Fornido, serpenteando la costa norte del litoral habanero de Este a Oeste, desde los actuales municipios de Centro Habana y Plaza de la Revolución, el malecón habanero se levanta como barrera protectora frente a los embates del mar.
No importa cuán fuerte sean las olas, no importa si empujadas por el viento e incrementadas por la marea alta, en total contubernio con la luna rebocen el muro y salpiquen. Y aún más, no importa si la mar, quizá disgustada por alguna afrenta a Yemayáse rebele, descargue su soberbia y se desborde para que una gruesa lámina de agua corrapor la avenida, preludio de una inundación.
Él estará ahí, figura erguida, cabeza en alto como luchador greco romano, dueño del centro de la batalla, sin permitir ser movido hacia los bordes donde perdería puntos, porque él es el muro de la tierra firme.
El hecho cierto es que, está ahí, estoico, soportando “viento y marea” para proteger a los cubanos y, podría preguntarse ¿qué sería de La Habana, de sus casas levantadas a escasos metros de la mar, sin su malecón?
En su cara frontal el malecón muestra la base de sus cimientos, el diente de perro o lapies, formado por la disolución de las calizas gracias a la acción del oleaje del mar sobre el arrecife al romper en el litoral creando filosas puntas aguzadas en las ahuecadas rocas coralinas.
Pero el malecón tiene otros muchos encantos; unos tienen que ver con el alma, otros con la música, la naturaleza y el clima que en estas latitudes agota y agobia y conduce a muchos a disfrutar en las noches del agradable terral, en compensación con la brisa del día.
A él acuden las parejas a contarse sus cuitas y sus alegrías. Ellos se miran a los ojos, se acercan para el deseado beso, a cualquier hora, aún bajo el abrazador sol del verano, o en la noche. Develando un secreto algunos unen presurosos sus labiosante el estrepitoso “cañonazo”, como un bello ritual surgido, allá, cuando existen los tiempos de los grandes sueños de la juventud del espíritu sin importar la edad.
Cuánto enamoramiento no habrá escuchado esta serpiente de cemento, cuánta complicidad no habrá visto, cuántas dulces palabras, tantas que podrían bajar las treintitantas partes de sal por mil del mar hasta hacerlo salobre.
Y, todo lo guarda celosamente, con absoluta discreción, como mudo testigo de la historia, de tantas...
El muro, es también plataforma de pesca, y cómplice con el lapies sumergido de la captura de anzuelos y plomadas, tantas que deberían disuadir a los que empuñan carrete y nailon de que no vale la pena los escasos “ronquitos”, y algún que otro “peje” bueno como el hermoso pargo rosado de unas ocho o diez libras que excepcionalmente pudiera haberse “perdido” y acercado a la costa para ser atrapado por la carnada y el sedal.
A veces, cuando el calor desespera, se ve casi en toda su longitud, familias, amigos, vecinos que, sentados o de pie, salen a “pescar” un “buchito” de aire fresco. Los menos a tomarse unos tragos a “pico de botella” o unas latas de cervezas que desafortunadamente tiran al mar, como si este fuera el gran “sanitario” de basuras, contribuyendo a la contaminación de sus aguas, mostrando ignorancia o indolencia con el común medio ambiente. Hoy todo ello, lo bueno y lo malo, está limitado por el lamentable efecto de la pandemia.
De su historia se cuenta un poco a continuación a partir de un escrito realizado por el autor años atrás:
Sin dudas, el paseo del malecón es un símbolo para las cubanas y cubanos y en especial para los que habitan la capital. Escenario de múltiples acontecimientos se inserta en la memoria de generaciones desde que en 1901 comenzara su construcción desde la ribera occidental de la entrada de la Bahía de La Habana, camino hacia el Oeste.
Unos 500 metros avanzó hasta 1902 y, en 1909 ya alcanzaba la calle Belascoaín. En 1916 llegó hasta el Torreón de San Lázaro después que fue rellenada la Caleta con igual nombre que el personaje bíblico, con un ancho de 93 m en su boca y una profundidad de 5.5 metros.Esta caleta está ubicaba frente a lo que es hoy el regio hospital Hermanos Ameijeiras.
