Hace setenta años que nuestra histórica  Universidad de La Habana, le entregaba el Título Honoris Causa de Filosofía y Letras al gran mexicano amigo de Cuba, Don Alfonso Reyes. No hemos querido pasar por alto, tan emblemática fecha. Fue en 1946.

El título aparece firmado por el Rector, Dr. Clemente Inclán y el Decano de la Facultad,  Salvador Massip.

La primera vez que visité la Capilla Alfonsina, la hermosa Casa-Biblioteca de Don Alfonso en México D.F., fui  a buscar el título que reposa celosamente junto a otros ilustres reconocimientos entregados al gran regiomontano. Allí, sentí un profundo orgullo, al conocer la historia que acompañaba la entrega de este Título.

Reyes no pudo venir a Cuba a recibir tan alta distinción, por lo cual, la Universidad envió a  México una delegación con la encomienda de depositarla en sus manos.

Fue en la propia Capilla, donde se le hizo entrega del Título. Tres de mis profesores, amigos fieles de Reyes, encabezaban la encomienda los doctores Luis A. Baralt, Roberto  Agramonte y Calixto Masó. Junto a ellos, viajó Raúl Roa y la señora bibliotecaria Lila Castro de Morales, quien portaba unas palabras de Félix Lizaso, el periodista e intelectual cubano que dio como primicia a la prensa hispanoamericana,  el aviso de las Bodas de Oro del mexicano universal. También se le entregaba un Álbum Conmemorativo, junto con la revista que comenzó a publicar el Instituto Nacional de Cultura.

Reyes agradeció que la Universidad hubiera decidido haber roto con el rito acostumbrado para la imposición de gran académico, lo que para él siempre fue una demostración de la amistad cubana, que él valoraba extraordinariamente: “La designación vale ya mucho más en sí misma por venir de aquella tierra, por venir de aquella Universidad donde desarrollaron y desarrollan sus labores tantos maestros de Cultura con quienes no me atrevo a hombrearme y a quienes no quiero enunciar en estas palabras improvisadas para no incurrir en involuntarias omisiones y para no hacer incansable esta breve manifestación de agradecimiento”.

El propio Don Alfonso, reconstruyó las palabras expresadas espontáneamente  aquel día inolvidable y el texto íntegro de sus emociones aparece con el título “Vuelo  pluma”, en el Tomo 22, de sus Obras Completas.

El acto de entrega en su propio hogar, lo conmovió. 

Reyes se sentía muy feliz de que ese Título le fuera entregado por amigos verdaderos y sin ninguna ceremonia oficial. Ya venía, desde hacía mucho tiempo enfrentando muchas actividades diplomáticas con todo el rigor y solemnidad que ellas requieren. Así fue mejor, entre hermanos cubanos, un título, que llegaba a él, “por el camino más sencillo”.

Su amigo y hermano en la letras, Mariano Brull, quiso estar presente en aquel acto íntimo  y le leyó un poema con esa voz de oro que motivó que Reyes expresara: “esa voz que  vengo escuchando con deleite desde sus primeros vagidos poéticos”, mientras agregaba, “amigo que siempre me acompañó en mis jornadas con infatigable solicitud y con quien me une un afecto que el tiempo robustece y afirma”.

Recordó, el mexicano, en aquellos momentos, unas palabras de Brull que había escuchado en La Habana en un Congreso Internacional de Escritores y que se referían, a que cada nación tendía a crear un tipo representativo y por supuesto, que los cubanos también lo habían hecho. “Es el cubano, el tipo inconfundible y propio, el hombre cordial, el hombre que pone los estímulos del afecto y la simpatía en la base de la conducta y para quién el prójimo también existe. El prójimo para el cubano, es también el próximo”.

¡Cómo valoraba Reyes estas palabras de Mariano! Ese día se sintió tan cercano a nuestro pueblo, tan próximo a su afecto y simpatía.

En año anterior, en 1945, Alfonso Reyes había recibido el Premio Nacional de Literatura en su país.

Los cubanos se unieron también, con entusiasmo, a la solicitud para otorgarle el Premio Nobel de Literatura. Le sobraban merecimientos para ese galardón, pero como diría Marinello: “Ocurre que desde Europa, y más desde su Norte lejano, no es fácil calibrar la exacta calificación de un trabajador literario del tipo de Alfonso Reyes para nuestros pueblos y nuestra cultura” y agregaba “sigamos pidiendo el Premio Nobel para Alfonso Reyes pero sabiendo que su otorgamiento no significaría la consagración más alta. El galardón de mayor magnitud seguirá estando en esta pleitesía de veinte pueblos que han recibido lo mejor de su tarea y que le deben el ejemplo de una cultura universalizada y leal”.

Para Alfonso Reyes, gran escritor, que de manera muy especial apreciaban los intelectuales cubanos, fue un verdadero regalo el Honoris Causa de la Universidad de La Habana.

Cumplía Reyes sus Bodas de Oro en la literatura. Culminaba una exitosa etapa de su existencia dentro de la cultura. A partir de ahí, terminó a todo tren, dispuesto siempre a crecer como un sol, como aquel sol adentro de su infancia en Monterrey.

Tan agradecido estaba, que las palabras finales, al recibir el Honoris Causa fueron: “Al cumplir cincuenta años de ejercicio público en mi vocación, al recibir a los amigos cubanos que llegan cargados de presentes, formulo un voto: Cuando ellos vuelvan a su tierra, digan a los compañeros de la Universidad, digan a todos los cubanos, que aquí queda un viejo escritor a quien  pueden  confiadamente aplicar la frase de Martí: “Tengo en México, un amigo”.

Juan Marinello, como Presidente de la Asociación de Relaciones Culturales  Cuba-México, años después de la muerte del gran amigo, creó la Biblioteca “Alfonso Reyes”, que hoy se encuentra en la Casa del Benemérito de las Américas, la conocida Casa de México en el Centro Histórico de nuestra capital, y que este año cumple los 50 años de creada; pero dejemos para un futuro trabajo, los detalles específicos de este importante acontecimiento.