Por medio de un detallado estudio histórico de varias mitologías y religiones del mundo, el conocido filósofo, orador e investigador de religiones y mitología comparada Joseph Campbell (1904-1987), descubrió que existen temas comunes en todas ellas. Sus conclusiones, fueron en gran parte inspiradas por los estudios del eminente psicoanalista suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), quien divulgó la existencia de arquetipos en el subconsciente colectivo.
Estos arquetipos son como ideas e imágenes mentales, más o menos encubiertas en leyendas, cultos y mitos que se repiten una y otra vez en todas las culturas, en los cuales estos, son ejemplares eternos, perfectos. “El héroe” ha sido uno de los arquetipos más conocidos y no pocas veces reverenciado por muchos pueblos del mundo. Si observamos con detenimiento, en casi todas las historias donde se narran las aventuras de este personaje, podremos darnos cuenta que se producen durante un viaje. “El viaje del héroe” ha sido estudiado por el investigador ruso Vladimir Propp, quién dejó demostrado como este recorrido puede clasificarse en etapas, que más o menos se repiten en todas las historias.
Generalmente, las historias de viajes heroicos más divulgadas han estado protagonizadas por personajes masculinos. En un trabajo anterior, habíamos mostrado algunas versiones cubanas que pueden incluirse en esta masculinizada categoría. Mas en la presente ocasión, conoceremos sobre trayectorias no muy divulgadas que hoy, sin lugar a dudas, podríamos llamar heroicas, aunque protagonizadas por mujeres. Por lo cual pudiésemos tal vez llamarles como, versiones femeninas de “El viaje del héroe.”
Mujeres por fuera de la historia
Para muchos hoy, en esta alargada ínsula en medio del Caribe, decir mujer es sugerir una categoría más alta del espíritu, aunque no fue siempre así. Heroínas, menciona la historia: en cruentas guerras; dolorosos exilios; como estrella, en la cima del cotidiano bregar; como firme roca en medio de furiosas tormentas de pasión y extendiendo su manto de ternuras en las más desesperantes situaciones. Aunque algunas de ellas, por esos ingenuos mandatos del imaginario social, evadieron la historicidad de su tiempo, al posarse sus vidas y azares, entre los profusos y entreverados rincones de la memoria popular.
“El viaje” de Evangelina Cossío
El padre de Evangelina, Agustín Cossío y Serrano, tenía armas ocultas en su casa, por lo cual le juzgan y condenan a muerte. Ella, viaja a La Habana donde consigue entrevistarse con Valeriano Weyler, Capitán General de la Isla de Cuba, logrando conmuten la pena y le trasladen a Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud), que por aquel entonces el gobierno español había convertido en una isla-prisión. Así en julio de 1896, acompañando a su padre enfermo y con solo 17 años, inicia aquel “alejamiento de mundo cotidiano” que la llevaría al “viaje del héroe”, travesía extraordinaria durante la cual habría de cambiar su vida. Era una joven de extraordinaria belleza, lo que traía muy ilusionado al coronel José Berriz, gobernador de aquel insular precinto. Surgió de esta forma un plan entre los revolucionarios de La Isla de Pinos, para secuestrar al militar, tomar la plaza, liberar a los presos y declarar esta, territorio libre de Cuba. Pero el complot falla y Evangelina termina por ser internada en la llamada Casa de Recogidas de San Juan de Nepomuceno, en La Habana, junto a todo tipo de delincuentes, asesinas y mujeres de la calle, donde estuvo varias semanas incomunicada por orden del mismo Weyler.
Todo parece indicar que los principales grupos de poder norteamericanos, habían elegido la figura de Evangelina Cossío, como instrumento para argumentar ante la opinión pública, motivaciones adicionales suficientes para llevar a cabo, los proyectos que ya venían preparando, de intervención en la guerra de los cubanos contra España. Se sabe que unos nueve meses después del encarcelamiento, el Journal de New York, sumado a otros periódicos norteamericanos, organizó una campaña internacional a favor de la libertad de la joven cubana. Importantes personalidades enviaron telegramas a Weyler, entre ellas la madre del Presidente Mac Kinley. La prensa además, coordinó acciones con finalidad de movilizar a las mujeres de Estados Unidos, para que solicitasen a la Regente de España, que intercediera por Evangelina. Hasta el Papa León XIII, conocido simpatizarte de la corona española, intercedió por ella.
