Al llegar, frente a sí, más cerca que lejos, la primera impresión que impacta: una serie de figuras redondeadas de pocas centenas de metros de altura se levantan de la tierra. Parecen elefantes dormidos cubiertos con espesos mantos verde, quizás dibujados por la mano del Pequeño Príncipe. ¿Acaso,  podrían resultar conchas de gastrópodos gigantes de épocas arcaicas ocultas bajo una vegetación que las resguarda de depredadores mayores, o del viento y la lluvia?

En su rodeo, entre planos de verde, cultivos como el del tabaco y de otras plantaciones, o de superficies rasas donde predominan los ocres y terrosos colores, se yerguen, esbeltas y firmes, como celosas y alertas centinelas, las palmas reales, símbolo del escudo patrio y árbol nacional de Cuba.

En realidad, estas prominencias son excepcionales formaciones de roca caliza antigua conocidas como mogotes. Son elevaciones de mediana a pequeñas altitud, con cimas redondeadas y que poseen laderas casi verticales.

Estas formaciones, características de la Sierra de los Órganos, en la provincia de Pinar del Río en el occidente de la Isla de Cuba, existen sólo en pocos lugares como Jamaica, Puerto Rico, la península asiática de Málaca, la región china de Kuangsi, en Vietnam y en otras pocas áreas cársicas.

Este magnífico Paisaje Cultural, Monumento Nacional, está comprendido entre los sitios cubanos presentes en la Lista del Patrimonio Mundial y fue inscrito durante la celebración de la Vigésimo Tercera Sesión del Comité celebrada en Marrakech, Marruecos en 1999.

Es destacable que el Valle de Viñales fuera en 1999 el primer Paisaje Cultural inscrito como tal en la América Latina y el Caribe. También es significativo el hecho de que dos de los cuatro paisajes culturales declarados en Latinoamérica y el Caribe son cubanos.

El Valle de Viñales se aviene a uno de los diez criterios de selección indicados en las Directrices prácticas sobre la aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial:

“Constituir un ejemplo eminentemente representativo de un tipo de construcción o de conjunto arquitectónico o tecnológico, o de paisaje que ilustre uno o varios periodos significativos de la historia humana”.

Tal y como lo describe el Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Cuba, que lo declara a su vez, como Parque Nacional, el Valle de Viñales está situado en la cordillera de Guaniguanico, porción centro-oriental de la Sierra de los Órganos, municipio de Viñales, al centro-norte de la provincia de Pinar del Río. Esta área protegida cuenta con múltiples accesos por carretera y caminos, pero la principal vía es la carretera que lo une a la capital provincial, a solo 25 km de distancia.

El Parque constituye un espacio importante para los estudios de carsología tropical y cuenta con los mayores sistemas cavernarios de Cuba y América Latina, que se distinguen por su belleza.

Entre los valores geológicos posee las rocas más antiguas que se han reconocido en el territorio, que abarcan del Jurásico Inferior-Medio al Oxfordiano.

No por obvio, resulta menos interesante que el complejo de vegetación presente en los mogotes se distribuya siguiendo las diferencias de altura, tal y como ocurre para en altitudes de montaña.

En el caso de estas elevaciones cársicas también influyen un conjunto de otros factores entre  los que destaca la humedad.

Las singulares características de esta área proporcionan condiciones para que se encuentre entre las zonas de alto endemismo en Cuba.

Existen en el Valle alrededor de 17 especies botánicas endémicas, en particular está presente una especie de planta conocida como palma corcho, cuyo nombre científico es Microcycas calocoma, que representa un género unitípico y paleoendémico, representativo de la flora del Mesozoico y del Terciario, que solo habita en la región occidental del país. Esta palma es considerada una joya de la flora mundial.

Ella es la única especie en Cuba declarada Monumento Nacional y ha sido testigo de las transformaciones ocurridas en el mundo durante varias eras geológicas. Se trata de un fósil viviente de 150 millones de años de edad.

Por su parte, la fauna es particularmente interesante por la diversidad de ambientes. La mayor riqueza específica e individuos por especies, se encuentra en los ecotonos o zonas de transición. El sitio posee una gran variedad de aves, reptiles, mamíferos y moluscos; entre los invertebrados puede mencionarse la presencia de endémicos, como es el caso de la familia Papilionidae con la especie Parides gundlachianus. Los reptiles  también alcanzan una gran diversidad en el territorio.

Asociadas seguramente a la condición cársica del terreno, se encuentran  diversas cuevas, muy significativas en cuanto a forma y originalidad, como la de “José Miguel” y la del “Indio”. La última es una caverna, que llega a alcanzar los 300 metros de extensión, en cuyo interior corren dos ríos subterráneos. Ubicada, también en el área está la nombrada "La reina de las espeluncas", la Gran Caverna de Santo Tomás.

Este sistema cavernario es también Monumento Nacional. Dispone de más de seis mil metros de longitud y sus espeluncas son consideradas de la mayor importancia, no sólo por su magnitud de 46.2 kilómetros, sino por sus fósiles pleistocénicos y su belleza natural.

En la Cueva del Indio, además de las diversas formas y figuras formadas por las estalactitas y estalagmitas, se han encontrado pinturas, restos de los utensilios y entierros de las culturas cubanas precolombinas. Sin embargo, para quienes la visitan, lo que resulta sumamente atrayente es el recorrido en bote por el Río San Vicente, que por ella corre.

El libro de Monumentos Nacionales de la República de Cuba destaca el ejemplo excepcional del Valle de Viñales, representativo del auge histórico de la producción tabacalera en el mundo, donde la agricultura tradicional se imbrica en espacios naturales de connotados valores ecológicos. De la mano de la arquitectura vernácula, se presenta también el patrimonio espiritual.

En el Valle es tradición cultural el cultivo del tabaco y por tanto, de sus medios de labranza como las yuntas de bueyes y arados “americano” criollo. Entre sus costumbres es característico el hablar con la “bestia” y escuchar entonces el vocear del “guajiro”: “Canelo, Canelo, camina Canelo cara...” o “tercia, tercia”, también el típico “soooo, soooo Lucero”.

Y más tarde, con un almuerzo temprano, antes de que el sol apriete y queme de verdad, un buchito de café en el “taburete  inclinao” de madera y cuero de res, en el portal del bohío de madera de palma y guano. Aunque más hacia el pueblo la presencia del cemento en sustitución de la lasca de tronco de madera dura, también muestra el sello particular de las transformaciones de épocas.

Sin dudas, los valores del “Paisaje Cultural Valle de Viñales” son universales y excepcionales, en ellos se integra la natura y la cultura, y ellos emergen majestuosos como del antiguo Cinema Scope de los años cincuenta. Es que el “Valle” parece salido de aquellas pantallas cóncavas y lentes anamórficas para enamorarnos los ojos y el alma.