La mayoría de los países –tal vez todos– tienen un día del año dedicado a homenajear a las madres. Casi siempre lo denominan en singular: Día de la madre pero en Cuba, es en plural: Día de las madres. Las fechas cambian según el país, en el nuestro, es el segundo domingo día del primaveral mes de mayo, el de las flores.
El periodista Víctor Muñoz, en el pasado, tuvo mucho que ver con la iniciativa que pronto se convirtió en una de las más hermosas tradiciones que, con el tiempo, se ha ido atemperando a los cambios.
En los años que corren, se hacen largas listas de obsequios, presentes y toda clase de regalos. Hay quien regala a todas las madres de la familia y por extensión, a todas las féminas de la misma aunque no sean madres, por aquello de que “toda mujer lo es en potencia”. Los hay que quienes incluyen a las vecinas más cercanas, a sus maestras y profesoras o a las de sus hijos y en fin… muchas son las personas a regalar.
Las tarjetas postales, por correo o entrega “en sus manos” también están asociadas a largas listas a las que suman, las tarjetas por correo electrónico y los mensajes por esa vía u otras: Twitter, WatsApp, Messenger, Facebook…
Pero originalmente la cuestión fue muy sencilla, no había más obsequios que flores de cada uno a sus madres, entregadas personalmente a las vivas o colocadas en las losas de los cementerios las fallecidas. A su vez, los caballeros y las damas, en las solapas de sus trajes los primeros y en el escote del vestido ellas, se colocaban una flor roja si su progenitora vivía y una flor blanca, si ésta ya no se encontraba físicamente.
Con los años, los comerciantes comenzaron a complicar el asunto y aparecieron en las vidrieras de las tiendas las “ofertas por el Día de las madres”, con productos de todo tipo para el público femenil: perfumería, jabonería, sedería… y con precios “para todos los bolsillos” según sus propios slogangs y mientras más madres tenía el cliente en su familia, vecindario, centro laboral o estudiantil, mejor, porque más productos compraría. El consumismo traicionó la humildad de la iniciativa originaria.
Cuestión aparte, considera este escriba, que la ocasión es propicia para recordar que en nuestra historia hay que recordar madres esenciales. En lugar cimero “la Madre de la Patria”: Mariana Grajales Coello, que aportó a la patria la estirpe de los Maceo-Grajales; a Leonor Pérez, la amantísima madre del Apóstol de la independencia y Héroe Nacional José Martí; a Lucía Íñiguez, la madre de Calixto García que comprendió a su hijo “primero muerto que rendido” o cuando aún no se hablaba de patria pero Casiguaguas, madre aborigen en la región de La Habana prefirió ahogarse con su prole de seis hijos en las aguas de un río antes de ser esclavos de los colonizadores españoles y al oriente, Casiguaya, la esposa del cacique Guamá que, muerto su esposo y prisionera ella con su hija, prefirió matar a su descendencia y suicidarse ella antes de que la ejecutaran los que oprimían a su tierra.
Y entre las madres esenciales de nuestra historia, las que hoy se encuentran en la historia reciente y en el presente, en brigadas médicas por todo el orbe ayudando a salvar vidas ante la pandemia, mientras que sus hijos e hijas –y toda la Patria– esperan orgullosos por su regreso o las que, en distintas actividades de la producción y los servicios, incluyendo los propios servicios médicos, están en Cuba, poniendo a riesgo sus vidas para salvar otras, prevenir la enfermedad o que la economía no pare y sirva de retaguardia. Feliz Día de las Madres.
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