Desde que el legendario Nené Manfugás hizo sonar el primer Tres que se conoció en Cuba en el lejano año 1893, el Son se adueñó de aquel instrumento de cuerdas para ser indispensable en su ejecución.
El Son que nació retozando y sudando ron entre las empinadas lomas del sur del Oriente cubano, tuvo en el pinareño Miguelito Cuní a uno de sus más grandes intérpretes, aunque esto es difícil de afirmar categóricamente teniendo entre nuestros soneros a voces como las de Benny Moré, Carlos Embale, el Trío Matamoros, Tito Gómez y unas cuantas decenas más de soneros, pero es que esa voz redonda, caliente y electrizante estaba hecha para el Son, aunque también se categorizaba en el bolero, el pregón y la guaracha.
Pero donde más gala hizo Miguelito Cuní de su inmensa voz fue cuando se empinaba en un Son. Entonces aquel gigante se crecía aún más, su timbre metálico y dulzón penetraba con fuerza dominando cuerdas y cueros y se hermanaba con la trompeta de Félix Chappotín y era entonces cuando el canto hecho un solo módulo rítmico lo dominaba todo para extasiarnos en la atmósfera melódica que ambos creaban o para dar rienda suelta a nuestros impulsos vitales a través del baile.
Miguelito Cuní, cuando todavía se le llamaba por su nombre de Miguel Arcángel Conill, se inició tempranamente en la vida artística cantando sones. A los doce años ya cantaba en el Sexteto Los Caramerelos, en su natal Pinar del Río. Luego allí se unió al Sexteto Caridad que dirigía el Niño Rivera. También estuvo en el Sexteto La Lira, de Margarito Santa Cruz.
En una entrevista en la Revista Bohemia nos dijo que el Niño Rivera, Arsenio Rodríguez y Félix Chappotín fueron sus mejores maestros. Pero siempre con su natural modestia se inclinaba respetuosamente ante otros grandes soneros y mencionaba al Trío Matamoros, al Septeto Habanero, a Fernando Collazo, Cheo Marquetti y Abelardo Barroso.
Miguelito Cuní siempre admiraba a los jóvenes soneros y tenía palabras de elogio para los que comenzaban a destacarse como José Antonio Rodríguez con el Conjunto Sierra Maestra. Tuvo pública admiración para los exponentes del Son agrupados en el Movimiento de la Nueva Trova, como Pancho Amat y Sara González.
En 1983, desde el 8 de mayo hasta el 14 de noviembre estuvo recluido en el hospital clínico quirúrgico víctima de una trombosis cerebral de la cual se repuso con nuevos ánimos para continuar su vida artística. Con mucho optimismo declaró cuando le dieron de alta que participaría en los festivales donde le invitaran.
Recordaba con nostalgia pero nunca triste, su participación en la orquesta de Ernesto Muñoz con la que se inició en la radio en 1938 presentándose en la emisora El Progreso Cubano, luego Radio Progreso.
En 1939 fue llamado por Arsenio Rodríguez para cantar en el famoso cabaret Sans Soucí, y en 1942 cantó con la orquesta de Arcaño y sus Maravillas en las emisoras CMPQ y la Mildies.
Cuando Arsenio Rodríguez se trasladó para Estados Unidos, Félix Chappotín se quedó al frente del conjunto y entonces la agrupación musical tomó el nombre del célebre trompetista. Para nuestro concepto esa fue la mejor época de Miguelito Cuní y donde alcanzó mayor difusión con sus formidables grabaciones, donde alternaba su voz con la trompeta de Chappotín con sus inconfundibles “lloraos” que nadie ha podido imitar.
Recordemos algunos de los sones que adquirieron fama en el dúo que formaron Cuní y Chappotín tales como los titulados El guayo de Catalina, Canallón, el Son pregón El carbonero y otros sones que alcanzaron fama en su voz.
Este año Miguelito Cuní está cumpliendo su centenario. Nació el 8 de mayo de 1917, pero la efeméride, hasta ahora, está pasando sin gloria y con pena, para este glorioso cantante que impulsó nuestra legítima cubanía por el mundo difundiendo con su melodiosa voz la atmósfera rítmica cubana con la riqueza que nos llega a través del Son de las montañas orientales.
Esa voz que estremecía nuestros sentimientos más puros dejó de escucharse el 8 de marzo de 1984. Tenía 77 años de edad.
En el centenario de su natalicio recordamos su voz sonera como un estandarte de cubanía rindiéndole homenaje ante la personificación del Son y el bolero porque callado no está, sino que canta cada vez más alto cuando se escuchan otras voces que nos hagan recordar a este simpático pinareño que hizo del Son, el bolero y la guaracha, un baluarte de la cultura cubana.
Fuentes consultadas:
Betancourt, Lino: Estoy bien, gracias. Bohemia, 20 de mayo de 1983
Betancourt, Lino: Miguelito Cuní: ese sonero impecable. Bohemia, 16 de marzo de 1984
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