A finales de agosto de 1897, el magnate del imperio periodístico Willam Randolp Hearst envió al periodista aventurero Karl Decker a Cuba, para organizar la fuga de la joven criolla. En la madrugada del 6 de octubre del mismo año, el enviado de Hearst, desde la azotea de la casa vecina al penal, acompañado de dos ayudantes, coloca una escalera, liman los barrotes de la habitación de Evangelina y la sacan del lugar. Mientras Weiler, loco de rabia volcaba la Habana al revés, con sus tropas en busca de la reclusa fugada, Evangelina se mantuvo escondida en la más absoluta clandestinidad por algunos días, hasta que lograron llevara a los Estados Unidos de América, disfrazada de varón y con pasaporte falso, a bordo del vapor Seneca, que llegaría a Nueva York el 13 de octubre de 1897, en medio de una estruendosa propaganda que al decir de algunos, mostraba detalles mucho más fantaseados que verídicos.
Se cuenta que el señor Hearst la alojó en el Walfdorf Astoria, uno de los hoteles más lujosos del país, que por aquel entonces acababa de inaugurarse. Tres días después de su llegada, la noche del 16 de octubre, la invitan al famoso restaurante Delmónico, donde recibe gran ovación. Afirman algunos, que allí estaba Tomas Estrada Palma, quien luego fuese el primer presidente de la República de Cuba, junto a otros miembros de la Junta en el exilio. Después, la llevaron al Madison Square Garden, en medio de fuegos artificiales y bandas de música, en una campaña orquestada por los medios de comunicación norteamericanos, que tuvo repercusión en el mundo entero. La cual efectivamente, comenzó a polarizar la opinión pública internacional, en contra del “tiránico gobierno español”, facilitando las condiciones para la entrada de Estados Unidos, en la guerra hispano-cubana, que luego de consumada, fuera registrada para la historia, como guerra cubano-hispano-americana.
Algo después, Evangelina se casa con Carlos Carbonell, uno de los valientes que la habían escondido en La Habana después de su fuga. Hay quienes aseguran, que su esposo ingresó en el ejército de EE.UU., a las órdenes del famoso General Lee y se cree que murió en combate. En 1918 se casa en segundas con el abogado cubano Miguel Romero. Matrimonio del cual nacen dos hijas. Pero el “viaje de Evangelina” no acaba a los 98 años, cuando finaliza su existencia terrenal, pues continuó perdurando en la memoria de una sociedad que recordó su “viaje de heroína” por mucho tiempo, aunque actualmente no todos nuestros historiadores suelen contar mucho sobre ella.
Los “viajes” de Enriqueta Faver
Había nacido en Laussana Suiza, en 1791. Cuando se vino a dar cuenta, a los quince años la habían casado con el oficial francés Juan Pedro Renaud, quien la llevó consigo a Alemania. Allí quedó viuda. Algo trascendental ocurrió en este momento de su vida. Nadie tiene la certeza total, de las posibles causas y motivaciones por las cuales, en esta época adoptó los hábitos masculinos y modificó su nombre. Había comenzado entonces, su “viaje del héroe”.
Ya como Enrique Faver, estudió medicina (una posible causa, pues a la mujer no le estaba permitido) y pudo ingresar en el ejército francés, donde realizó casi todas las guerras napoleónicas, ejerciendo la dura y terrible profesión del cirujano de guerra. Después de la campaña de Rusia, participó en la de España, donde cayó prisionera y tuvo que ingeniárselas para que no se descubriera su sexo. En 1816 ya había cumplido 25 años, cuando cansada de guerras y sangre, decidió irse a la colonia francesa en la isla de Guadalupe, y de allí su derrotero le llevó a Santiago de Cuba, donde ejerció por unos 3 años como cirujano. Después, pensó que era mejor para la vida apacible y reposada que su alma solicitaba, irse a un pequeño poblado y pasó a residir en Baracoa. En la pequeña villa se distinguió por su trato gentil y reservado.
El Doctor Enrique Favert, que así se hacía llamar, recorría los campos a caballo, despertado la admiración de las mujeres, hasta que una de ellas resultó la afortunada. Juana de León, una dócil y agraciada guajirita del poblado de Tiguabos, ingenua, católica y de buena familia.
Cuentan algunos que después de la boda, justificaciones y disculpas continuadas evitaban por parte del doctor, la consumación del matrimonio. Pero llegó una noche, en la que Juana entró por sorpresa en al aposento del marido, dispuesta a hacer valer su derecho. Y sorprendida, pudo conocer la amarga verdad. Unos creen que avergonzada, guardó silencio por un tiempo, pero terminó pidiendo consejo al párroco del pueblo, quien escandalizado, denunció la situación. Otra versión afirma, que fue la sirvienta quien descubrió al falso hombre, tratando este de comprar su silencio en componendas tales, que llegó a provocar celos de su esposa. Y también existe otra versión, que afirma sobre el total acuerdo, disfrute y goce de ambas mujeres en su unión matrimonial. Mas lo cierto es que por uno u otro camino, el peculiar delito resultó denunciado, Después de un accidentado proceso judicial, donde abundaron picantes declaraciones de “testigos mirones” y exuberantes insinuaciones, el matrimonio resultó anulado. Fue así Enriqueta condenada a indemnizar a la perjudicada, además de pasar cuatro años de servicios médicos obligatorios, en el hospital habanero de San Francisco de Paula.
