En estos días se ha celebrado en nuestra capital un Congreso Latinoamericano de Extensión Universitaria. A propósito del tema conversaba con el Dr. Ángel Pérez Herrero, profesor de la Facultad de Historia de la Universidad de La Habana y conocido panelista del popular programa de nuestra televisión Escriba y Lea, pues durante el período de 1968 a 1970 me tocó desempeñarme como Presidente de la Comisión de Extensión Universitaria de la Universidad de La Habana y el Dr. Pérez Herrero tenía a su cargo la Dirección de Literatura de la Comisión.
La Comisión se encargaba de tareas de difusión cultural dentro de la propia universidad y de esta hacia fuera. En realidad, la Universidad toda, a través de sus Facultades, Escuelas y Departamentos participaba de un enorme esfuerzo de extensión de sus capacidades y posibilidades.
En esa época nuestras oficinas estaban situadas en el último piso del edificio del Retiro Odontológico, en L y 21, que compartíamos con la Dirección de Relaciones Internacionales de la Universidad, a cuyo frente estaba el Dr. Oscar García, médico eminente que después sería Vicerrector de la propia Universidad y Viceministro de Educación Superior, entre otros cargos. En el edificio radicaban también el Instituto de Economía y la Facultad Obrero Campesina.
Por esos años el Teatro Universitario, de larga y respetable tradición, estaba dirigido por Elena de Armas, con el apoyo de Ramonín Valenzuela. Se había logrado contar con una sala permanente para el teatro, la sala Tespis, en el extremo izquierdo de la planta baja del Hotel Habana Libre. En el extremo opuesto, a la derecha de la entrada principal del hotel, se había instalado una amplia librería a la que se le dio el nombre del revolucionario comunista Lalo Carrasco.
En el propio edificio donde radicaba la Comisión se encontraba la sala teatro Talía, la que se dedicó a actividades de música principalmente, sección que dirigía Ester González Lines. Fue ese uno de los escenarios en los que se presentaron los entonces muy jóvenes creadores de la Nueva Trova. El gran salón contiguo a la sala Talía se convirtió en la Galería L, bajo la dirección de la Dra. Yolanda Aguirre, quien atendía las labores de Artes Plásticas.
La sección de Literatura realizó labores muy diversas. Una de ellas fue la creación del Concurso Literario 13 de Marzo, cuyos participantes debían ser estudiantes de la Universidad. Debe tenerse en cuenta que entonces la Universidad de La Habana incluía la facultad de Medicina, la de Ingeniería y Arquitectura en la CUJAE, el Instituto Pedagógico Superior Enrique José Varona y la Facultad de Agronomía, además de varios centros de investigación. En ese concurso fueron premiados Mirta Yáñez y Abel Prieto, entre los estudiantes que recuerdo. Las obras premiadas se imprimían en la imprenta de la Universidad.
También se organizaban cursos diversos con matrícula pública, para los que se utilizaba el anfiteatro Manuel Sanguily, en el edificio de la Facultad de Humanidades.
Un ciclo de particular interés fue el titulado “El autor y su obra”, en el que en cada ocasión se presentaba una figura destacada de la literatura cubana. Para cada conferencia se imprimía un plegable con la foto y la ficha biográfica del presentado y algún fragmento de su obra. El ciclo se inició con el poeta Agustín Acosta quien ya había cumplido 84 años. A su residencia en Matanzas fuimos a invitarlo el Dr. Pérez Herrero y yo y nos recibió con agrado y dio su aceptación.
A propósito de los autores cubanos, se organizó una grabación de poemas en su propia voz que cubría un amplio período, desde los más viejos, hasta la generación de Fayad Jamís, Roberto Fernández Retamar y Pablo Armando Fernández. Grabaron sus voces en los estudios de la Egrem, entre los que recuerdo, Agustín Acosta, José Zacarías Tallet, Regino Pedroso, Samuel Feijóo, Virgilio Piñera, Nicolás Guillén, Mirta Aguirre, Ernesto García Alzola, Cintio Vitier, Fina García Marruz, José Lezama Lima, Octavio Smith, Eliseo Diego, Félix Pita Rodríguez, Rafaela Chacón Nardi. Dulce María Loynaz nos recibió muy amablemente en su residencia, pero se excusó de participar por no sentirse en condiciones de hacerlo.
Otra labor de esta sección fue la edición de unos Cuadernos Cubanos, a cargo del Dr. Salvador Bueno, para recoger temas de la historia de nuestra literatura. Por cierto que uno de esos cuadernos fue de la autoría del norteamericano Iván Schulman, estudioso de la obra martiana, con el tema de Martí y el modernismo, basado en conferencia que ofreció sobre este tema. La Fragua Martiana, museo atendido por Gonzalito de Quesada, hijo del homónimo albacea literario de nuestro Apóstol, quien guardó con admirable celo los manuscritos martianos que heredó de su padre y casi descifró para poder lograr la impresión de las Obras Completas de nuestro Héroe Nacional. A ruego nuestro, con el que satisfacía una petición que me había hecho Cintio Vitier, Gonzalito le permitió a Schulman, tener acceso en la Fragua a ciertos documentos originales martianos.
También se le encargó a Extensión Universitaria responsabilizarse con la edición de la revista Universidad de La Habana, cuya dirección pusimos en manos de la joven Luisa Campuzano, por recomendación de la Dra. Vicentina Antuña.
