Precisamente, con expresiones metafóricas señaló Fidel el meollo de aquellos debates acontecidos los viernes 16, 23 y 30 de junio de 1961, en el Salón de Actos de la Biblioteca Nacional. “En el fondo, si no nos hemos equivocado, el problema fundamental que flotaba aquí en el ambiente era el problema de la libertad para la creación artística, expresó. Un “problema” que para significarlo complejo el líder de la Revolución lo equiparó con una madeja “Es una madeja —pudiéramos decir— bastante enredada, y no es fácil de desenredar esa madeja. Con lo cual aludía, a esa identificación que desde antaño se ha hecho entre el mundo textil y el de la comunicación, de la que se desprenden otras expresiones metafóricas como: “pensamiento enredado”, “tejer una relación”, “seguir los hilos del discurso”.
Situación compleja, ante la que propuso “aterrizar”, atender razonablemente a la realidad. Por eso describe en un tono cordial: “Había ciertos miedos en el ambiente, y algunos compañeros han expresado esos temores. En realidad a veces teníamos la impresión de que estábamos soñando un poco, teníamos la impresión de que nosotros no hemos acabado de poner bien los pies sobre la tierra”.Y vale destacar la conexión de esta expresión popular, “poner bien los pies sobre la tierra”, con operaciones metafóricas mayores de la que deviene como macrometáfora, y que se reencuentran en la estructura semántico-cognitiva del lenguaje como “la vida es una ruta”, “los problemas de la vida son irregularidades del terreno de desplazamiento” y “ser efectivo en la vida es desplazarse firmemente en el terreno”.
Fidel convocaba a sus interlocutores a desenredar la madeja, a desenrollar “el hilo de Arianna” sobre inaugurales caminos de entendimiento, dialogo y participación, orientado hacia el “bien de todos”, por el pan y la poesía para todos. Los llamaba a implicarse y a despejar la travesía de fantasmas, de febriles temores a laberintos y minotauros, asentados por el anticomunismo pre-revolucionario y venidos con otros soplos foráneos, desde otras experiencias revolucionarias.
Y lanza su hilo discursivo por el contraste entre los dos años primeros de la Revolución y el pasado reciente. “Yo creo que aquí se ha insistido un poco en algunos aspectos pesimistas. Creo que aquí ha habido una preocupación que se va más allá de cualquier justificación real sobre este problema. Casi no se ha insistido en la realidad de los cambios que han ocurrido con relación al ambiente y a las condiciones actuales de los artistas y de los escritores”. A partir de lo cual les pregunta: “Si la Revolución comenzó trayendo en sí misma un cambio profundo en el ambiente y en las condiciones, ¿por qué recelar de que la Revolución que nos trajo esas nuevas condiciones para trabajar pueda ahogar esas condiciones? ¿Por qué recelar de que la Revolución vaya precisamente a liquidar esas condiciones que ha traído consigo?”
Colocaba así, al problema y a su solución en dos órbitas distintas, en la atmósfera y en la tierra. Lo que aludía, tal vez sin conciencia plena, a representar el meollo, como el (des)encuentro de dos cosmologías, dos modos de percibir y vivenciar las transformaciones políticas de entonces y que como síntomas se manifestaron en aquel debate y con posterioridad. Relacionadas con nociones históricas de “revolución”, que formaban parte de aquel contexto discursivo, de aquel “espacio de experiencias” y de aquel “horizonte de expectativas”, para decirlo con dos conceptos de Koselleck. La “revolución” entendida comocaos, obra de una fuerza sobrenatural, incontrolable por los hombres, o ya como arranque, impulso, racionalmente gestionado; como sinónimo de tempestad, convulsión,alboroto... o como renovación, progreso, vanguardia....
Con todas las gradaciones y entrecruzamientos que presupone esta dialéctica entre representación y realidad. Que se expresa en sutiles matices de significación y de entendimiento.
En un sentido moderno, y al interior del lenguaje de la ciencia, el término “revolución” se usó para describir un fenómeno ajeno al hombre. Logró relevancia con la obra de Copérnico De revolutionibus orbium coelestium, para referirse al desplazamiento de los cuerpos celestesalrededor de otro. Lo que implicaba dos tipos de movimientos: el de la tierra alrededor del sol y el de la tierra sobre su propio eje. Doble significado que de algún modo se extrapolaría al lenguaje político. Al decir de Koselleck, el concepto natural de “revolución” preparó el concepto propio de la filosofía de la historia, caracterizado por un movimiento general, irreversible en último término. Así hasta mediado del siglo XVIII, revolución significaba “una convulsión que se repetía periódicamente en el curso de la historia constitucional”, como pensaban Aristóteles y Platón.
