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El Centro de Estudios Martianos en la XXV Feria Internacional del Libro


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“El Centro de Estudios Martianos (CEM), subsede de la XXV Feria Internacional del Libro de La Habana, arriba a ella con la presentación de trece títulos, algunos de nueva edición y otros reeditados, entre ellos el Anuario 37, nuestra revista científica, y una nueva reedición de la obra del inolvidable martiano Cintio Vitier, Ese sol del mundo moral, además del título José Martí, cónsul de la República Oriental del Uruguay, cuya selección fue realizada por los investigadores doctor Pedro Pablo Rodríguez y José Cabaña”, informó la doctora Ana Sánchez Collazo, directora de dicha institución cultural, “al estar dirigida toda la labor de nuestro Centro a investigar y divulgar la vida y la obra del Héroe Nacional de Cuba, José Martí.

En su programa de actividades el CEM trae consigo el Coloquio Martiano “José Martí: edición y examen”, el cual está dividido en diversos paneles a cargo de renombrados intelectuales estudiosos de la vida y la obra de nuestro Apóstol. Entre ellos se incluyen: “Poesía, pintura y viajes”, a cargo del moderador doctor Salvador Arias; “Editar a Martí”: Colección Documentos; “En el 123 Aniversario de Nuestra América” y, finalmente en colaboración con el Centro Pablo de la Torriente Brau, la presentación de la obra Raúl Roa: Viento Sur, a cargo del doctor Raúl Roa Kourí.

El Coloquio Martiano “José Martí: edición y examen”, tuvo como moderador al doctor Salvador Arias, y como disertantes a los investigadores Mayra Beatriz Martínez, Caridad Atencio y a David Leyva.

Acerca del proyecto del equipo que dirige con el título Relecturas martianas. La ampliación del paradigma, el doctor Arias explicó que recoge aspectos de la obra literaria martiana poco conocidas. Al respecto la licenciada Caridad Atencio ha trabajado algunas zonas de la poesía del Apóstol, además de concluir un proyecto sobre el poemario Polvo de alas de mariposa (1885) —aún no publicado—, el que revela los principios rectores de la Poética martiana con un tono diferente al de otros poemas y, en especial, a Versos libres y a Versos sencillos. Según Atencio: “Polvo… es una obra en tránsito donde se manifiestan las virtudes poéticas del Apóstol —para quien la poesía constituía la realización de su persona—, mediante un tono coloquial y dialógico, si se le compara con otros poemas de su autoría, con un esforzado acercamiento a la lengua hablada. Martí dialoga con la poesía hasta colocarla en el umbral del coloquialismo contemporáneo”.

El joven licenciado David Leyva enfatizó en su disertación en la crítica martiana referida a la Pintura y, en específico, a la figura del tirano. Son los casos de obras pictóricas en las que se esbozan figuras como las del monarca Felipe II de España —plagado de un gran fanatismo religioso y autonombrado representante divino a escala global—, la muerte de Marat —inmortalizada por el pintor neoclásico francés, David—, al igual que las de algunos emperadores romanos.

Finalmente, la licenciada Mayra Beatriz Martínez hizo referencia a los viajes de Martí por México, Guatemala, Venezuela, el Caribe y cómo estos primeros periplos por América Latina incidieron en su personalidad: “A veces se piensa en la figura de Martí en Estados Unidos; sin embargo la América es importantísima pues la conoció, reflexionó y vivió”. En tal sentido citó los diarios de campaña “como los documentos esenciales” que exponen su comportamiento viajero o literatura de viajes (…) Mucha de esa literatura de campaña es testimonial, porque es la voz de los otros. Son los casos de una docena de documentos fechados entre 1876 y 1895, donde pueden considerarse algunas de sus memorias, crónicas, cartas y cuadernillos, anotaciones dispersas y fragmentos, entre otras. Los destinó mayormente a amigos, para su actividad personal”.

Asimismo, la presentación del Número 37 del Anuario Martiano, estuvo a cargo de los académicos profesores José Antonio Baujin y Marlene Vázquez Pérez. “En los tiempos actuales nuevamente de reiniciamiento, la palabra y el hacer martianos se refieren a activos no para el acatamiento adyacente, sino para el ejemplo fortificante y para el diálogo en nuevas circunstancias (…) El Anuario es una manera de decirle a los lectores que Martí sigue vivo no sólo en cuanto a los estudios sino también en cuanto a la documentación que se sigue y que el Centro continúa encontrando sobre Martí”.

La presentación, y primera reimpresión de la editorial del CEM, de una obra imprescindible para todos los cubanos, Ese sol del mundo moral, de Cintio Vitier, estuvo a cargo del licenciado Enrique Sainz.

