El 10 de abril de 1869 abría sus sesiones la primera asamblea constituyente de la República de Cuba. El acontecimiento ocurría en la pequeña ciudad de Guáimaro, en la región del Camagüey, próxima a los límites con los predios orientales.
El cónclave duró tres días y se tomaron importantes decisiones para el futuro de la patria. De hecho, se aprobó la primera Constitución de la República de Cuba, como antecedente solo se había conocido un proyecto de constitución elaborado en 1813 para una entonces inexistente República de Cuba, por el abogado bayamés Joaquín Infante, exiliado en Venezuela.
La Constitución de Guáimaro, como se conoció en la posteridad, fue el documento que trató de uniformar a los patriotas de todas las regiones en armas: los orientales, levantados con Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 en la Demajagua; los camagüeyanos, alzados en Las Clavellinas el 4 de noviembre de igual año, y los villareños, pronunciados desde febrero de 1869. Además, estaban presentes los occidentales que, aunque no estaban levantados en armas, sostenían un ambiente de hostilidad patriótica en su terruño. De hecho, la naciente república adoptó la forma federal de gobierno, dividiéndose en cuatro estados: Oriente, Camagüey, Las Villas y Occidente.
Se eligió al presidente de la república, siendo Carlos Manuel de Céspedes exaltado a la primera magistratura de la nación, y a su Consejo de Gobierno para ayudarlo a ejercer el poder ejecutivo, integrado por un vicepresidente, el secretario de la Guerra, el de Estado y otros secretarios.
El poder legislativo recayó en la Asamblea de Representantes, con cuatro representantes por cada estado y amplios poderes por encima del ejecutivo y del mando militar, cuestión que, a la postre, influyó negativamente en el desarrollo de la guerra y el funcionamiento de la república.
El Ejército Libertador se organizó en cuerpos de ejército, y estos en divisiones, brigadas, regimientos y escuadrones, pero, sobre estos mandos, la secretaría de la guerra organizó los departamentos militares. El poder civil local de la república, se organizó en prefecturas, con un prefecto al frente, y tendrían la misión de apoyar logísticamente a las tropas.
En Guáimaro quedó organizada la república cubana, en armas, pero república al fin. Tal vez los congresistas dieron más importancia a crear una república que a hacer una guerra para lograrla, pues, después que se perdió Bayamo, capital de la Revolución entre octubre de 1868 y enero de 1869, la república solo funcionó en la manigua irredenta, pues los mambises, nombre que adoptó el ejército patriota, no podían sostener los pueblos y ciudades que liberaban y, por tanto, la libertad era temporal.
No se percataron de que el mando militar debía ser independiente, los jefes de las grandes unidades de combate se vieron enfrentados a la tiranía de las decisiones de la Cámara de Representantes, que era ambulante y, además, sin las comunicaciones necesarias con todos los mandos.
Pero hubo otras cuestiones muy importantes que emergieron en la asamblea de Guáimaro. Fue allí que se aprobaron los símbolos patrios que han acompañado y definido desde entonces a la nación cubana.
Se aprobó como bandera nacional la que enarbolaron los camagüeyanos y villareños en sus levantamientos, la misma que levantó, en la occidental ciudad de Cárdenas, el general expedicionario Narciso López el 19 de mayo de 1850 y, nuevamente, en Bahía Honda en su segunda expedición al siguiente año, y la misma que empleó Joaquín de Agüero cuando se levantó en 1851 en el Camagüey. No obstante, se aprobó que la bandera de Céspedes estaría a su lado en las sesiones de la Asamblea de Representantes.
El escudo de la Palma Real y el Himno de Bayamo o La Bayamesa, serían los otros símbolos de la patria que ese día se organizó como república.
Foto: Tomada de Internet
Como hito de extraordinaria trascendencia, en Guáimaro se aprobó la abolición radical e inmediata de la esclavitud. Mucho se discutió sobre la modalidad de hacerlo. Unos plantearon que fuera de forma gradual y con la indemnización a los propietarios de esclavos. Nadie pensó en indemnizar a los hombres, mujeres, niños y niñas esclavizados, pero, finalmente se aprobó la abolición radical sin indemnización, sin embargo, como limitación, se aprobó un Reglamento de libertos que regulaba la conducta y hábitat de los esclavizados y culíes que serían liberados.
No podía pedirse más, todos los asambleístas eran hombres ―no había féminas―, de piel blanca, de clases pudientes, ricos terratenientes. No hubo allí obreros ―clase social muy escasa en la Cuba de entonces―, ni campesinos, ni pequeños propietarios, ninguno era negro, mulato, indígena o de origen asiático. La república la fundaba el bloque burgués-terrateniente criollo, con sus limitaciones de clase, pero bastante radicales fueron. Al menos esa es mi opinión.
En el cabildo abierto que realizaran los asambleístas en la plaza pública de la ciudad, sí se alzó la voz de una mujer: Ana Betancourt, que reclamó el papel de la mujer al lado de sus compañeros en la guerra y en la organización de la nación.
En Guáimaro nació nuestra primera república, y por ello, en el exilio, durante la Tregua Fecunda entre guerras (1880-1895) los cubanos conmemoraban la fecha con actos públicos y discursos, y el aniversario 23 de la república fue la fecha que José Martí escogiera para dar a conocer las bases y estatutos del Partido Revolucionario Cubano, el 10 de abril de 1892, para hacer la independencia de Cuba y auxiliar la de Puerto Rico. Guáimaro fue el sitio escogido por los constituyentistas de 1940 para promulgar la Constitución de ese año, fruto del proceso de la Revolución del 30 y, en el aniversario 150, en el 2019, los mambises de hoy promulgamos nuestra actual Constitución, la que se aprobó con más del 86 % de los votos del electorado cubano en un referendo, en otra fecha patriótica: el 24 de febrero.
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