Movimientos que se describen con círculos y vinculados con la noción de “revolución”, como “el retorno a un estado más feliz”. La Revolución Norteamérica, conservadora para algunos, se puede explicar bajo esta metáfora, lo que se buscaba era recuperar y preservar las libertades con la cual los colonos habían construido su idea de nación. La refundación de aquella utopía era su punto de retorno. En cambio, con la Revolución Francesa, su representación se acercó más a la idea de progreso. La mayoría de los participantes lo hicieron bajo la idea de que con su accionar se reanudaba la marcha de la historia, detenida por la monarquía; la refundación de la sociedad francesa, significaba un salto revolucionario en el punto en el que debía “reiniciar” una nueva nación y una historia completamente nueva, desconocida y nunca antes narrada.
Este espectro semántico de “revolución” resulta inseparable de la politización del concepto. Su relevancia circunstancial, más allá de su rendimiento teórico y explicativo, le confiere centralidad en el debate político. Ante lo que considero pertinente dos observaciones: 1) en muchos casos las propias condiciones en las que se da la discusión son las que establecen el grado y la orientación de ese corrimiento y 2) el posicionamiento en este espectro semántico no siempre es directamente equivalente al posicionamiento ideo-político, al menos el declarado.
Como es posible rastrear en su escritos de entonces, hubo en aquella heterogénea representación de los intelectualescubanos, entre “los que se fueron”, “se quedaron “ o “se fueron quedando”, quienes valoraron la Revolución como un evento imprevisto que irrumpía y desviaba lo que había sido considerado el curso “natural” de la historia y otro , como un proceso político fundamental y consciente que perseguía ya no restablecer los “derechos naturales” sino institucionalizar otra naturaleza, otra cultura política.
De tal modo que si los de Lunes de Revolución perecieran adscribirse a la segunda postura, en tanto llegaron a lanzar sus dardos a los del grupo Orígenes, y a intelectuales como Alicia Alonso y René Portocarrero, “alegando la necesidad de cerrar lo viejo, y abrir el espacio para un nuevo estilo y una nueva estética en el campo del arte”, sus propios comportamientos lo ponen en duda. Sus textos oscilaban, como apuntara José AntonioPortuondo “su empeño era seguir la última onda venida de los grupos rebeldes de afuera”. Al final, Carlos Franqui y Guillermo Cabrera Infante temían al “fantasma rojo” y se sintieron “traicionados” porque la Revolución no hizo el círculo de retornar a la Constitución del 40.
Eran marcos distintos desde los que se vivenciaba el proceso político, con sus particulares o más grupales intereses, con indicadores y cronómetros distintos. Unos focalizaban su mirada en el salto, la ruptura, y por tanto,en las incertidumbres que generaba; otros en las metas y en los sujetos de la transformación, en su movilización consciente para impulsar el presente hacia un futuro mejor. Visiones que conllevaron a posturas, en distintos grados, temerosas o esperanzadoras, pesimistas u optimistas. Desde los que se interpretó aquel acto del habla conocido como Palabras a los Intelectuales y la tan manipulada frase de “dentro de la Revolución”. Por aquella premisa kantiana de que no pueden existir experiencias sin conceptos, ni conceptos sin experiencias.
De ahí, la pertinencia de visitar aquel tiempo histórico a través de las metáforas con las que significaron la Revolución Fidel y sus interlocutores. Para, desde su representación discursiva, llegar hasta el proceso de articulación conceptual de sus vivencias, aproximarnos a las estructuraciones conceptuales de estas experiencias que pudieron llegar a independizarse de estas metáforas y que les sirvieron como punto de arranque para denotar y valorar aquella realidad objetiva.
En el entendido de que las metáforas son expresiones, por conductos lingüísticos, de la experiencia temporal y resultan “un modo de acceso privilegiado a los horizontes metahistóricos (antes-ahora-después)”. Son estructuraspenetrantes e indispensables de la comprensión humana mediante las cuales captamos, figurada e imaginativamente, el mundo. Puesto que no solo hablamos con metáfora, sino que con ellas conceptualizamos la realidad social. Ellas informan de los marcos mentales que condicionan nuestra acción. No es lo mismo sentirnos dentro una atmósfera asfixiante o dentro de una camisa de fuerza, que impulsados por un flujo histórico o formando parte de una marcha.
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