El crítico literario expresó que: “(…) En estas páginas Vitier ha logrado reafirmar su maestría ensayística (…) Nos conduce a una historia de luces y sombras, de triunfos y fracasos, de avances y retrocesos. Nuestra historia, en la que hemos estado inmersos toda nuestra vida, sufriéndola algunas veces, otras gozándola, otras sometiéndola a severas críticas y otras alabándola, pero siempre nutriéndonos de ella en la multiplicidad de manifestaciones y consecuencias”.

En dicha obra —cuyo título recuerda uno de los pensamientos más imperecederos del “inefable” y “Padre amoroso del alma cubana”: José de la Luz y Caballero—, Vitier enaltece aquellos períodos claves en el proceso de formación de la nacionalidad cubana, de su continuidad ética en tiempo y espacio hasta enarbolarse dialécticamente en toma de conciencia, y consolidarse a partir de la figura del más grande y universal de todos los cubanos: José Martí.

Vitier significa al maestro de Música y Gramática (mestizo de india y español), Miguel Velázquez, “como el primer chispazo de conciencia moral autóctona en los comienzos de una historia dominada por la codicia y la crueldad”.

Mas no es hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX que la toma de conciencia nacional no se tornaría evidente a partir de diversos acontecimientos. Entre ellos la influencia del Iluminismo europeo en la Isla, la primera generación de jóvenes con miras patrióticas y éticas —no radicalmente revolucionarios—, agrupados en la Sociedad Económica de Amigos del País, el Papel Periódico de La Habana y en el Seminario de San Carlos.

Iniciadores de una tradición ética y patriótica lo fueron, sin lugar a dudas, los tres principales discípulos del presbítero José Agustín Caballero (Padre de los Pobres): Félix Varela, José Antonio Saco y su sobrino, José de la Luz y Caballero. De José Agustín Caballero, Padre los Pobres y de nuestra filosofía, como lo calificara Martí, diría asimismo nuestro Apóstol: “…más por consejo de su mente que por el ejemplo de los enciclopedistas, campo propio y cimiento de la ciencia del mundo el estudio de las leyes naturales; cuando salieron de sus manos, fuertes para fundar, descubría Varela, tundía Saco, y La Luz, arrebataba… Y no se proyectaban como señores, sino como servidores de la comunidad.”

Vitier trasciende en Varela a la figura histórica “capaz de evolucionar de la filosofía ecléctica o electiva a la prédica revolucionaria y, después, a la espiritualidad evangélica más fina”.

El escritor cubano analiza igualmente la figura de José Antonio Saco como entre las más descollantes en el estudio del proceso de nuestra nacionalidad; sin embargo, significa que “sin poner en duda su vehemente cubanismo esencial, consagrado en su epitafio antianexionista… escogió como campo de batalla el terreno que más le convenía a la Metrópoli: el de los pesados memoriales, las obstinadas impugnaciones y los interminables análisis sociopolíticos… Su desconfianza de los métodos revolucionarios, su temor al anexionismo, a la falta de instrucción general y muy especialmente a la raza negra en Cuba, fueron tan poderosos que no logró nunca pensar en términos de pueblo, sino en términos de clase…”

En suma, Saco representa el patriotismo reformista de la época.

Es indiscutible que de los principales discípulos del Padre de los Pobres, fue su sobrino, José de la Luz y Caballero, el más brillante y avanzado. Este a su vez, años después, en el Seminario de San Carlos contó entre sus educandos a Rafael María Mendive, maestro y Padre espiritual de nuestro Martí.

Acerca de Luz y Caballero destaca Vitier: “Luz sustituyó a Saco en la cátedra de Filosofía inaugurada por Varela en 1811, profesando allí desde 1824 hasta 1828 y después en el Convento de San Francisco de Asís del 39 al 43… Lo que impugnó, en suma, fue la desviación amoral de un eclecticismo al que calificó de falso e imposible y que era indudablemente dañino para la juventud cubana, a la que Luz quería inculcar, más que ninguna otra sabiduría, la conciencia de lo justo y de lo injusto… El Maestro de los cubanos (como lo llamara Bachiller), comprendió que todos los problemas de Cuba convergían en uno solo: la esclavitud; que este era, esencialmente, un problema ético, un pecado colectivo, un cáncer social; y que para atacarlo desde la raíz solo había, por el momento, una terapia efectiva: la educación moral de la clase privilegiada, a la que él mismo pertenecía”.

Y es así como en una de sus últimas alocuciones ante un concurrido auditorio en el colegio El Salvador, El Maestro de los cubanos dijo: “Antes quisiera, no digo yo que se desplomaran las instituciones de los hombres —reyes y emperadores—, los astros mismos del firmamento, que ver caer del pecho humano el sentimiento de justicia, ese sol del mundo moral”.

Sentencia con la cual Cintio Vitier titula su libro. Una obra de necesaria lectura, análisis minucioso y de amplio acervo histórico y social, al meditar en el proceso de formación de la conciencia cubana, en sus principios, sus luchas pero, además, en su rica espiritualidad siempre pródiga en los momentos más disímiles y complejos.


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