La mesa de debate teórico «Tiempos de fundación», una de las acciones fundamentales del programa conmemorativo por el 60 aniversario de la creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, tuvo lugar en la sala Saúl Yelín, de la Casa del Festival.
Ivan Giroud, presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, y coordinador del encuentro, que tuvo como eje central la reflexión acerca de la época en que nace el Icaic y la prodigiosa década del 60 para la filmografía nacional, dio lectura a un texto del Premio Nacional de Cine, Manuel Pérez Paredes.
En el mismo, el director de la popular cinta El hombre de Maisinicú, considera que en la década del 60 se consolidó la política cultural cinematográfica de la Revolución con resultados esencialmente exitosos tanto en la producción del cine nacional como en la formación del público cinematográfico a partir de una política de exhibición en el país de películas de todas partes del mundo sustentada en que «diversificar era la única manera de descolonizar las pantallas», asegura el escrito.
Recuerda asimismo que en la década del 60 «una parte numerosa de nosotros se formaba o terminaba de formarse política y profesionalmente en un país, un continente y mundo de complejísimas situaciones, debates y contradicciones políticas y culturales».
Reflexiona sobre la figura de Alfredo Guevara, el dirigente, dijo, que llevó el mayor peso de la política fundacional del Icaic.
«El Alfredo que conocí en abril- mayo del 59, sentó las bases de su concepción de entonces sobre la cultura y el arte a la hora de redactar la Ley 169 que fundamentó la creación del Icaic, en marzo de 1959. Hombre marcado por características personales y experiencias de un tiempo, el de la formación de su primera juventud, harto complejas. Dirigente que dejó diversas huellas controversiales en su proceder y estilo de dirección, sobre las cuales se recuerda y polemiza todavía hoy, pero cuya lucidez, autenticidad, cultura y valentía en sus convicciones, de lo que debe ser una política cultural revolucionaria en las manifestaciones artísticas, se van por encima de otros señalamientos. En días como estos se le extraña».
Seguidamente la doctora Graziella Pogolotti consideró que el Icaic, más que diseñar una política cultural cinematográfica, como afirmaba en su texto Manuel Pérez, fue uno de los factores que contribuyó a conformar la política cultural en ese primer decenio de la Revolución, una etapa que:
«Estaba cargada, como siempre, de contradicciones no antagónicas prácticamente en tanto todos compartían la idea de un proyecto socialista pero habían discrepancias en cuanto al modo de llevarlo a cabo y esas tendencias se fueron definiendo por una parte en el Icaic, por otra parte en la Casa de las Américas y también en la institución que estaba concebida para llevar adelante el trabajo de la cultura, me refiero al Consejo Nacional de Cultura».
Analizó de inmediato la significación del cine como «primera cristalización de un arte total», opinó, y reflexionó sobre la situación de los artistas y escritores cubanos en los primeros años de la Revolución, lo que llamó una tribu dispersa; «aspiraban a que un país verdaderamente independiente y dueño de su destino les ofreciera una plataforma para el encuentro el diálogo con su destinatario, con el público, con el lector o el espectador».
A la par valoró las tendencias ideológicas de esa época y los debates que se suscitaban tanto fuera como dentro del Icaic; «tanto los cineastas y todos sus equipos técnicos, como los de afuera, los cinéfilos, no solamente creaban y debatían los resultados de la creación cubana sino que también tenían vínculos de intercambio con lo que iba sucediendo al exterior del Icaic.
«Quiero decir con esto que paralelamente al proceso de creación artística se fue produciendo, por una parte, un sistemático proceso de formación, de entrenamiento en el debate y de participación, en este caso brutal, porque para el mundo exterior funcionaba todo a una, como Fuenteovejuna, sobre los temas cardinales de la política cultural y de la estética».
Igualmente señaló: «Estas batallas de ideas estuvieron también en el trasfondo de la convergencia que llevó a que para todos nosotros, aunque no trabajábamos allí, el Icaic fuera un territorio cercano, apetecible e inquietante (…) Por eso de algún modo siempre nos hemos sentido parte de él».
