También pudiera llevar por título “Donde el alma ha volado como paloma: la casa de la Loynaz”. Es que la Casa Natal de quién fuera destacada escritora,presidente de la Academia Cubana de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Academia Española es hoy, Monumento Nacional de la República de Cuba.
Dulce María Loynaz nació en La Habana, el 10 de diciembre de 1902, fruto de la unión del general del Ejército Libertador Enrique Loynaz y del Castillo, autor de la letra del Himno Invasor, y de la cubana María de las Mercedes Muñoz Sañudo, aficionada al canto, la pintura y el piano.
No sería entonces de extrañar que este ambiente familiar, de tanta espiritualidad, influyera en la gran pasión que emergió de lo más hondo de suspensamientos y sentimientos, extrovertidos a través de su gran e íntimo amor: la poesía.
Dulce María es una de las figuras más relevantes de las letras cubanas. Su nombre se encuentra entre los primeros lugares de la poesía hispanoamericana. Alcanzó el Premio Nacional de Literatura en 1987 y el Premio Cervantes en 1992. La mayor parte de su obra fue realizada en la casa donde vivió hasta sus últimos días.
Su hogar fue lugar de encuentros y tertulias literarias con destacados artistas y escritores cubanos y extranjeros. Su acogedora vivienda, ubicada en la calle 19 no. 502 esquina a calle E es una bella muestra de la arquitectura típica de lasmansiones del barrio del Vedado en La Habana.
En la actualidad el inmueble es sede del Centro Cultural Dulce María Loynaz, el que fuera fundado el 5 de febrero de 2005 y que en poco tiempo ha devenido referencia de la vida cultural de la ciudad, en particular de la creación literaria y la edición de libros, pero también de la interrelación con otras artes.
Esta institución desarrolla una programación cultural sistemática y variada, propiciando la participación de los creadores y de diferentes grupos sociales. Varios de sus espacios son coordinados por conocidos escritores, historiadores y periodistas. En el inspirador jardín y en el hoy nombrado Salón Federico García Lorca se presentan habitualmente los más importantes intelectuales cubanos de todos los géneros literarios y de las diversas promociones y tendencias artísticas que actúan hoy en la isla.
Entre los principales valores que hacen al lugar Monumento Nacional está lo aportado por la escritora. En la poesía de Dulce María se destaca una franqueza descarnada que provoca la imaginación y la subjetividad de no pocos lectores. Ella evoca una misteriosa inquietud acerca de cómo vivió la intensidad de su ser. Algunos de sus versos parecen expresar desgarradores momentos, otros aparentan no pocas contradicciones, quizás tantas como tuvo su atribulada alma. De lo que no hay dudas es que su obra está colmada de grandes y profundos sentimientos.
En el prólogo de Cesar López a la segunda edición del libro “Dulce María Loynaz. Poesía” se presenta un valioso recorrido de algunos de las principales ideas de la obra de toda la vida de María Mercedes Loynaz y Muñoz, aunque se le conoce, desde la infancia, como Dulce María.
De ese texto se toman algunos elementos que son fuente de inspiración para recrear lo imprescindible que resulta para la literatura cubana e hispana conocer los valores de la poesía de esta autora.
Para el nombrado escritor, Loynaz era la “Dama de la poesía cubana” la que supo encarnar la poesía verdadera, “aquella que propone una acción espiritual… que no desdeña la acción carnal”. Se dice que se está en presencia de una “poesía de las esencias”.
Hay varios elementos, de una u otra manera recurrentes en su poesía: el agua: en “Juegos del Agua” de 1947; agua de mar, agua de río, agua perdida: “luego cayó la tarde los dos eligieron el mar”, o “¡Cuándo un chorro tendrás que rompa el broche de mármol que te ciñe, y al fin por un instante alcance a traspasar como espada, la Noche!”; o en sus Poemas sin Nombre de 1953 como “Va a llover” o “Llévenme al agua”.
También sobre la tierra: en “Melancolía de Otoño”: “Como en la tierra se revuelven y confunden los huesos de todos, así lo bueno y lo malo se van rodando mezclados al fondo de mi vida” o en sus jardines y rosas; “Mi jardín tiene hoy… Mi jardín tiene en esta mañana, olores de flores que se marchitaron hace tiempo…”; “En mi jardín hay rosas… En mi jardín hay pájaros con canto de cristal… En mi jardín abejas labran fino panal… Para ti lo infinito o nada…”.
El aire melancólico se respira a través de toda su obra: por ejemplo en “Poemas sin Nombre”: “Yo dejo mi palabra en el aire, sin llaves y sin velos…” o “Tú tienes alas y yo no: con tus alas de mariposa juegas en el aire, mientras yo aprendo la tristeza de todos los caminos de la tierra”.
Quizá nadie dude del fuego que quema su interior y puja constantemente por salir, por quemar…, por quemarse: También de “Poemas sin Nombre”: “Era mi llama tan azul, que por mucho tiempo temí que me la apagara la brisa que venía del lado del bosque al atardecer… Después, la llama aquella quemó el bosque.”
¿Será casual? ¿Tendrá relación con el precedente de la antigüedad griega cuando se referían a los cuatro elementos básicos: tierra, agua, fuego y aire? lo cual data de los tiempos presocráticoperdurando en la Edad Media hasta el Renacimiento, e influyendo profundamente en la cultura y el pensamiento de la vieja Europa.
¿No es acaso Dulce María un producto de estos cuatro elementos y más…? ¡Quién duda de su humanismo, de la fuerza de su ardiente llama, de su vuelo, del cultivo de su verso, de su prosa y de las rosas en sus jardines, y de sus jardines de rosas. Su jardín mayor, el de su pecho, y también de aquel que fuera fuente de contemplación e inspiración, el de su casa natal, en un profundo suspiro de su ardiente alma y, del mar de ríos de sus no pocas lágrimas!
También está la habanera y su Almendares y su ciclón, “el cubano ciclón” y dando prueba de su cubanía: “Yo no diré que mano me lo arranca,/ni de que piedra de mi pecho nace:/Yo no diré que sea el más hermoso…/!Pero es mi río, mi país, mi sangre!”.
En su Casa Natal, no existen fantasmas, pero la realidad de su espíritu aparece en las noches, sobre todo “en las madrugadas en la ventana abierta” y en la mañana, envuelve jardín y morada, y el espíritu del caminante que llega y la halla, para materializar su intangible presencia que colma cada fractal de lo corpóreo y del alma. Por todo eso y más, tiene elbien merecido reconocimiento de Monumento Nacional, la casa y su entraña.
Qué lástima de aquellos, quienes… aun sabiéndote, no supieron conocer de tu persona… Aunque, no importa; si aún viven, ¡están a tiempo! para que tequieran: pero ellos han de quererte entera, no por zonas de luz o sombras, pues han de quererte toda y, tendrán que hacerte caso y poner las manos,¡pues tú sigues pariendo estrellas!
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