Los tiempos exigen polémicas, y viceversa. Estamos inmersos en un mundo plagado de contradicciones entre el neoliberalismo imperialista y los movimientos sociales progresistas y revolucionarios. Sabemos que las crisis, a nivel global, laceran cualquier intento por salvar a la humanidad de sus flagelos. Aunque parece increíble, el movimiento revolucionario sigue siendo independentista y anticolonial, pese a los dos siglos transcurridos desde la revolución de Haití. Hay quienes viven en el servilismo total, esperando infinitamente la dádiva de los poderosos, mientras que otros marchan transformando la sociedad contemporánea a favor de un futuro digno de la especie humana. En la eterna lucha de contrarios se inserta el debate constructivo y movilizador de pensamientos cuyo destinatario es la obra creadora.
En la esfera de los saberes historiográficos y en los concernientes a la batalla ideológica actual de los cubanos –quienes saben perfectamente el precio de la sostenibilidad de la independencia nacional– prevalecen múltiples inquietudes sobre la historia como ciencia, cultura y parte del sistema educacional, su participación en la conformación de valores morales en los educandos y en la población en general, si ella es epistemológicamente total o parcial, su relación con la creación artística y literaria, y la pertenencia o no a una determinada escritura, entre otras cuestiones.
Llama la atención el interés de los medios de comunicación por la mencionada enseñanza de la historia. Ello indica su importancia en la formación integral de los alumnos y la presencia activa de los maestros en el destino de las nuevas generaciones, cuestión siempre presente en los debates del mundo intelectual y en las restantes esferas sociales del país. No obstante, a veces se emiten criterios sin una base objetiva que responda a encuestas especializadas o a estudios científicos que responsabilicen a los textos docentes, los maestros y demás agentes vinculados al conocimiento histórico, de la ausencia de valores morales en determinados sectores de la población y, en particular, de los jóvenes. Semejante sobrestimación conduce al desconocimiento del papel desempeñado por los múltiples agentes sociales en la conformación y el fortalecimiento de la cultura política de la sociedad actual.
Creer que la educación, y una disciplina en particular, posibilita la construcción armónica del conjunto espiritual es subestimar al resto de sus elementos constitutivos. Significa, además, desconocer el largo camino recorrido por la humanidad desde los tiempos del humanismo enciclopédico de finales del siglo xviii hasta los días actuales. Y también conlleva a la creencia categórica y absolutista de que solamente el conocimiento sobre las grandes hazañas, con sus virtuosos liderazgos, puede promover el patriotismo o el sentido de pertenencia al país y a su historia, soslayando las cualidades y el papel protagónico desempeñado por los pueblos en la creación de sus destinos. No hay líder ni obra sin pueblo capaz de construir el presente y el futuro. Mirada muchas veces ausente cuando del análisis histórico se trata.
En los últimos años abundan las publicaciones de monográficos colectivos. Algunas de ellas devienen una suma de artículos relacionados con una temática determinada sin que intervengan una tesis como hilo conductor o disímiles puntos de vista coincidentes o antagónicos, mediando la ausencia de un ejercicio colectivo representativo de varias investigaciones. Otras, por el contrario, constituyen resultados parciales de empresas científicas cuyo objetivo final es la diversidad de visiones, vinculadas entre sí, en torno a un campo específico de estudio. En este último sentido está enmarcada la obra titulada Dos Titanes en la historia y la cultura cubanas, publicada por Ediciones Santiago en el 2016, bajo la coordinación de los doctores Israel Escalona Chádez y Damaris Torres Elers.
El texto incluye 43 artículos de la autoría de profesores universitarios de Santiago de Cuba, Ciego de Ávila y La Habana, así como de los centros de Estudios Militares “José Maceo”, Sociales y Caribeños “José Antonio Portuondo”, investigadores del Departamento de Investigaciones de la Oficina de la Historiadora de la ciudad de Santiago de Cuba, del Centro de Investigaciones y Documentación de la Lucha Clandestina en la mencionada ciudad, así como periodistas, museólogos, entre otros especialistas y estudiosos de la historia.
Escasas son las publicaciones incluyentes de ambos próceres. Entre ellas se encuentra el libro de Olga Portuondo, Manuel Fernández Carcasés e Israel Escalona, junto a otros autores, titulado Aproximaciones a los Maceo (Editorial Oriente, 2005). Por lo general, la mayoría de los estudios recae en Antonio, mientras que José es destacado por su relación con su hermano y su protagonismo en la esfera militar. No obstante, resulta encomiable la labor realizada por el historiador Abelardo Padrón en su libro El General José. Apuntes biográficos, dado a conocer por la Editorial de Ciencias Sociales en 1975.
