El arranque del Sistema Cultural Revolucionario


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La isla de Cuba es reconocida como una de las grandes productoras de lo que se ha venido a denominar como música popular, junto a otros países como Estados Unidos y Brasil, que han tenido la influencia de diversas etnias en la formación de su nacionalidad, ya que cada una de ellas trajo sus costumbres en diversos campos, como el religioso y el musical, que se han reflejado de manera más o menos intensa en el comportamiento social y las costumbres de los ciudadanos de esos países, que se fueron enriqueciendo más aún en la interacción y el intercambio de información, con el avance de la vida moderna.

La penosa etapa de la esclavitud, hizo que vinieran a Cuba, ya concentrándonos en la isla, seres humanos arrancados por la fuerza de sus tierras de origen y no solo fueron sometidos a trabajos prácticamente inhumanos, sino que les fueron prohibidas las prácticas de sus creencias religiosas por los colonialistas, pero los africanos encontraron en el sincretismo religioso con los santos católicos, la manera de esconder a sus orishas, a partir de algún parecido o coincidencia y mantuvieron sus costumbres, dialectos y formas musicales que transculturaron a las nuevas condiciones de vida, lo que contribuyó a la creación de un folclor que mantuvo vivas estas tradiciones y en nuestro caso, crearon otras de folclor urbano, como el fabuloso complejo de las rumbas y las congas, heredadas de los Cabildos del Día de Reyes, más otros aportes indispensables en el enormemente rico raudal musical cubano.

En Cuba hay una interesante colección de libros y escritos realizados por relevantes estudiosos e investigadores de las distintas formas de hacer música y su nutrida variedad de géneros, pero realmente la historia es rica en personalidades y aspectos anteriores a 1960. Después, aunque existen escritos y valiosos resúmenes, la historia de la evolución musical no ha sido suficientemente recogida a pesar de que ya han pasado 56 años. En ello influye el concepto de vida nueva que trajo el cambio de modo económico del país, que motivó una serie de experimentos y disposiciones que se han querido implantar, algunos más eficaces que otros, que sufrieron insuficiencias en su funcionamiento, hasta que no ha quedado más remedio que volver poco a poco a prácticas que se habían tratado de cambiar, pero que la realidad demuestra que son las más indicadas.

Es cierto que hay aspectos e iniciativas que han resultado acertadas, empezando por el éxito en cuanto a la formación técnica de nuestros músicos y el resultado de iniciativas loables como el movimiento coral y el de aficionados a distintas disciplinas artísticas; el sistema de  Casas de Cultura; el Consejo Nacional de Espectáculos de Virulo García; compañías como La Colmenita en el trabajo con la niñez o la Compañía de Lizt Alfonso con la estilización de nuestra herencia española y otras relevantes compañías de danza, pero estas últimas provienen de una acertada política de apoyo a —prácticamente— iniciativas personales y búsqueda de financiamiento tanto estatal, como de fundaciones y entidades foráneas, ya en una etapa más reciente, no a la política planteada por el gobierno en un principio, sino producto de la experiencia y el choque con la vida diaria.

Antes de la adopción del Socialismo como modo económico y sistema de gobierno en Cuba, las contrataciones de artistas profesionales de la música se realizaban a través de las asociaciones o sindicatos de artistas. Para los solistas y cantantes la Asociación Cubana de Artistas, que tenía su sede en Laguna y Perseverancia, en Centro Habana, cuyo Secretario era Manolo Fernández, cantante de tangos principalmente, que había comenzado su carrera en La Corte Suprema del Arte, posteriormente sustituido en asamblea celebrada en el teatro Martí.

Por otra parte, existía la Unión Sindical de Músicos de Cuba (USMC), en la calle San José, que tenía como Secretario a José María Arriete Bambitelli, pero tras el triunfo de la Revolución ocupó el cargo Carlos Faxas —arreglista, director del cuarteto que llevó su nombre: “Los Faxas” y activista revolucionario, siendo el autor del arreglo al Himno del 26 de Julio de Agustín Díaz Cartaya, que se grabó de forma clandestina y había sufrido prisión y golpizas, habituales de la policía batistiana.

Los lugares de trabajo contrataban a los artistas y pagaban al sindicato, que por una  muy pequeña cuota actuaba como entidad de respaldo e incluso velaba porque no se produjeran desplazamientos a los profesionales por artistas que no estaban debidamente registrados.

Las asociaciones contaban con activistas como Silvia Chávez y otros en función de inspectores, que chequeaban el personal y las condiciones de trabajo en los distintos lugares, exigiendo se cumplieran las condiciones requeridas y la opinión que existe de esa etapa califica el quehacer de esas asociaciones como una eficiente labor en pro del trabajo artístico musical.

En Santiago de Cuba también había una Asociación de Artistas que fungía como sindicato para los cantantes y muchos de ellos venían para La Habana, que reconocía el aval de la citada asociación, como el caso de Lupe Victoria Yolí Raymond “La Lupe” y Migdalia Hechevarría, ganadoras de un concurso llamado “la Escala de La Fama”, cuyo director artístico era Chan Li y con aquella victoria obtenida se les abrieron las puertas al profesionalismo, tan así, que Migdalia Hechevarría trabajó en el Hotel Sevilla Biltmore, donde en el bar del lobby tocaban nada menos que Bebo Valdés en el piano, Israel “Cachao” López en el bajo y Rolando Laserie el que triunfaría más tarde como “El Guapo de la Canción”, nombre puesto, según algunos testimonios, por Germán Pinelli, prácticamente su descubridor cuando en son de broma lo ponía a cantar en El Show del Mediodía en una época que se unió este programa al del dúo de “Olga y Tony” (Olga Chorens y Tony Álvarez) donde tocaba la batería, por lo que la joven cantante santiaguera debutó en La Habana por todo lo alto. Así llegaban del país artistas con su aval provincial, para probar suerte en a capital.

