez; y el literario por el tunero Junior Fernández con el libro Extraños ritos del alma.
Organizadores y estudiosos del tema resaltaron el incremento de jóvenes participantes en estos certámenes en comparación con otras Cucalambeanas.
Esos y otros escenarios en los que sesionó la parte teórica del evento, el XIX Coloquio Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, sirvieron para la presentación de varios libros y ponencias sobre el tema.
Entre esos últimos figuraron el álbum Ortodecimante, del pedagogo y poeta tunero Guillermo Castillo, quien logró llevar a décimas 40 reglas del idioma español, también trasladadas a la música y cantadas por niños.
Ese volumen, en principio publicado en Colombia e integrado por discos y videos del sello Bis Music que exhiben la actuación de sus intérpretes, es único en su género y deviene referente pedagógico internacional.
Otros libros presentados fueron los titulados Francisco Riverón y La Palabra en el espejo, ambos de la autoría de Efraín Riverón y editados por Letras Cubanas.
Uno de los textos más importantes, Al dulce nombre de mi patria unido, del escritor local Carlos Tamayo, principal estudioso vivo sobre El Cucalambé y su obra, describe al poeta y repentista del siguiente modo: “Representante por excelencia del siboneísmo y el criollismo, movimientos literarios cuyo afán primero era cubanizar la poesía, fue el máximo exponente de este noble empeño”.
Tradiciones populares coexisten con artes visuales
Las manifestaciones artísticas vinculadas a la décima coexistieron en el evento con tradiciones populares de la región, entre ellas las relacionadas con la culinaria cubana mediante platos y bebidas y los juegos campesinos practicados aquí en espacios ecuestres.
Entre las modalidades comprendidas en estas últimas competiciones figuran las surgidas de actividades agropecuarias autóctonas, como las protagonizadas por jinetes, tal es el caso de las llamadas corridas de cintas, en las que el diestro tiene que insertar un pedazo de madera en forma de lápiz en una pequeña argolla y desde un caballo a todo galope.
Parte del público apreció esas modalidades, mientras otra asistió al Justo Vega o a las recitaciones y lecturas de los llamados catauros de la décima, espacio ya bien establecido en el que coexisten escritores e improvisadores de esa estrofa, estos últimos a través de controversias o diálogos poéticos de poetas consagrados, como Emiliano Sardiñas y Luis Paz.
Toda esa amalgama de creaciones líricas basadas en dicha estrofa de diez versos, nacida en España entre los siglos XV y XVI y practicada en la región desde hace tres siglos, interactuaron en esta Cucalambeana con documentales, exposiciones fotográficas y muestras plásticas y otras modalidades de las artes visuales.
Conocidos artistas plásticos cubanos sumaron su impronta creadora a la de varios de sus compatriotas y colegas mexicanos asistentes al homenaje conmemorativo a “El Cucalambé”.
Los insulares Nelson Domínguez, Premio Nacional de Artes Plásticas, y Rogelio Fundora, uno de los actuales creadores autodidactas, sumaron sus obras a las del tunero Jesús Vega y a las de creadores aztecas.
Domínguez dejó instalada en el céntrico restaurante El Colonial de esta provincia (unos 700 kilómetros al este de la capital), diez enormes piezas en forma de platos con motivos ornamentales costumbristas y culinarios.
Montadas en fibrocemento, las obras de ambientación del artista, que figura entre los relevantes en la historia de la plástica cubana, fluctúan entre los 90 y 140 centímetros y ocuparon fachada y paredes del popular centro de servicios.
Fundora (conocido como El guajiro que pinta) instaló en una esquina emblemática de la ciudad (Vicente García y Joaquín Agüero) un mural cerámico con motivos campestres y figurativos que simbolizan a la mujer campesina y su entorno.
Esta pieza fue concebida por el creador de Mayabeque (40 kilómetros al este habanero) como una poetización de la Flor de Birama (nenúfar) y simboliza a las féminas de la campiña en un certamen basado más en la virtud que en la belleza.
El mural, de 3,20 metros de ancho por dos de alto, fue realizado por su autor con lozas de cerámica horneadas en la planta de Cerámica de San José de las Lajas y es también un homenaje de su autor, quien también trabaja la tierra, al reciente XI Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
Faura, por su parte, concibió un mural cerámico en la citadina calle Vicente García que sintetiza de modo monumental la conmovedora historia de la provincia de Las Tunas durante las guerras de independencia del siglo XIX.
La instalación expresa además, mediante, motivos ornamentales, ruinas, columnas, palmeras y flores, a una ciudad que asumió una arquitectura ecléctica después de ser quemada cuatro veces por los patriotas de aquellas gestas para evitar su ocupación por los invasores.
México estuvo liderado por producciones del artista plástico Juan Holguín, por muestras del Taller de Gráfica La Chicharra, de Oaxaca, y por xilografías de gran formato de los talleres mexicanos La huella gráfica y Rinoceronte Magenta.
Otras exposiciones fotográficas internacionales fueron El campo y sus tradiciones, del artista español José Rubio, y Memorias cucalambeanas del alemán Hans Ulric Meyer, así como la colectiva de autores de gráfica mexicana en Cuba.
Una exposición de artesanía de artistas tuneros y de Ciego de Ávila, provincia invitada especial al evento; Pasajes del alma, de Cenia Escalona, provincia de Granma; y un Salón de paisajes sobre décima ilustrada y artesanía completaron la línea plástica de un encuentro que comenzó en 1966 para rendir culto a la décima como expresión oral.
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