Dora Alonso, tan querida por los niños y por todo nuestro pueblo, es una figura realmente excepcional, digna de los más altos reconocimientos, es sin dudas, una cubana de la cual habría muchas cosas que decir. Su obra, sus libros, narradora para niños, de manera muy especial, como periodista de siempre, y en la radio y la televisión sus novelas, sus cuentos, sus experiencias acumuladas para hacernos vivir, se mantienen vigorosas como la primera vez.
Nació en Matanzas un 22 de diciembre de 1910, hace 110 años en un pueblecito llamado Recreo, hoy Máximo Gómez.
En el 2010, la Casa de la Cultura, en su pueblo natal, conmemoró el aniversario de su natalicio. La tarja en la casa que la vio nacer, es un símbolo para el recuerdo y la emoción más tierna.
Desde muy pequeña sabía esta artista de la palabra, que sería escritora. Ganaba un Concurso Infantil y unos años, después, se publicaba su primer poema. Una vez comentó: “fui escritora antes de saber escribir”.
Yo siempre la he admirado de manera especial, sobre todo por su obra infantil que mis hijas disfrutaron mucho.
Yo recuerdo la vez que, en el Guiñol de la Habana, yo salía con mis niñas del teatro. En los portales, estaba el Caballero de París y por primera vez, pudieron ellas conocerlo. Quizás el Caballero, ansiaba haber disfrutado como nosotras, la obra que allí acababa de exhibirse. Fue una tarde de alegrías y de emociones.
Aventuras de Guille, El Cochero Azul, Ponolani y el títere Pelusin del Monte, obras de Dora Alonso, que marcaron mucho la vida de los niños cubanos en aquella época de inicios de una Revolución, que deseaba desterrar para siempre los terribles desequilibrios sociales que nos habían dejado los anteriores gobiernos entreguistas.
Dora Alonso, era tan cubana como las palmas de nuestra tierra. Ella misma lo había contado muchas veces. No hacía más que dejar en el papel lo que le sustentaban sus memorias. Desde muy niña, había conocido por su propia familia aquellas situaciones tan suyas y tan de nuestro pueblo. Ahí radicaba, gran parte de sus éxitos.
“Todo por lo que luché y escribí es lo que tenemos hoy en nuestra Cuba. Te lo digo porque viví el esclavismo en los cuentos de Namuní, mi nana, y la seudorepública, con todos sus dictadores feroces y sus ladrones botelleros, en carne propia. Así, si te preguntan, diles que soy una vieja revolucionaria que aún escribe cuentos de aparecidos y cree en la Pájara Pinta. Y quien le busque las manchas al Sol… qué equivocado vive”.
La flauta de chocolate, aún hoy en día, redobla sus sonidos, y qué decir de la Aventuras de Pelusín del Monte, que semanalmente llegaba a la masa infantil por la televisión. Me alegré tanto cuando esta obra de Dora, alcanzó el Premio Casa de las Américas.
Siempre he pensado que su condición de periodista consagrada, le ayudó extraordinariamente a desarrollarse como escritora. Un buen periodista es un ser, que, en primer lugar, resulta muy observador de toda la realidad que le rodea, y, además, se convierte en un comunicador de excelencia. Sus habilidades como dramaturga, como narradora y poeta, hicieron de ella una escritora muy especial.
Sus experiencias como corresponsal en la Sierra Maestra, la Campaña de Alfabetización, Playa Girón y la Crisis de Octubre, reflejaron su fuerte compromiso con una tierra en Revolución que reclamaba el mayor de los esfuerzos de sus hijos. Allí estaba ella, entregada y dispuesta al sacrificio.
El interés que manifestó en un momento de su vida de escribir textos para los niños, nos muestra que la autora veía en las más jóvenes generaciones una fuente inagotable de futuro, que no sólo supiera valorar su pasado, sino que garantizara con los mejores valores humanos el porvenir de la Patria.
La televisión, la radio, la música, contribuyeron a la difusión de su obra. Sus escritos tan sencillos, atados a sus raíces, a su historia, estremecidos de emociones, aún palpitan en muchos cubanos que crecieron con ella.
En lo más profundo de su ser, también estaba la mejor de las profesoras, esa necesidad que sentía de hacer llegar a los más jóvenes, la sabia de sus conocimientos.
En mi biblioteca, sus libros permanecen con la fuerza vital que los sostienen.
Y no solo los niños, los adultos también la disfrutamos. Sol de batey y Tierra Brava, llevadas a nuestro arte televisivo, alcanzó record de audiencia. Aún hoy muchos cubanos en retrasmisión las ven con verdadero interés. Ya Dora, como guionista radial, había acumulado muchos éxitos. La televisión la esperaba. Bien merecido el Premio Nacional de Literatura que recibió en el año 1988. El campesino, los valores éticos del ser humano y el amor entrañable a la naturaleza aparecen bien arraigados a su obra. Sus libros traducidos a varios idiomas, visitaron muchas regiones del mundo. Los galardones recibidos prestigian su vida y su obra.
Orgullosos los cubanos de aquellos tiempos de haberla sentido tan cercana y que su voz se hubiera entrelazado con nuestros ríos y montañas y con el vuelo siempre admirado de las aves que cruzan el cielo de la Patria nuestra.
Una vez expresó:
“Las mejores satisfacciones que me ha brindado la literatura han sido las provenientes del pueblo. No te voy a negar que los premios que he recibido a lo largo de mi vida de escritora y periodista me han llenado de alegría, el ser Premio Nacional de Literatura es un ejemplo”
Una vez nos dejaste. Habías llegado a los 90 años, llena de hermosa longevidad. Fue un día triste, el 21 de marzo de 2001, pero allí estaba tu títere favorito, Pelusín del Monte, el tuyo y el de los niños cubanos, ese títere, que a pesar de la tristeza que nos embargaba, cada vez que lo recordamos, nos hace tiernamente reír.
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