Con un minuto de silencio dedicado a la memoria de la artista cubana Antonia Eiriz el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Jorge Fernández, dio inicio a la muestra Antonia Eiriz: El desgarramiento de la sinceridad recién inaugurada en esa institución, durante el evento de la 14 Bienal de La Habana cual memorable homenaje a una de las más grandes creadoras visuales de la historia del arte en Cuba.
A la entrada de la sala transitoria en Bellas Artes nos recibe un cartel con una afirmación que sintetiza la propuesta curatorial: “Hoy sus pinturas, sus ensamblajes, sus tintas, nos interrogan, nos desafían, mostrando a las nuevas generaciones de artistas cubanos que solamente el gran arte enaltece, libera y perdura”. (La cita es del reconocido artista Umberto Peña y está fechada en 2007).
La exhibición personal de Antonia Eiriz (1929-1995) ha sido curada o comisariada por el especialista Roberto Cobas Amate, del Museo Nacional, y deviene como resultado de una investigación de mayor alcance que incluye la catalogación de la obra de la artista cubana que se halla representada en Bellas Artes con 109 obras de escultura, dibujo, pintura, ensamblaje, grabados y tintas sobre cartulina.
La muestra conlleva el recordar otras exposiciones como Antonia Eiriz Pintura / Ensamblajes, que tuvo lugar en la Galería Habana en 1964, su exposición en Bellas Artes también ese año. Y de igual modo, en ese camino historiográfico de su vida y obra, resultado de la rigurosa investigación de las exposiciones y biografía de la propia Antonia, incluye las experiencias de artistas que, en su afán por dar a conocer el legado de la Eiriz, ya habían contribuido a dar a conocer el arte de ella, como Emilio Rodríguez Hernández y Nelson Villalobos, quienes habían participado hace tres décadas en una curaduría en vida de la artista, titulada Reencuentro que se realizara en la Galería Galiano en 1991, y que en estos días, junto a la especialista Teresa Toranzo, de la misma manera, aportaron sus experiencias para la realización de la actual exhibición.
Ciertamente, el arte de Antonia Eiriz se desarrolla durante un periodo que ha sido bastante examinado por muy diversos especialistas. Las disímiles miradas y estudios han resaltado, en especial ensayos más recientes, un arco temporal, sociológico y crítico en el que no se favoreció el asumir las contradicciones que emanaban de las propias peculiaridades epocales. Al respecto, la eminente especialista Lázara Menéndez en las palabras de presentación de la muestra en Bellas Artes expresaba: “Me parece extraordinario el proyecto de esta exposición al exhibir la monumental obra realizada en los sesenta que apela al intelecto crítico, no a la complacencia, ni al juego de las acechanzas como respuesta a insidiosas suposiciones tan al uso en los sesenta y después…”
Antonia Eiriz pertenece a la generación de artistas de los cincuenta, y estuvo en contacto con los pintores abstractos del Grupo Los Once. La nueva figuración y el expresionismo son tendencias asumidas por la artista cubana que muestra su singular capacidad para transmitir rasgaduras tan convulsas como lógicas que devienen del contexto pleno de cambios de toda suerte.
Antonia Eiriz ha sido considerada por los historiadores del arte, en ese sentido, como una de las artistas que sostuvo una transparencia y fidelidad a su propia creación que comunica su carga emocional a través de un expresionismo pictórico, y en esa dirección, apunta desde su franqueza a subrayar que la esencia de la verdad artística es tan fundamental como trascendente.
A la vez, su arte no solo se nutre de morfologías que pueden hallarse en un Francis Bacon, Saura o un Goya, entre otros artistas universales, sino que emplea los materiales más pobres del entorno, chatarra, tablas, periódicos, etc., y así nos deja obras en que redescubre lo cotidiano y lo popular, gracias a su habilidad para extraer el máximo de utilidad de la falta de materiales pictóricos tradicionales en aquel momento. En ese sentido, también la artista fue iniciadora de la instalación como manifestación artística. Una bella puerta de vaivén de mediopunto que tituló Homenaje a Amelia Peláez en una fecha temprana se halla al inicio de la galería como una evidencia de sus aportes en la manifestación.
