Del ayer cubano
La Cuba de hace 98 años
Machado, también llamado El Mocho, Mussolini Tropical y Asno con Garras.
Aquel veinte de mayo, llovió con ganas. Y el abrumador chaparrón hizo que la ceremonia quedase bastante deslucida.
Ese día pasaba a ocupar el más alto cargo ejecutivo nada menos que Gerardo Lorenzo Machado y Morales, un cuatrero de Camajuaní que se las arregló para obtener las estrellas del generalato insurrecto.
Alguien, que era profeta, en la toma de posesión susurró entre dientes: “¡Ahora sí que nos cayó la sarna!”.
Por su parte, el mandatario saliente, Alfredo Zayas, conocido como El Chino, aunque no criminal, sí era una buena perla. Imagínense, su señora esposa se sacó --¡qué casualidad!— el premio gordo de la Lotería. Y él… bueno, él se erigió una estatua en vida.
Alcohol viajero
En aquel año de 1925, al cual nos hemos trasladado en alas de la fantasía, está vigente para el vecino norteño la Ley Seca. Sí, la llamada Prohibition. Y los curdonautas yanquis no vacilan en darse un saltico por encima del estrecho, pues en estos lares los líquidos espirituosos hacen olas.
Pero eso no es todo. ¡Qué va! Alrededor del asunto etílico estalla un sonado escándalo. Se descubre que un cargamento de alcohol ocupado a la mafia por las autoridades norteamericanas, que lo habían donado a hospitales cubanos, ha emprendido el viaje de regreso, pues la Salud Pública de aquí lo envía hacia la acera de enfrente, para allá venderlo. Sin lugar a dudas, un hermoso ejemplo de “pureza” gubernamental.
Pero, ¿qué más sucede en 1925?
Ah, pues se funda, en El Cerro, el Sexteto Gloria Cubana, que incorporará el piano a ese formato sonero.
María Teresa Vera está grabando en Nueva York.
Maiakovski pasa por la calurosa capital cubana: “Llegamos fritos, asados y hervidos”, declara el poeta de gélidas tierras.
Se edifica el ostentoso Centro Asturiano, obra de Manuel Busto. Por su parte, los jesuitas trasladan el Colegio de Belén para una espaciosa sede marianense.
Están arribando japoneses a Isla de Pinos, donde cultivarán melones. Cuando llegue la Segunda Guerra Mundial, despiadadamente los meterán en el Presidio Modelo, sospechosos de actividad enemiga.
Y, por último, en aquel año los reglanos, siempre tan originales y fiesteros, organizan una regata de bateas, en honor a su virgen patrona.
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