La crónica literaria e historiográfica es poseedora de numerosos cultivadores desde los tiempos más remotos hasta los presentes. Resulta imprescindible su conocimiento y estudio para la realización de cualquier empresa investigativa, independientemente de la especialidad y el género asumidos por el creador.
Pese a sus valores, no siempre es comprendida en toda su magnitud. Para algunos, sobre todo los historiadores y sociólogos, constituye, en el mejor de los casos, una fuente más a tenerse en cuenta dentro del conjunto documental y bibliográfico a consultarse en el desempeño epistemológico. Asunto cierto, aunque sin merecimientos de subestimaciones capaces de lacerar o cuestionar su identidad cultural.
Como tal, es parte de los múltiples universos de la historia. La visión del autor sobre el asunto abordado, generalmente signado por una época determinada, presente o pasada, expresa un pensamiento excluido de la historicidad de las ideas, pero altamente dotado de los contenidos ideosociales de su tiempo y espacio.
La crónica alberga la polisemia necesaria para construir la testificación de los aconteceres. Los entornos mostrados facilitan la emersión de inteligentes obras creadoras de nuevas visiones literarias y científicas. Como también sucede a la inversa, en tanto ellas se tornan ejes develadores del mundo del sujeto gestor. Tradiciones, costumbres, imaginarios, conductas individuales y colectivas, arte, literatura, ciencia y deporte, entre otros elementos constitutivos de la espiritualidad, se vuelven imprescindibles referencias para la construcción de los necesarios entendimientos sobre la vida humana y su trascendencia en el complejo universo del presente y el futuro de cualquier país o región.
Solo es saber mirar hacia dentro, observar la inteligencia de los colectivos poblacionales, para transformar sus propias formas de vivir según sus sueños y aspiraciones, estrechamente relacionados con la capacidad de cada cual para discernir la sabiduría de los tiempos.
Si se presta atención a la escritura literaria, y a las artes en su conjunto, más allá de sus imprescindibles esteticismos, se podrán asumir las enseñanzas de cualquier contexto social. La inspiración, misteriosamente individual por lo indescifrable de sus orígenes y causales, se convierte en hilo conductor de múltiples saberes. También es asunto de diversos discernimientos intelectuales.
Muchas veces se insiste en la construcción de historias dotadas de la incuestionable diversidad de la vida como suceso real y transitorio. Hay notables avances, en este sentido, en los últimos quehaceres investigativos, donde resulta apreciable una convincente utilización de las manifestaciones culturales, en su infinitud conceptual, como parte indisoluble del análisis histórico.
Es cierto que la historia, como disciplina científica social, es cultura dado su carácter de gran crítica del pasado, pero no siempre los estudiosos muestran la totalidad de sus sensibilidades características. Lo humano, dotado de íntimas y profundas aberturas, no pocas veces es presentado disuelto dentro de los torbellinos inmanentes a los complejos fenómenos sociales y políticos.
Dentro de las novedosas aventuras historiográficas se encuentra el libro titulado !Misericordia!, de la laureada y prolífera investigadora Dra.C. Olga Portuondo Zúñiga, cuya obra es parte indisoluble del legado cultural cubano.
Relacionar todos sus libros puede ser de interés para otra reseña o artículo, pero baste destacar, en esta oportunidad, algunos títulos tales como Una derrota británica en Cuba, José Antonio Saco, eternamente polémico, La virgen de la Caridad del Cobre, símbolo de cubanía, Cuba, Constitución y liberalismo y múltiples monográficos, ensayos y artículos referidos a la historia santiaguera, desde la colonia hasta la Revolución, donde demuestra su magisterio en el difícil arte de construir el pasado colonial y republicano del país. Porque, en definitiva, Olguita ?tal como la nombramos pública y privadamente? conforma la legión de quienes, sin renunciar a las identidades regionales, posibilitan, mediante el conocimiento culto y audaz, demostrar el sentido de pertenencia de los cubanos hacia su país.
Laboriosa en grado sumo, se yergue ante sus propias dificultades, alternando sus funciones de Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba y docente universitaria con las del persistente oficio de investigar todo cuanto ha permanecido en el silencio del conocimiento público. Si se valorara su trayectoria profesional, desde los inicios de la década del setenta hasta la actualidad, no resultaría difícil apreciar su constante superación en todas las ramas de las ciencias sociales. De este conjunto disciplinario hace gala Portuondo Zúñiga a través de las páginas del mencionado texto !Misericordia!, cuya edición estuvo a cargo de la Editorial Oriente en el año 2014 y fue presentado durante la pasada Feria Internacional del Libro 2015.
Gracias al excelente manejo de los recursos comunicacionales, tales como el lenguaje fluido y ameno, la estructura temática y cronológica, y el abundante aparato referencial, incluidos los anexos e ilustraciones, el mundo de la interdisciplinariedad resulta comprensible aun para los desconocedores de su encanto y posibilidades de mayores adentramientos en los aconteceres ancestrales y presentes.
Pese al escabroso tema abordado: los terremotos, ciclones y cuantas calamidades sobreviven a los tiempos, al decir del subtítulo que lo presenta, sus 285 páginas se leen de una sola vez, es decir, sin pausas angustiosas. La explicación a semejante cualidad, además de los ya apuntados valores escriturales, está en los inteligentes caminos recorridos por la autora a través de los múltiples imaginarios, construidos desde las fuentes primarias radicadas en los archivos españoles y cubanos, la prensa, la bibliografía testimonial y analítica y, por supuesto, la crónica literaria, periodística y de corte historiográfico.
Semejante envergadura narrativa y conceptual solo ha sido posible por la formación teórica y metodológica de Olga Portuondo. El lector descubrirá, si es analítico e interesado en estas cuestiones, el aprovechamiento y la explotación de dicha herramienta por la autora, ciertamente no siempre utilizada de forma adecuada por algunos investigadores, quienes, además, enumeran conceptos carentes de demostración factual.
La ilustración de su objeto de estudio va más allá de numerosos mapas, grabados, pinturas, carteles, fotografías, planos, croquis y proyectos, para adentrarse en el verbo de todas las clases y sectores sociales. La tragedia y la muerte tienen el polvo bajo tierra como denominador común. El principio y el fin nos igualan a todos. Sin embargo, las conductas asumidas ante la posible pérdida de la vida existencial se manifiestan disímiles según la conformación espiritual de los seres humanos. La posición socioeconómica, la religión, la racialidad, el género, el ejercicio del poder, la instrucción de los valores morales y éticos, entre otras cuestiones, de los sujetos actuantes dentro de los diferentes conglomerados sociales, posibilitan comprender la naturaleza y riqueza del mundo específico en el que históricamente se ha vivido.
Olguita se detiene, con justicia, en los sectores empobrecidos. Ahí se devela su sensibilidad sabia e inteligente y, sobre todo, su capacidad para mostrar el clamor eterno de la historia. Para andar mejor por los caminos inciertos del presente, azotados por los cambios climáticos, y por las penurias económicas y de todo tipo, se escribe un libro altamente dotado de perplejidades y esperanzas. Casi siempre, desde el horror se construye la luz.
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