Retornando a “los dos Titanes”, los autores lo dividieron en dos bloques: “De la acción y el pensamiento de ambos” y “Perdurabilidad y defensa del legado de los próceres”. El primero construye la vida patriótica en sus diferentes ámbitos, mientras que el segundo analiza sus repercusiones en las diferentes esferas del saber, incluyendo los estudios específicos de la historia de Cuba. Hay conjunción de historiografía con sistematización de conocimientos inéditos.
Es bueno recordar la escasez de empresas propiamente biográficas en los estudios historiográficos, género mayoritariamente cultivado por los investigadores del arte y la literatura.
Un texto como el reseñado en esta oportunidad requiere, si de concepción escritural moderna se trata, la presencia, como parte inseparable del análisis histórico, de la psicología, la historia cultural, la literatura, la antropología y la historia del arte.
Los temas abordados en el primer bloque incluyen los vínculos de Antonio y José con Juan Gualberto Gómez (Damaris Torres), los médicos (Ricardo Hodelín), los revolucionarios holguineros (Hernel Pérez Concepción), José Martí (Francisca López Civeira y María Caridad Pacheco), los patriotas cienfuegueros (Orlando García), entre otros; la génesis del pensamiento y su desarrollo a través de las guerras, las conspiraciones y proyectos políticos según las realidades concretas de cada región o lugares visitados, fundamentalmente por Antonio. Están presentes, además, los criterios historiográficos sobre la muerte del Titán en Yamila Vilorio y José M. Márquez. Hay que reconocer que la inmensa mayoría de los artículos aborda a este último y que, en sentido general, lo predominante son las temáticas relativas al pensamiento político y la lucha militar.
En relación al segundo bloque, en lo propiamente artístico y literario, se destacan las valoraciones en torno al arte monumentario (Daniel Suárez y José Antonio Villar, Ángel Cabrera y Mayda Pérez, María Cristina Hierrezuelo, Carlos A. Lloga, Filiberto Mourlot y Ana Livia Ferrer); a la poesía, en Navarro Luna (Carmen Montalvo), la novela histórica, (Zoe Sosa), la fotografía (Laritza Herrera Carrión), el cine, referido a la Protesta de Baraguá y a su creador, José Massip (David Silveira Toledo), la pintura (Bárbara Oraima Arguelles), la música con la trova tradicional santiaguera (Roberto A. Tremble), la revista Verde Olivo (Filiberto Mourlot y Ana Livia Ferrer Quesada), y Antonio Maceo en la oratoria de Fidel Castro (Graciela Pacheco Feria y Víctor Manuel Pullés).
Sin embargo, la división en dos bloques, entiéndase grandes temáticas, constituye una alerta sobre la necesaria imbricación entre los estudios históricos y las restantes esferas de la cultura. No cabe duda que la historia emociona y provoca pensamientos y creaciones, concreta el milagro de los sueños y posibilita el desarrollo de la inteligencia.
Basándose en fuentes documentales, bibliográficas y pertenecientes a la webgrafía, los autores abordan con maestría y talento las dimensiones políticas y personales de quienes marcaron pautas en la gesta interminable del pueblo cubano por su independencia y soberanía nacionales. Es un referente necesario para la realización de empresas futuras. Constituye una obra de consulta para docentes e investigadores, a la vez que incita a la apertura del debate.
No pocas veces, en los escenarios de discusiones y los medios masivos de comunicación, se llama la atención sobre la imperiosa necesidad de proteger la memoria y la herencia. Sin embargo, aún queda mucho para lograr un entendimiento colectivo en torno a tan sensible asunto. En el prólogo del libro, René González Barrios habla de la compilación de las obras completas de Antonio Maceo y Máximo Gómez, labor encomiable y sumamente necesaria para la protección de la nación, dirigida por el Instituto de Historia de Cuba.
Preservando el legado se construyen el presente y el futuro. Las venideras generaciones valorarán críticamente la contribución de los actuales creadores a la cultura nacional, y agradecerán o culparán a los que han sido fieles o no a sus exigencias espirituales.
Las conductas marcan momentos y no es patrimonio absoluto del discurso político la develación de la intimidad de las épocas. Lo que se hace está por encima de lo que se dice, y este libro es un llamado a la realización de la obra de todos para que siempre triunfen las ideas justas, razones que marcaron las vidas de los próceres de la patria. Gracias a los autores por hacer de este libro un referente de verdades.
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