En el panorama literario de los 90, en la UNEAC, donde la Sección de Literatura Infantil y Juvenil que yo presidía solía reunirse entonces en eventos, salones de autores o premiaciones de “La Rosa Blanca”, irrumpió de repente un joven de pelo largo y rizado que venía desde el interior del país lleno de ideales en pos de lo que debía ser un buen libro para niños. Frías, le decíamos todos por su apellido y, a poco, nos deslumbró con su primera entrega Destinatario dragón, libro original, que se apartaba de convenciones y poses amaneradas hacia el discurso que se dirige a los niños. Luego tuve la suerte de leer varios cuentos aislados de este autor, que aparecieron en algunas selecciones de las publicadas por entonces y ahora, al cabo de los años, por esos avatares de la vida, me lo encuentro lo mismo en Facebook que en una calle de La Habana Vieja, menos joven, pero tan inquieto como antes. Dialogando hoy con Eduardo Frías Etayo (1), puedo atestiguar que, pese a sus acercamientos esporádicos a la mal llamada LIJ, es de esos autores que, de verdad, ponen la carne al asadero cuando de cuidar de la infancia eterna se trata…
¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?
Hablar de la existencia de una literatura infantil, para mí, es como glorificar la desdeñosa forma en que muchos autores consideran a la literatura infantil como una literatura menor. Sí existe para mí el género de literatura para niños, como existen los géneros de ciencia-ficción, policíaco, la novela negra u otros. Literatura, en mi opinión lo abarca todo, incluso a veces la mala literatura.
¿Qué piensas de la infancia?
La infancia es la etapa del aprendizaje despreocupado. Es el aprehender el mundo a diario con la despreocupación de que hay muchos mañanas. Lástima que el mañana llegue tan rápido. Yo por suerte nunca abandoné mi infancia.
¿En tu concepto los niñ@s leen hoy día más o menos que antes?
Hoy los niños leen menos, es algo que nos golpea a diario. Cada vez es más difícil la competencia con los medios visuales. Y no sólo pasa con la lectura, los niños interactúan menos en el acto lúdico. Las computadoras, consolas de video, playstations, wifi, y cuanta maravilla tecnológica creada y por crear, se han ido apoderando del espacio de juegos y libros.
¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niñ@s?
Al igual que cualquier obra dirigida a un público adulto, el tono en las obras infantiles varía mucho. La infancia son diversas etapas, y considero que el tono debe estar acorde al nivel de aprendizaje de la edad. Creo que más que el tono, lo que cambia un poco es la forma en que se les debe enfocar un tema determinado. Eso sí, estoy en contra del tono paternalista y simple de muchas obras que tratan a los niños como si su nivel de comprensión necesitase todo el tiempo de minimizaciones. Cada vez que escribo pienso en cómo me habría gustado que me contaran la historia.
Se suele decir que en cada libro que se escribe va un gran porcentaje de la personalidad de su autor. ¿Eres tú parecido a alguno de los personajes de tu obra?
Siempre ando mezclándome con personajes de mis libros. En algunas ocasiones, incluso, puedo ser hasta protagónico, pero prefiero aparecer siempre disimulado en el fondo. Hay partes de mí en casi todas mis historias, hasta en las que son completa fantasía.
¿Cómo concibes idealmente a un autor para niñ@s?
Me cuesta imaginarme idealmente a un autor de literatura infantil. Cada vez que me miro en el espejo me convenzo más de que es difícil crearme la imagen de cómo debe ser un escritor de historias para niños. En lo interior sí tiene que ser alguien que nunca dejó de ser niño, alguien que quiere aprender y que tiene la sensibilidad de compartir el juego de crear una historia.
¿Reconoces en tu estilo alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?
No sabría decirte si reconozco la influencia de algún autor en específico en mi estilo. Ya algún crítico se dedicará algún día, si me leen, a compararme con este o aquel escritor. Sí tengo influencias, tal vez no de estilo, pero sí de autores. Tal vez Christine Nöstlinger, María Gripe, Excilia Saldaña, e incluso tuya Enriquito.
¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?
De pequeño devoraba lo que me pusieran delante. Recuerdo que mis primeras lecturas fueron Las Aventuras de Pif, luego me enamoré de las ediciones de Gente Nueva de Flor de Leyendas, Oros Viejos, y El Cochero Azul. A los ocho años descubrí Tom Sawyer, y por ahí llegó Huckleberry Finn. Y ya de ahí la pasión por la aventura me llevó a los mares de Malasia con Sandokán, y al Caribe con el Corsario Negro. Ya antes de los diez años había sido pirata, mosquetero, e incluso náufrago.
¿Quién es tu héroe de ficción?
Mi héroe de ficción fue Edmundo Dantés.
¿Quién, tu villano?
Mi villano, en cambio, fue el Duque de Wan Guld.