Cerró su intervención con la siguiente declaración: «Creo que la historia del Icaic no puede hacerse solamente a partir de lo que produjo en términos de películas, de documentales y noticieros; de lo que hizo al impulsar la música con el Grupo de Experimentación Sonora, sino que la historia del Icaic tiene que verse también como un elemento protagónico dentro de una política cultural cubana que desde los inicios se desmarcó —salvo los paréntesis que todos conocemos— de la política cultural establecida en la URSS y, en distinto grado, en las llamadas democracias populares. Es por otra parte significativo que la primera institución cultural creada realmente por la Revolución haya sido el Icaic».
La realizadora cubana Rebeca Chávez aseguró haberse beneficiado con el surgimiento del Icaic, cuyo nacimiento ella apreció desde Santiago de Cuba, donde vivía en 1959 y en donde estaba la única filial del Icaic que existía fuera de La Habana y que «llegó de la mano del Ejército Rebelde».
Basó su intervención en la siguiente frase de Alfredo Guevara: «No hay organismo del estado que pueda crear una cinematografía pero sí puede ayudar a su surgimiento, a un clima espiritual adecuado, a una atmósfera de creación y respeto propicios», atmósfera que, reveló, vivió en Santiago de Cuba.
«El primer impacto que recibo del Icaic es descubrir en los noticieros y las películas que aquello que yo y los cinco millones de habitantes que tenía Cuba en 1959, estábamos viviendo nos era devuelto como otra realidad en el cine y eso a mí me subyugó y yo marco que ahí nació lo que ahora llamamos capital simbólico de la Revolución; esas imágenes de los héroes, de esas acciones, fueron documentados por el naciente cine cubano».
Destacó la importancia del sistema del Cine móvil creado por el ICAIC, que significó una alfabetización de la población a través de imágenes, que se llevaban hacia los lugares más recónditos del país a donde nunca había llegado la cinematografía.
«Se va creando así la mística del Icaic, no solo con el Cine móvil, sino también con los afiches, los diseños de las salas de cine; empieza a haber un estilo Icaic, o sea ese sistema central empieza a dar una imagen, una visualidad que no conocíamos y esto comienza a dar sus resultados».
Enfatizó en la intensa participación de los artistas pero sobre todo de los cineastas «que lo discuten todo y que defienden siempre la noción de que el cine es un proceso creativo y no un auxiliar didáctico de la Revolución».
Más adelante expresó que el Icaic se convirtió en una institución «donde se debatía todo y no solamente de cine», y luego recalcó la trascendencia del año 68: «En el que ya el Icaic tiene Memorias del subdesarrollo, Lucía, La primera carga al machete, David, Now, Hanoi martes 13, y sobre todo tiene un pensamiento que ve la cultura como un instrumento descolonizador y ha creado un público; o sea la principal batalla por descolonizar el gusto de los cubanos y formar esa diversidad creo que es la obra menos publicitada del Icaic y sin embargo es la que nos ha permitido ser lo que somos».
Cerró esta mesa de debate el doctor en Semiología e Historia de la Cultura Ignacio Ramonet, notable intelectual español, muy amigo de Cuba, quien ofreció una mirada exterior, como bien la caracterizó, sobre el contexto cinematográfico internacional cuando se funda el Icaic y sobre su relación con esta institución, con Alfredo Guevara y Saúl Yelín, entre otros cineastas.
Llamó la atención sobre la palabra industria en el nombre de la institución, palabra de la cual se estaba debatiendo mucho en el mundo en la época. «Ya Alfredo está enviando un primer mensaje: el cine solo será cine si hay una industria del cine» y reafirmó la complejidad del contexto en que nace el Icaic, momento en que «el cine es el ocio dominante (…) y en torno al cine están los grandes debates intelectuales», y añadió que uno de los debates era sobre la Nueva Ola francesa, «cuyos cineastas son todos críticos del cine, pensadores que quieren hacer un cine diferente», apuntó.
Narró algunas anécdotas relacionadas con Alfredo Guevara y otros cineastas cubanos y foráneos que visitaron la Isla en los primeros años de la Revolución como Gerard Philippe y Agnés Varda, entre otros.
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