Durante los años 1964-1965 el Ballet Nacional de Cuba realizaría una extensa gira por la Unión Soviética, China, Viet Nam y Mongolia. En esta visita tendrían la oportunidad de conocer personalmente a figuras internacionales como Mao Tse Tung y Ho Chi Minh.
Ese año también tendría una gran actividad coreográfica: Exorcismo de Anna Leontiera, La nueva Odisea de Kohler Richter se unirían a la segunda versión de El caballo de coral de José Parés, el vals de Gaite Parisiense de Rodolfo Rodríguez y Suite cubana de Ceferino Barrios.
Pero 1964 sería inscrito en la historia del ballet cubano por la participación de tres bailarines del Ballet Nacional de Cuba en el I Concurso Internacional de Varna, Bulgaria. Ante figuras soviéticas, búlgaras y de otras nacionalidades de gran tradición en el ballet, las cubanas Mirta Plá y Josefina Méndez se alzarían con las medallas de plata y bronce, respectivamente, mientras el argentino Rodolfo Rodríguez, partenaire de ambas ballerinas, obtendría también medalla de bronce.
Aquí fue donde, por primera vez, se hablaría del “milagro cubano” por parte de la crítica más especializada, que incluía al decano de la prensa danzaria, el inglés Arnold Haskell. Años más tarde, al referirse a esta actuación, Haskell escribiría:
“Mi ignorancia sobre Cuba, aparte del aroma del tabaco, era total. Esto hubiera continuado así si no hubiera pasado lo que pasó en la atmósfera del concurso del Ballet en Varna, Bulgaria (…), cuando fungí como jurado. (…) Antes de que empezara el Concurso nos percatamos de algunos nombres cubanos, pero no pensamos nada sobre ellos. Tres días más tarde todo el mundo del Ballet hablaba sobre Cuba; vuestras bailarinas fueron una sensación”.
Ese “milagro cubano” sería reconocido por el propio Haskell, años más tarde, como la escuela cubana de ballet, la última nacida en el siglo XX y la sexta en cinco siglos de historia.
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