Cortejando al fornido muro que la acompañará siempre, una bella avenida, la del Malecón de La Habana, o simplemente el Malecón (Avenida Antonio Maceo), corre a manera de cinta paralela al robusto dique.
Al norte de ambos, una estrecha plataforma submarina, característica de esta zona costera, se ubica frente al Estrecho de la Florida. Al sur, la avenida contornea un conjunto de construcciones urbanas, cuya arquitectura típica responde a épocas distintas y, en consecuencia, a estilos diferentes.
Frente al hospital Hermanos Ameijeiras, la avenida cruza hoy sobre un costado del conocido parque Maceo, con su estatua que rinde homenaje al Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales, de ahí su popular nombre, y es lugar de esparcimiento, no solo para los más pequeños de la casa.
En la esquina oeste del parque se encuentra el mencionado Torreón de San Lázaro (1665), el cual es un relicto del sistema de defensas de la ciudad ante el ataque de corsarios y piratas en la época colonial y constituye hoy el símbolo del municipio de Centro Habana. El principal objetivo de su construcción, atribuida al ingeniero Marcos Lucio de Nueva España (México), no era combativa, sino de atalaya para vigilar los buques enemigos.
Según dice Toraya:
Uno de los hechos importantes que recoge la historia relacionado con estos parajes y anteriores a la construcción de la citada construcción fue el desembarco por esta Caleta del tristemente célebre pirata francés, Jacques de Sores el 10 de julio de 1555, lo que le permitió tomar La Habana. Los escasos recursos de los habitantes de esta zona no les permitieron pagar el rescate exigido por el pirata, lo que provocó que éste le prendiera fuego a las edificaciones, reduciéndolas a cenizas y marchándose del lugar el 4 de agosto.
En 1919, un ciclón destruyó este tramo de avenida de la otrora caleta, y no fue reconstruido hasta 1923, ya que algunos ingenieros consideraron que había sido la propia construcción del muro lo que propició que el mar levantara en peso esa sección, y provocara daños e inundaciones nunca antes vista por los pobladores de la zona.
Mientras tanto, se continuó el avance y ya para 1921 alcanzaba la calle 23. Para su continuación se requirió el relleno de un área importante hasta la calle O, en el Vedado, dando lugar a la construcción también del parque y el monumento al Maine, lo que tuvo lugar en 1923.
En este tramo, sobre una alta terraza emergida se levanta majestuoso, el hotel más importante para su época, el Hotel Nacional (1930). Lujosas habitaciones y hermosos jardines miran al mar y al Malecón desde una posición de privilegio que hoy forma parte también del patrimonio construido declarado monumento nacional y testigo de la propia historia de Cuba.
Desde estos jardines se puede tener el excepcional privilegio de ver saltar fuera del agua alguna que otra “mancha” de plateados peces que “vuelan” sobre el salado líquido, quizá huyendo de algún depredador como la “picúa” cuya multitud de afilados dientes es portadora de no pocas y peligrosas anécdotas.
Más adelante, la Tribuna antiimperialista se levanta frente al edificio que alberga la Embajada de los Estados Unidos de América y posterior a ella se encuentra un extenso parque deportivo, el Parque José Martí, que ha servido para la sana recreación y mejoramiento de las condiciones físicas de la comunidad, así como escuela de deportistas y lugar de competencias de diferentes disciplinas deportivas y niveles competitivos.
El lado occidental del parque limita con la calle G, precisamente hasta esta calle llegó el malecón en 1930. En su posterior extensión alcanzó la calle Paseo alrededor de 1955, donde se interpuso el antiguo Palacio de los Deportes, situado donde hoy se encuentra el parque de La Fuente de la Juventud,
Frente al parque, otro hotel emblemático y monumento nacional, el hotel Habana Riviera (1957). Para esta época, más allá de este hotel no había sido construido ni el muro, ni la avenida.