¿Cómo insertas tu obra dentro del panorama actual de la llamada literatura infantil cubana?
Siempre me ha costado la concepción de insertarme. Considero que mi obra es parte del género que se está haciendo, aunque llevo ya unos años desligado a la producción de libros infantiles que se hace en la Isla, pero cada vez que viajo a Cuba trato de adquirir lo último que haya salido de este género. Considero que mi obra es una ficción para niños que sucede dentro de su cotidianeidad. Son sus problemas, sus dudas, sus aciertos reflejados dentro de cada historia.
¿Qué es lo que te enciende emocionalmente-creativamente?
No suelo ser para nada disciplinado a la hora de escribir, ni siquiera cuando son artículos de mi trabajo. Para estos últimos necesito el stress del tiempo. Para la literatura soy más bien un escritor de musa. Mi musa es realmente una de las más envidiosas, así que se dispara a ponerme a escribir cuando leo algo bueno, enseguida comienza a decirme al oído que tengo que hacer una historia tan buena como la que estoy leyendo.
¿Qué es lo que te desanima?
Lo que me desanima es la rutina. La adultez que nos imponemos.
¿Qué atributos morales piensas que debe portar consigo un buen libro infantil?
Un libro infantil, aunque sea la mayor fantasía del mundo, debe ser honesto. Y por supuesto debe enseñar. El libro debe ser un maestro más en el aprendizaje, un maestro cordial, y que haga reír, tal vez en ocasiones llorar. Los sentimientos son parte de ese aprendizaje también.
Aparte de tu profesión actual, ¿qué otra cosa te hubiera gustado ejercer?
Además de arqueólogo, y profesor ummmm… La arqueología fue mi sueño y mi pasión desde niño, ser profesor es algo que he amado de adulto, escritor ha sido pasión y diversión, no profesión. Pues si tuviese que ser otra cosa sería escritor de profesión, y arqueólogo y profesor por hobby.
¿Qué profesión nunca ejercerías?
Mi abuelo decía que no hay trabajos denigrantes, sólo hay formas denigrantes de hacer algunos trabajos. No ejercería ninguna profesión que me lleve a cambiar quién soy.
¿Podrías opinar de la relación autor-editor?
Si me permites, y sin ofender al gran editor de libros dirigidos a la infancia que te considero, creo que esa relación cada día se vuelve más disfuncional. Tal vez en Cuba con una política editorial dirigida a la producción de libros para el gran público eso se vea menos. En el mundo actual, en detrimento de la literatura, hay mucha autopublicación, tal vez porque son escasos los editores a los que les interesa publicar pensando en el receptor del libro. El desgano y la desidia nos van invadiendo frente a la competencia de los medios audiovisuales y la tecnología. Cada vez son menos los editores que bajan a la liza junto al autor a romper lanzas por el papel impreso. Uffff en este momento ando complicado, a mi tesis doctoral se le han unido un par de libros sobre mi especialidad, más un libro de poesía que tengo engavetado por ya casi cinco años. En cuanto a la literatura infantil comencé hace sólo unos días un nuevo libro. Aún no tiene título, pero es la historia de un niño emigrante amante del béisbol que llega a un nuevo hogar donde ese deporte es casi desconocido.
Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio, ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?
Siempre
soñé de niño con un naufragio, pero no con la disyuntiva de tener que escoger
sólo diez libros. Creo que me habría ahogado con toda la biblioteca. Pero,
bueno, ya que hay que escoger, empecemos: Momo,
de Michael Ende; Me importa un comino el
Rey Pepino, de Christine Nostlinger; Matilda,
de Roald Dahl; El Silmarilion, de J.
R. R. Tolkien; El Conde de Montecristo, de
Alejandro Dumas; El Nombre de la Rosa, de
Humberto Eco; Historia de Cronopios y de
Famas, de Julio Cortázar; Faraón,
de Boleslaw Prus; Trampa 22, de
Joseph Heller y como décimo, no porque sea mejor que mis otras historias, pero sí
por el cariño que le tengo por ser mi primer libro: Destinatario Dragón.
Nota:
(1) (Holguín, 1968). Escritor y profesor. Entre sus publicaciones se encuentran Destinatario Dragón (Editorial Extramuros), Cama en Fuga (Editorial La Pereza) y textos en las antologías El Cuento de Nunca Acabar y Un Libro con muchos Gatos (ambas de la Editorial Unión), y en la antología Cuando quieres mirar a las Nubes (Editorial La Pereza). También textos suyos aparecen en revistas como Chinchila y Se puede vivir en Ecópolis. Poemas suyos han sido publicados en antologías, y revistas culturales cubanas como Caimán Barbudo y Esquife. Ha sido jurado de diferentes eventos de literatura a nivel nacional en Cuba, entre los que se incluye el Premio Nacional “La Rosa Blanca” de literatura para niños. En la actualidad se encuentra residiendo en Puerto Rico.
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