Corría el año de 1823. El presbítero administrativo de la mencionada institución hospitalaria, prejuiciado por las consecuencias de una dama tan ambigua en su establecimiento, solicitó ante el Gobernador cambiar el destino de la procesada. El Capitán General, Francisco Dionisio Vives, respondió y ordenó que cumpliera el resto de la sentencia en la Casa de Recogidas de San Juan de Nepomuceno, en la misma capital. En este establecimiento penitenciario, destinado a prostitutas, ladronas y convictas de asesinato, la doctora Faber terminó por agredirse a sí misma con un clavo. El administrador de este recinto penitenciario, solicitó su extradición del territorio español. De esta manera, el 31 de julio de 1824, la conocida como “mujer-hombre de Baracoa”, continuó su “viaje del héroe” a bordo de una fragata hacia Nueva Orleans. Y es a partir de esta nueva aventura, que la leyenda vuelve a convertirse en diferentes, fantasiosas y ensoñadoras versiones. Una de estas cuenta, que posteriormente terminó haciendo votos de santidad en un convento de Yucatán, donde la Priora era, Sor Juana de León, su ex-esposa baracoana. Otra versión afirma, que naufragó en la trayectoria Nueva Orleans-Veracruz y su cadáver fue encontrado flotando en las aguas del golfo, junto con el de Juana de León, enlazadas en el abrazo de la muerte. (1). En realidad, no se sabe aun donde ni cuando, terminó el “viaje del héroe” de Enriqueta Faver.
“El viaje del héroe” de Loreta Janeta Velásquez
Hija de un alto funcionario colonial español y de una dama franco-americana, Loreta Janeta Velásquez afirmaba haber nacido en Cuba y contaba como su familia emigró a Nueva Orleáns, en la primera mitad del siglo XIX. En sus memorias, The Women in Battle (Una mujer en combate) de 1876, Loreta también aseguraba que era descendiente de Diego Velázquez, quien fue el fundador de la villa de Baracoa (primera en Cuba) y del famoso pintor del mismo nombre (2).
Fue en un internado de Nueva Orleans donde realizó estudios, aprendió a leer y hablar inglés fluidamente. En 1856 se enamora y matrimonia con un oficial del ejército norteamericano, al que siguió en sus continuos traslados a diversos lugares. Cuando ya tenía 19 años, estalla la Guerra de Secesión en Norteamérica y su marido toma partido por los confederados del presidente Jefferson Davis y el General Robert Lee. Loreta suplica a su marido le permita seguirlo a la guerra, pero él se niega rotundamente, por lo que ella toma la audaz decisión de vestirse como hombre uniformado y encarnar el papel del teniente confederado Harry Bruford. Es aquí donde comienza el “viaje del héroe”, que la llevó a reclutar 300 hombres en Arkansas, para al final ponerlos a disposición de su marido. Mas la tragedia asoma de inmediato, cuando en un entrenamiento a estos soldados, su esposo fallece accidentado en las prácticas de tiro. Ella entonces decidió ponerse al mando de aquella tropa, con la cual combatió en la batalla de Bull Run, que pasaría a la historia como el primer enfrentamiento entre norteños y sureños.
Participaría también Loreta, en su personaje del Teniente Bruford, en las batallas de: Ball´s Bluff; Fort Donelsen y la de Silo, considerada la mayor del Frente Oeste de toda la Guerra de Secesión, donde los confederados estuvieron muy cerca de derrotar al Mayor General norteño Ulises S. Grant. Es en esta contienda, donde cae gravemente herida y al examinarla un cirujano, descubre su verdadero sexo. Lo que trajo por consecuencia, que se le acusase como espía del bando contrario. Luego de aclarada esta situación, Loreta se casa con un capitán, que después cae abatido en la batalla de Chattanoga. Pero la cubana se resiste a abandonar este “viaje del héroe”. Por sus posibilidades, arrojo y valentía, los sudistas la recomiendan para la secreta misión de preparar una fuga masiva de prisioneros de las cárceles de Ohio e Indiana, pero la derrota de los norteños en esta confrontación, abortó la operación.