Edificios más o menos altos, hoteles, parques y anchas calles como las de 23, Línea, G y Paseo, son viales que, a manera de afluentes, enlazan con la avenida del malecón y son elementos generales significativos de esta parte de la costa del municipio Plaza de la Revolución.
La culminación del malecón tuvo lugar con el túnel de Calzada, aunque previamente un proyecto pretendió unir el Vedado desde la calle 12 hasta la avenida Primera del reparto Miramar, a través de un gigantesco puente colgante lo que implicaba que el malecón sólo llegara hasta dicha calle.
El impulso definitivo se alcanzó cuando se construyó el túnel, sellando la suerte de unir la Quinta Avenida en 1959 con el hoy famoso malecón.
Entonces, y como colofón, si se ve en sus extremos, la sinuosa obra colinda por el Este con la Bahía de La Habana como ya fue mencionado. Este excelente accidente geográfico es en forma de bolsa por su estrecho y largo canal de entrada, y por su ampliación hacia su interior, con la presencia de varios lóbulos que propician un excelente abrigo para barcos de pequeño y gran porte. Por el contrario, al Oeste, seenmarca el municipio Playa, con lujosas casas de antigua burguesía.
Y sirviendo de frontera a ambos extremos, sendas obras ingenieras complejas y subterráneas, cuyos túneles posibilitan la entrada y salida al malecón habanero, lo que permite una vía rápida de comunicación con los territorios costeros adyacentes.
Por el oriente, el Túnel de La Habana (1958) atraviesa la lengua de agua por debajo de la Bahía y comunica a La Habana antigua con el actual municipio de La Habana del Este y, hacia el otro extremo, el conocido como Túnel de Calzada (1959), pasa esta vez bajo las aguas del otrora limpio río Almendares, para comunicar, la región intra túneles con la zona de Miramar y desembocar en la espléndida Quinta Avenida.
Regresando al extremo Este y dirigiendo los pasos hacia el Sur corre la Avenida del Puerto donde también se construyó un muro o malecón que bordea la entrada de la Bahía de La Habana y llega hoy hasta la altura de la Lonja del Comercio en la Habana Vieja. Los estudios iniciales datan de 1921 y comprendieron el tramo desde el Castillo de la Punta y el antiguo hotel Miramar hasta la Pila de Neptuno que se encontraba frente a la Capitanía del Puerto. Esta avenida se unió al tramo del Malecón ya construido dándole un fácil acceso al puerto de La Habana desde el Vedado.
A veces, por tenerlo ahí, y quizás por disfrutarlo todos los días, no se aprecia lo suficiente sus valores históricos, culturales y su función protectora y es bueno la divulgación de los mismos. Es necesario que se conozca que él es Patrimonio Nacional de Cuba y que como tal debe ser cuidado. Reciprocar su protección lleva a alcanzar una superior educación ambiental, que va desde su uso, pero sin contaminar su ambiente y el bello y útil mar que lo rodea. En su cuidado va también su riguroso mantenimiento no permitiendo que los materiales que se emplea, salido del sudor de su abnegado pueblo, sean aplicados sin las proporciones requeridas y cada tramo tiene nombres específicos que pueden ser localizados si se quiere defender los intereses del pueblo.
El malecón es un orgullo de los habaneros y un sitio que mostrar al visitante cubano y extranjero, en él también se escucha el rascar de una guitarra tocada por trovadores populares en busca de alguna ayuda económica. Y no crea, algunos deleitan con una que otra tonada, como para despedir el día y sobre todo la noche antes de ir a dormir alegre a la casa.
Principales fuentes
- Licenciado Juan de las Cuevas Toraya (2001): 500 Años de construcciones en Cuba. D.V. Chavín, Servicios Gráficos y Editoriales, S.L., para esta edición 2001.Ibiza, 4 - 28009 Madrid.
- Rivas Vázquez Estela y otros coautores (2004): Ciudad de La Habana. La historia de la provincia y sus Municipios. Historia de Centro Habana. Multimdia. Proyecto Identidad. PCC.
- Archivo Centro Provincial de Patrimonio Cultural de Ciudad de La Habana.
Deje un comentario