Elena Burke: Orgullo incuestionable de la Cultura cubana


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Hoy hace 18 años que Elena Burke abandonó su dimensión material pero ella es de esos seres que se mantienen aquí, sobre todo cuando nadie la ha superado todavía, frase que no es original; muchos le han reconocido la virtud de andar junto a Benny Moré, Celia Cruz, Rita Montaner, y otros pocos, invicta por el mundo.

Por el mundo, porque no solo encantó a los cubanos que oyen sus grabaciones y a los privilegiados que disfrutaron sus presentaciones; ella viajó por casi toda Europa y América;   numerosos espectadores de Estados Unidos, específicamente en el Lincoln Center de Nueva York, en el Olympia de París y otros muchos, quedaron intensamente impresionados con esta voz que saltaba la barrera del idioma porque llegaba directo al a sus corazones.

¿Quién ha interpretado todos los temas que inmortalizó como ella? Nadie.

Desde que salía a la escena la dominaba toda y no era la elegancia, ni la linda sonrisa, ni la mirada que decía todo…, era algo difícil de explicar que llegaba a la cumbre del magnetismo  cuando comenzaba a cantar, fuera lo que fuera, pero sobre todo los boleros, con una fuerza de sentimientos genuina y personal.

Decir que tuvo una exitosa carrera no abarca toda la realidad de su trayectoria porque eran las emociones las esenciales armas con que contaba para crear atmósferas de intimidad inigualables.

Fueron lujos del espectáculo sus dúos con grandes como Bola de Nieve, Benny Moré, Tito Gómez, Omara Portuondo, Frank Domínguez y Pablo Milanés del patio, y con otros del panorama musical internacional como Pedro Vargas, Edith Piaf, Josephine Baker, Ray Charles, Armando Manzanero y Libertad Lamarque, quien había sido su ídolo cuando Elena era muy joven. 

Cantó, ya se ha dicho que como nadie, creaciones de muchos extraordinarios compositores cubanos, entre ellos, José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Angelito Díaz, Marta Valdés, Adolfo Guzmán, Juan Formell, y Pablo Milanés.

No se llamaba Elena Burke, nació el 28 de febrero de 1928, en el Cerro habanero como Romana Elena Burgues González.

No estudió canto, ni siquiera leía música, pero nació con una estrella: su inmenso talento natural, su potente voz de contralto de amplio registro y exquisita melodía, y por eso desde niña la música se convirtió en su pasión y cantaba de todo, lo mismo un gran bolero que una guarachita, hasta que en 1943 se presentó en la célebre Corte Suprema del Arte, de CMQ Radio, donde ganó premio en unión de la gran vedette de Cuba Rosita Fornés. Debutó como profesional de la música en la emisora Mil Diez en el año 1943 y cantó hasta su desaparición física.

Aunque fue miembro de varios relevantes cuartetos vocales cubanos como el afamado de Orlando de la Rosa, fue en el conjunto vocal creado por la maestra Aida Diestro, Las D’Aida, donde Elena brilló más junto a Omara Portuondo y la también única Moraima Secada con las que grabó un disco acompañando a la estrella estadounidense Nat King Cole y otro a dúo con el intérprete chileno Lucho Gatica, conocido como El Rey el Bolero en su época. 

Esta vocalista singular más que cantar interpretaba los temas y los elevaba a extraordinarias dimensiones, los  engrandecía; esa era una de sus cualidades; canciones, que quizás en otras voces hubieran pasado sin penas ni glorias cuando ella las acogía les aportaba ese don mágico que nadie le puede negar.

Y qué decir cuando le caían en las manos monumentos de la cancionista nacional e internacional como Vieja luna, Si me comprendieras, Armonía, Mil congojas, Palabras, Tú mi delirio, Lo material, No me platiques más, Dos gardenias, Para vivir, Duele… y tantos otros.

Su robusto desempeño en el feeling, hizo que se le bautizara como La Señora Sentimiento, y no había otra mejor frase para caracterizarla porque ella era todo sentimiento y la voz femenina más descollante de ese movimiento en Cuba.

Sus cualidades vocales, su creatividad, su enorme versatilidad le permitían interpretar una panorama amplio dentro de los géneros musicales y además no cantar nunca un tema igual, siempre una nueva versión; para mejorar la anterior jugaba con la música, con la armonía, pero sabía jugar; el que la oía sentía que era una nueva canción.

Elena inspiró a varios escritores; en la novela «Las iniciales de la tierra», el narrador cubano Jesús Díaz hace una descripción absolutamente cinematográfica de una presentación de la cantante en un cabaret, medio en el que se desdoblaba y establecía una carismática comunicación con el público lo cual se plasma efectivamente en ese texto.

El etnólogo y escritor Miguel Barnet, Premio Nacional de Literatura por su parte, dedicaría a Elena una hermosa oda que muestra la devoción del importante intelectual por esta voz que simbolizaba a Cuba:

Te quedaste con todo, / el libro y la memoria, / los paseos y la flor. / Pero yo tengo tus ojos / y de vez en cuando me miro / en ellos, tan tristes y huidizos / para que tú me lo devuelvas todo, / el libro y la memoria, / los paseos y la flor.

Quedaron de Elena más de veinte fonogramas, que conservan su voz; algunos documentales y películas que nos permiten apreciar su alto e inigualable arte, la complejidad vocal de sus interpretaciones y sus emociones hondas en cada presentación.

Muy enferma ya, durante sus últimos dos años de vida, se presentó todos los viernes en el Club “El Gato Tuerto”. Su cuerpo no era el mismo, su salud estaba quebrantada pero su voz, su inolvidable voz, su melodía, sus susurros que se sentían como si los dijera al oído, eso no habían cambiado.

Al fallecer el 9 de junio de 2002 en La Habana dejó un espacio vacío en lo material pero no en el imaginario de la nación porque es un orgullo incuestionable de la Cultura cubana. 


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