Después de la guerra y ya vestida de mujer, nuestra heroína viajó por Europa y luego su derrotero la regresó al sur de Estados Unidos, donde abundaban por aquellos años de posguerra, bandidos y pandillas. Momento entre la reconstrucción, el hambre y el bandidaje de antiguos soldados confederados, como “los hermanos James”; “los hermanos Younger”; “los Ford brothers´” y la “Banda de Quantrill”. Es en medio de estos escenarios que conoce a su tercer marido, el Mayor Wasson, quien le permite acompañarle en misión a Venezuela. Pero en poco tiempo este militar fallece, dejando a Loreta en estado de gestación (3).
Se cree que Loreta abandonó el mundo a los 55 años, en 1897. Aun existen discrepancias y polémicas sobre la veracidad de tan fantástica historia. Aunque el periodista Jorge Smith Mesa en su interesante artículo publicado en el sitio web CUBARTE, el 18 de octubre del 2011 (de donde sacamos estas líneas), nos cuenta que en la actualidad, el Centro de Historia Militar de Estados Unidos, da por cierta su historia. También este reportero y articulista cubano, nos anuncia sobre la producción de un documental que reproduce este “viaje de heroína” de la cubana Loreta Janet Velásquez.
Concordancias y significaciones de estos “viajes del héroe”
Atendiendo a las concordancias y significaciones que nos anunciaba el investigador ruso Vladimir Propp, con relación a aquellas etapas de este viaje del héroe, que más o menos se repiten en todas las historias, podremos seleccionar aquellas que en estos “viajes de nuestras heroínas” afloran a simple vista, como: alejamiento (de su mundo cotidiano); transgresión de prohibiciones; engaño; desplazamiento; persecución; combate; victoria; retorno; transfiguración; matrimonio o celebración, además de la aparición de un mediador, que siempre concilia o intercede en el momento preciso, para sacar al héroe del apuro. Concordancias que vieron de alguna manera reflejadas, en la secuencia de acontecimientos que conformaron las leyendas de estas heroínas. De la misma forma que héroe arquetípico en su viaje, en las culturas humanas de todos los tiempos.
Tal vez sea pura casualidad, que en el mismo año de 1897 que Evangelina Cossío llegaba a Nueva York (alejamiento de su mundo), fallecía Loreta Janet. Curiosamente, tanto el primer marido de Evangelina, como el de Loreta, sirvieron en el ejército norteamericano, bajo las órdenes de un General llamado Robert Lee. Ambos murieron en combate, dejándolas como jóvenes viudas. Las dos, se casaron en segundas nupcias. Ambas, del segundo (matrimonio) tuvieron dos hijas. También es interesante que, tanto Enriqueta (en 1823), como Evangelina (en 1897), estuviesen detenidas en la famosa Casa de Recogidas de San Juan de Neopomuceno y las dos, hubiesen tenido un “mediador”, que las sacase de aquel horrendo presidio. Por otra parte, las tres heroínas en determinado momento de sus vidas, cambiaron sus indumentarias femeninas por masculinas apariencias (transfiguración). Evangelina para abordar el vapor Seneca y escapar de La Habana (su segundo desplazamiento), donde todo el ejército español la estaba buscando; en cuanto a Loreta Janet, y Enriqueta Faver, luego de quedar viudas; ambas (aunque en distintas épocas) decidieron vestir de hombre de manera permanente, para adquirir apariencia masculina (engaño, transfiguración y transgresión) e irse a la guerra (combate). Estas dos mujeres tuvieron participación destacada (victoria) y podríamos decir que heroica, en sus militares desempeños (desplazamiento). Ambas fueron heridas en acciones de guerra. Ambas fueron “descubiertas” por su sexo y “denunciadas” (persecución). A pesar de lo cual, ambas prosiguieron aquel “viaje del héroe” que ni siquiera a su retorno (regreso), quisieron abandonar.
Almas libres sin duda las de estas féminas, cuyas vidas transcurrieron en épocas que solo un “viaje del héroe”, podía consumar. Así, más o menos se proyectaron estas “versiones femeninas” en el mágico registro del imaginario social cubano, como queriendo reafirmar que siempre ha estado sembrado éste, en el sustrato fértil de sus propias pasiones.
Notas
(1) M. R. Glean y Gerardo E. Chávez Spínola: Catauro de seres míticos y legendarios en Cuba. Ed. por Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello. La Habana, 2005, pp. 201-203.
(2) Jorge Smith Mesa: Loreta Janeta Velásquez, la increíble historia de una cubana confederada. Ver www.cubarte.cult.cu (2011-10-18).
(3)Ibídem.
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