¿Quién no ha escuchado que cada artista tiene un loco por dentro? Quién sabe si así, de una manera tan displicente, se esté definiendo una verdad asociada durante cientos de años con la creatividad y esa manera connatural de hacer de lo subjetivo una suerte de conjeturas y exorcismos.
Como bien define Alicia Piedra del Valle en su ejercicio final de grado: «El arte ha sido, para muchos, la representación de pensamientos perdidos en mentes privilegiadas». Lo cual, si se quiere, alude a esa condición propia que hace de cada creador un soñador, un imaginador empedernido y autosuficiente, que logra concentrar en un pedazo ínfimo de material, toda la historia y la vida del hombre. De ahí que El arte de la locura (1), sea un fiel exponente de este concepto y trate de materializar los referentes más personales de la artista.
La creatividad puede ser considerada la barrera que separa la cordura del delirio. Es tan fina esta línea que de cruzarla no se notaría mucho el estado psíquico de quien lo hace. Hay artistas que, en su extravío, han dejado obras extraordinarias para la Historia del Arte. Si solo mencionamos tres, Vincent van Gogh, Edvard Munch y Salvador Dalí, la aseveración quedará justificada. Uno se encerró tanto en su vida y en sus pesares, que terminó por transmitirle a su obra el sentido único de una pincelada atormentada y pasional, de curvas y de naturalezas exuberantes y de una pureza de color que anunciaba su propia perturbación. El otro, en cambio, enfermo de bipolaridad, no tardó en crear un estilo sumamente personal, basado en acentuar la expresión más esquemática y hacer un uso particular de lo simbólico. En Dalí, la gracia y la actuación terminaron por trastornarlo y convertirlo en uno de los seres más extravagantes de la última centuria, que le aportó al surrealismo toda la carga expresiva y onírica propia de su condición.
Puedo afirmar que cada artista ha tenido un momento de incomprensión y de insatisfacción. Es ese tiempo en que nada fluye, en que nada que hagamos nos parece bien y, con seguridad, cuando las críticas son más voraces. Esta neblina de improductividad puede llegar a ser mortal para nuestra obra si las causas externas se apropian de nosotros y terminan por afectar nuestra autoestima. Tal vez el único antídoto eficaz es el continuar trabajando.
El estrés, el uso de alguna sustancia alucinógena o el mal dormir, pueden terminar por acrecentar nuestra desesperación y despertar por siempre al mal artista. Un momento terrible que no muchos logran superar y que nadie llega a olvidar. Y ha sido precisamente esto, lo que ha servido de motivación a esta joven artista para proponernos con El arte de la locura, una suerte de regresión a ese tiempo. Así, mediante la animación intenta recrear toda una historia, llena de símbolos y situaciones, que son el motor impulsor.
Por eso no duda en recrear un escenario ilógico, que representa el inconsciente de cada artista y con el que decide explorar la sensibilidad del espectador. Y así, en una breve obra de casi tres minutos, en los que se apoya en la animación con recortes, captura ese momento de alucinación, de frustración, locura o lapso de inconciencia del personaje principal del corto, en su viaje a través de escenarios repletos de situaciones absurdas y carentes de sentido. Un juego todo, si se quiere, de ese estado de inconsciencia y desconcierto con lo cual la artista se crea un mundo en el cual su espíritu encuentra regocijo y satisfacción.
Estamos frente a un ejercicio sencillo, que no recurre al efecto desmedido ni tecnológico sino al discurso directo, sin más pretensiones que la de exteriorizar una situación que nos toca a todos. El arte de la locura es el desahogo de una artista con ella misma. Es el intento por recrear su mundo interior mediante un proceso común, cotidiano y existencial, que aborda los problemas que provocaron una frustración en su vida artística. Y como anuncia en sus conclusiones: «han servido de terapia para mantenerme distraída y concentrada, lo que hizo que poco a poco volviera a ser la muchacha tan segura de sí misma que era».
Nota:
(1) Tesis de grado defendida recientemente en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro.
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