Otra excelente cantante y compositora, integrante durante muchos años del cuarteto vocal “Los Modernistas” y posteriormente una brillante carrera de solista, Lourdes Torres, que empezó muy joven a cantar en el coro vocal de Paquito Godino en Tropicana, recuerda que le pagaban 50 pesos a la semana, o 50 USD y el sindicato le cobraba por la representación 1.90 semanal, o sea, le llegaban de los 50 pesos la cantidad de 48.10 semanales.

En el caso de los grupos y orquestas, el director cobraba y repartía, según el criterio de participación de los músicos y el sindicato de músicos también descontaba un peso y un poco más, de acuerdo con la ganancia, como rememoran músicos que participaron en esa etapa como el excelente percusionista y arreglista Enrique Lazaga, de la famosa charanga francesa Ritmo Oriental.

Los sindicatos —a pesar del poco tiempo en el poder del Gobierno revolucionario— funcionaban y exigían, en apoyo a las demandas salariales y a principios del 59, hubo una huelga en contra de las emisoras, principalmente CMQ Radio, porque pagaba 1.30 por programa a los músicos y el sindicato presionó, dejando sin música a la emisora hasta que pagaron 3 pesos por programa y  5 pesos por el Show del Mediodía, en TV, que era un programa de anunciantes múltiples sin gran presupuesto, y en un horario que no se consideraba estelar, pero lo veía toda Cuba y competía en rating con  los monstruos de por la noche como Cabaret Regalías y Jueves de Partagás, de grandes presupuestos para la época.

Cuando triunfa la Revolución y Batista escapa del país, comenzaron a operarse cambios en el funcionamiento de casi todos los sectores, en el afán de una nueva vida que se comenzaba, basada en la fe hacia un futuro luminoso para la nación. La creación del Consejo Nacional de Cultura, el 4 de enero de 1961, absorbe las funciones de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación y ya este aparato se dedicó por entero a desarrollar y programar las actividades artísticas y culturales con el fin de garantizar el acceso de toda la población al disfrute y estudio de las distintas disciplinas culturales, que estaban diseminadas por escuelas privadas, instituciones del estado y patronatos de asociaciones civiles en labor de mecenazgo.

Junto a la Campaña de Alfabetización, en el propio 1961, se creó la Imprenta Nacional de Cuba, donde se comienzan a editar clásicos de la literatura mundial, para que la población pudiera adquirir por precios módicos obras literarias de gran significado, además de las importadas de editoriales como Seix Barral y otras de carácter técnico que puso al alcance popular importantes obras editadas en español desde Moscú, Praga y otras ciudades del campo Socialista, más una fina selección del mundo capitalista. Poco después, la Imprenta Nacional comenzó a ocuparse de la salida al mercado de los discos de vinilo, antes de crearse la EGREM (Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales), en 1964.

Ya en el propio 1959, a 83 días después del triunfo de la Revolución, se creó el ICAIC (Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográficas) presidido por el prestigioso intelectual Alfredo Guevara y el 19 de abril de 1961, La Casa de las Américas, que tuvo al frente una mujer excepcional, como la inolvidable Haydée Santamaría, instituciones que llegaron a alcanzar una activa presencia en la imagen de la cultura cubana con indiscutible excelencia.

El apego a la cultura en sus más diversas manifestaciones, se hizo política del gobierno y la creación paulatina de instituciones como el Ballet Nacional de Cuba, con la autoridad de una figura mundial como Alicia Alonso y los ilustres hermanos Fernando y Alberto Alonso, fuerza creadora que envidiaría cualquier país independientemente del nivel y la región; El Conjunto Folclórico Nacional, que llevó al escenario desde la rumba de los solares hasta rituales desconocidos por el gran público; Danza Moderna con Ramiro Guerra un nombre de prestigio mundial, que fue incomprendido  en un momento dado, pero se quedó en Cuba cuando podía estar al frente de cualquier gran compañía en el mundo, hoy Premio Nacional de Danza; orquestas sinfónicas en varias ciudades del país; un movimiento teatral impresionante, con el apoyo directo y atento del Consejo Nacional de Cultura en todas y cada una de las expresiones y muchas acciones más, que lograron que la cultura artística floreciera en toda la Isla.

Se habían creado las bases para que todos, sin importar recursos económicos, origen o situación geográfica, pudieran estudiar carreras artísticas, haciendo realidad la ilusión de muchos hombres y mujeres de gran talento que no pudieron alcanzar el sueño de ser un artista en la disciplina que fuere, de no contar con el nivel técnico necesario para desarrollar toda su capacidad y a pesar de ya estar escrita gran parte de la maravillosa leyenda musical cubana, uno piensa en hasta dónde podían haber llegado Arsenio Rodríguez, Sindo Garay, Benny Moré, Miguel Matamoros, María Teresa Vera y tantos grandes que hemos tenido si hubieran contado con el sistema de enseñanza artística que logramos alcanzar en este país, que está (para no ser absolutos) entre los más musicales del mundo.

 

Fuentes consultadas por el autor:
Lourdes Torres; Migdalia Hechevarría; Pepe Reyes Fortún; Enrique Lazaga.

 

 


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