Desde luego que no todos, en aquel momento histórico, comprendieron la riqueza de su arte, ni la necesidad de evitar reduccionismos y dogmatismos y de ahí las incomprensiones que sufriera por sus desgarradoras y nada halagüeñas visiones. Las obras de Antonia Eiriz hacia el final del primer lustro de los sesenta muestran, al contrario de lo que algunos esperaban, la puesta en escena en sus lienzos y ensamblajes de una honesta, profunda y acendrada catarsis sobre conflictos interiores en una sociedad continuamente en cambio, a la vez que en una búsqueda de ideales humanistas en condiciones de resistencia excepcional que hoy se sostiene.
Varias citas de Antonia Eiriz han sido tomadas como acentos testimoniales de sus principios y personalidad y se leen en carteles en la exposición. Una de estas data de 1963 y dice: “…la actitud del verdadero artista debe ser la sinceridad e insatisfacción, y ser honesto y valiente hacia los demás; la conformidad engendra la mediocridad y el oportunismo”. Otra frase que dijo la creadora, treinta años después y un año antes de su muerte, corrobora la certeza del propio título de la exposición a ella dedicada: “Esta es una pintura que expresa el momento en que vivo. Si un pintor puede expresar el momento en que vive, es genuino. Así que me absolví”.
Ciertamente su biografía y producción artística implican para los que la vemos una pausa para meditar, y aún tantos años después, nos remite a una crítica hacia la búsqueda de complacencias en el arte, al igual que apreciar su obra en el siglo XXI nos lleva a comprender más los matices, las paradojas y antítesis que se hallan en los cambios profundos de la sociedad y el hombre, y que como sabemos otros grandes, como Eiriz, revelaron en los lenguajes de la visualidad artística.
La fuerte personalidad de Antonia Eiriz, por otra parte, se une a la producción de varios artistas en aquel panorama de los sesenta y setenta en la plástica cubana, si evocamos la obra de otros grandes como Ángel Acosta León, Servando Cabrera Moreno, Raúl Martínez, Santiago Armada (Chago), Mateo Torriente, Sergio Martínez, Osneldo García, entre otros que desde las tendencias que le fueron afines para su arte constituyeron revelaciones y también impactaron desde sus magisterios a promociones que les continuaron.
Por otra parte, las magníficas obras de grabado en madera o xilografías de Eiriz expuestas en Bellas Artes implican reconocer la fuerza que adquirió la gráfica en aquellos tiempos con la creación del Taller Experimental de Gráfica en 1962.
Asimismo, sus instalaciones y ensamblajes expresan una desbordante tragicidad que la individualiza, algo que convierte a sus obras en momentos cimeros de la historia del arte cubano, así sucede con La anunciación, el tríptico Ni muertos, El vendedor de periódicos, entre otras. De la primera mencionada, por ejemplo, se puede recordar cómo la artista repasó otras anunciaciones de la historia del arte universal, pero en su caso conscientemente quiso plasmar, de manera muy personal, a una costurera sencilla que vivencia una aparición aciaga, mostrando de este modo su peculiar aprehensión de la realidad.
Sus obras abarcan diferentes temas y visiones desde su propia catarsis como la creadora raigal de su tiempo que fue desde Fragmentos de la Coubre I y II hasta Una tribuna para la paz democrática (1968), obra esta última que puede verse en su instalación en Bellas Artes.
Además de una artista insigne, fue a la vez una pedagoga inolvidable, cuyos alumnos desde la actualidad siguen considerando como un paradigma en la enseñanza artística cubana y hasta hoy es considerada, como apuntara en la apertura Jorge Fernández, la gran maestra de la Escuela Nacional de Arte, en esa dirección también se rememoró su proyecto de arte popular en el Juanelo, barrio donde se halla La Casa de Antonia Eiriz que en estos momentos proyecta un taller vinculado al papier maché, técnica que ella enseñó en su barrio. Y quizá en una próxima exposición de Antonia se pueda visibilizar más aún esa faceta tan importante de su quehacer.
Finalmente, pero no menos importante, aún falta por publicarse un catálogo razonado de esta tan real como mítica figura de las artes visuales cubanas, cuya obra se encuentra tanto en colecciones en Cuba, como fuera del país.
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