Otra área de bastante actividad era el cine. Para ello contábamos con la sala del Anfiteatro Varona, en la antigua Escuela de Pedagogía y sede del Instituto Pedagógico. Allí se había ido creando una cinemateca por el Dr. José Manuel Valdés Rodríguez. Esta área de trabajo estaba a cargo de Walfrido Piñera. Se organizaron ciclos y cine debates de mucho interés y calidad.
Teníamos una sección de danza cuyo coreógrafo era Faruk. Incansable y entusiasta, su papel se resaltaba cuando llegaban los festivales estudiantiles de artistas aficionados que se organizaban por la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) con nuestro apoyo.
Una experiencia muy interesante que realizamos, a propuesta del Rector José M. Miyar, fue la visita a los centros de investigación científica de la Universidad de nuestros más relevantes escritores y artistas residentes en La Habana. Esto lo hacíamos en colaboración con la UNEAC, la Biblioteca Nacional, el ICAIC, la Casa de las Américas y el Consejo Nacional de Cultura. Así se organizaron visitas de todo un día a lugares como el Centro Nacional de Investigaciones Científicas que dirigía el Dr. Wilfredo Torres Iribar, en el que desempeñaba un papel destacado la Dra. Rosa Elena Simeón, al Instituto de Ciencia Animal, estaciones experimentales como la de arroz en Guanamón.
Encontré en casa de mi hermana dos fotos de la época, una con el fallecido escultor Moré, “el gallego” para sus amigos, y el pintor Mendive y otra con Cintio Vitier, calzando altas botas de goma en un arrozal. En estas visitas se almorzaba en el lugar visitado. En el Instituto de Ciencia Animal la comida era fuera de lo habitual, porque abundaban los platos con carnes de distintos animales con los que se experimentaba. Ese día, excepcional, el apetito de todos los visitantes creció hasta su mayor tamaño. Bromeando, alguien comentó: “estos intelectuales comen como obreros agrícolas”, como si la condición de trabajador intelectual tuviera que estar asociada a la astenia.
Algunas actividades fueron memorables. El primer aniversario de la muerte del Che fue conmemorado en la Plaza Cadenas, hoy Ignacio Agramonte. Durante varios días un grupo de pintores cubanos pintaron sobre lienzo un gran mural y un grupo de escultores realizó en áreas céntricas de la colina universitaria una obra cada uno. Entre los pintores estuvieron Mariano Rodríguez, René Portocarrero y Carmelo González. Lo interesante era que aquello ocurría al paso de los estudiantes. Para la actividad central Juan Blanco estrenó una obra de música concreta de su autoría que se transmitió en la plaza de manera cuadrofónica, pues había bocinas instaladas en lo alto de los edificios del Rectorado, de la Escuela de Derecho, de la Facultad de Ciencias y de la Biblioteca Rubén Martínez Villena en la que ya habíamos instalado un busto de mármol de Rubén esculpido por José Delarra. El centro fue la proyección del documental sobre el Che realizado por Santiago Álvarez.
En otra ocasión se le rindió homenaje a Ho Chi Minh con el estreno del documental 79 primaveras, de Santiago Álvarez. Félix Pita leyó su poema al tío Ho e inmediatamente después Pablito Milanés cantó el poema con la música compuesta por él.
Pero, aparte de este trabajo cultural, la Universidad realizaba su labor de extensión dentro de la comunidad, ya fuera con investigaciones sociológicas o de otro tipo, o trabajo en el terreno como el que hacía la Escuela de Letras con el Grupo de Teatro Escambray que dirigía Sergio Corrieri.
No puedo dejar de mencionar el homenaje que rendimos a Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba en un aniversario de la función del Ballet en la Universidad de La Habana cuando la tiranía de Batista le retiró el apoyo oficial que recibía esa institución. En esa ocasión el Rector, José M. Miyar, le entregó a Alicia una medalla especial de la Universidad de La Habana creada para ella.
El evento latinoamericano sobre extensión universitaria que acaba de celebrarse me retrotrajo a aquellos tiempos, hace algo más de 45 años. Muchas cosas se escapan a la memoria añosa. Sirvan estas líneas como invitación al nuevo Historiador de la Universidad de La Habana, que sustituya al fallecido amigo Dr. Delio Carreras, para recuperar, con fuentes vivas, esta parte de la historia de nuestro más antiguo centro de educación superior.
Por cierto que años después, a mi hermana Margarita le correspondió estar a cargo de esta misma Dirección por un largo período que va de 1979 a 1993, en época en la que ya yo había pasado al Servicio Exterior de nuestro país.
No quisiera terminar estas notas sin recordar a valiosos colaboradores de Extensión Universitaria de aquella época que trabajaban noche y día con responsabilidad y entusiasmo y amor por lo que hacían: Gloria Antolitia, Isabel Pérez Carrillo, Ada Florido, Armando del Rosario, Fernando Torres, Tico Álvarez y Tomás Bretón. Durante un tiempo tuvimos como parte del equipo de trabajo al Comandante Alberto Mora y al escritor Bernardo Callejas. Otros nombres se me escapan y ofrezco disculpas.
La FEU, antes del triunfo de la Revolución, realizó actividades importantes según pude oír de labios del Dr. Raúl Roa Kourí, quien fue un participante activo. Ojalá y no se pierdan estos testimonios. Parafraseando al profesor Calviño podemos decir que “vale la pena”.
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