Durante el mes de julio el Teatro de la Villa incluyó, además de sus funciones especiales de verano en su conocida sala de Dr. Mora y Desamparados, en Guanabacoa (para niños: en las tardes de Jueves a Domingo y, para adultos: en las noches de los sábados), una gira a la Isla de la Juventud. Para los jóvenes Claudia Lazo, Reinier Ramos, Yanisleydis Góngora y Armando Cotrina se trataba, además, de un encuentro con una región del país desconocida, mientras para la actriz Doris Vargas, de mayor experiencia en las tablas, significaba la actualización sobre la vida del presente en aquel territorio.
En cuatro días efectivos de trabajo (pues el viaje desde y hasta la Isla grande les tomó todo un día) realizaron once funciones en poblados distantes unos de otros, pertenecientes a zonas como La Fe y La Victoria, entre otras. Se presentaron en Julio Antonio Mella, Atanagildo, Cuatro Caminos, y, en algunos sitios ello supuso actuar ante niños y jóvenes que no conocían el Teatro. Si la experiencia teatral resultó emocionante para dicho público, de similar manera lo fue para los actores, personas enamoradas de lo que hacen y que, con tal vivencia, se reafirmaron aún más en su vocación. Porque, es bueno precisar, que existen por todo el archipiélago lugares a los que alcanza la televisión y la radio, pero no así el Teatro y la especial experiencia estética y vivencial que este supone; lo cual llama la atención acerca de la importancia que toma este accionar por las comunidades, ya sea mediante experiencias reiteradas y ya institucionalizadas como la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa y la Guerrilla de Teatreros de la provincia Granma o mediante una labor continua de programación teatral durante todo el año.
En la Isla de la Juventud, a los daños causados por los huracanes, se suman otros males, el resultado es que este municipio, que otrora contaba con la sala de La Toronjita Dorada y con el Teatro Victoria, ahora se halla desposeído de instalaciones teatrales en capacidad de acoger espectáculos de cierta complejidad, por ello la brigada artística que conformaron los artistas del Teatro de La Villa junto a los infantes del proyecto comunitario del Circo Nacional de Cuba y otras dos artistas del Proyecto Narrarte iba preparada para actuar en las circunstancias más heterogéneas y difíciles.
Entre tanto, en la capital, el teatro La Edad de Oro, situado en Juan Delgado y Santa Catalina, en el municipio Diez de Octubre, realizaba sus presentaciones habituales de fin de semana con Cuentos, juegos y marionetas, que para el día 19, cerrando las celebraciones por el Día de los Niños, incluyó el concurso “El artista soy yo” y, a pesar del intenso calor de esta sala de 380 capacidades que aún no cuenta con su sistema de climatización funcionando, el espacio se repletó.
Teatro de la Villa y la Compañía Hilos Mágicos figuran entre las instituciones que sobrecumplen con creces sus planes de público asistente a las funciones y recaudación. Fin de semana tras fin de semana ambas salas se mantienen abiertas, no importa cuál sea la etapa del año, y el público acude confiado y gozoso pues sabe que la programación que le espera no defraudará sus expectativas. Pero una y otra institución teatral, que atienden, sobre todo, las necesidades de los públicos de sus municipios, alejados del centro cultural de la capital, requieren la mejora de sus condiciones de trabajo diario y de ejecución de su programa de presentaciones teatrales. El Teatro de la Villa espera por el cambio de sus equipos de climatización, los cuales, a estas alturas, no funcionan en absoluto, lo que ha provocado más de un accidente de trabajo entre sus actores, por las sobre elevadas temperaturas a que se expone un intérprete cubierto por un pesado vestuario que realiza su faena bajo las luces intensas del escenario. Hilos Mágicos y su sala La Edad de Oro están pendientes de que la brigada de ejecución de obras que en ella estaba trabajando continúe y termine sus labores, interrumpidas en pleno clímax, por una deficiencia administrativa, y, entre las metas esperadas se hallan poder contar con agua corriente en el Teatro y con el sistema de climatización, algo que la población circundante va a agradecer a la par de los artistas.
Para finales de Agosto el Teatro de la Villa prepara el estreno de Papito, una obra de Hugo Araña que en 1992 este grupo llevó por vez primera a las tablas, bajo la dirección de Armando Morales. En 1994 la puesta se alzó con uno de los Premios de Puesta en Escena del Festival de Teatro de Camagüey. Ahora, María Elena Tomás, quien fungiera entonces como asistente de dirección, gracias a sus minuciosos apuntes la está levantando casi tal cual sobre el escenario, con un elenco totalmente renovado. Y asombra ver cómo los hallazgos artísticos de entonces mantienen todavía hoy su vigencia, lo que hace de este espectáculo una propuesta teatral de mucho interés, tanto para los actores que la ejecutan, como para el público que la disfruta. La riqueza de dicho espectáculo nace no solo del talento y la madurez artística de su Director, sino, que es resultado, además, del trabajo colectivo de taller a que fue sometido su texto. Durante semanas se improvisó sobre cada situación, se probaron diversas variantes expresivas para seleccionar, a la postre, la más adecuada. Entre tanto, como ahora mismo sucede, el proceso de trabajo de los intérpretes se iba sedimentando y de ahí nació lo que, a la luz de los años, hoy se nos presenta como uno de los momentos más altos de la escena titiritera y de la escena para niños de las últimas tres décadas.
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