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Emisiones de una identidad híbrida trascendente


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Durante la pasada Feria Internacional de Artesanía (FIART 2014), los miembros del Jurado de Premiación correspondiente a la diversidad de productos que concurrieron –Rosa Juampere, Carmen Gómez y quien aquí escribe- decidimos otorgar un Reconocimiento Especial a los “retablos derivados de la simbiosis entre cultura indígena y virreinal de Antesanía Georgina de Perú” ( así quedó dicho en el acta), sin tener el más leve presentimiento de que eran autenticas realizaciones  del “alma andina” traídas por la esposa de quien ahora muestra esculturas en formato pequeño y nuevos retablos en la sala alta de exposiciones de la Casa del ALBA (Línea y D, Vedado), como parte de la III Semana de la Cultura Peruana en la Habana.  Me refiero al muy apreciado artífice de ese país suramericano Virgilio Oré, cuyas obras cargadas de referencias directas a la vida de indígenas y mestizos,   quehaceres de la vida cotidiana y símbolos de identidad híbrida, emisiones de religiosidad sincrética y visiones de su fauna y sus alimentos, pude observar hace algunos años en museos, bancos y otras colecciones de aquella nación donde el pisco y la papa encarnan, entre otros, una especie de “emblemática del paladar”.

Este otro encuentro con lo que la imaginación y las manos de la Familia Oré hacen posible, permite un más reposado enlace de la contemplación y el juicio, donde queda evidenciado el resultado positivo de la fusión entre lo cristiano y lo derivado de la civilización Inca, entre un realismo provisto de natural expresionismo y el refinamiento lírico de la forma, entre el canon que aporta la herencia de siglos y la necesidad de hablarle a la gente de este tiempo mediante el sentimiento visualizado. Son retablos que sorprenden por una armonía exacta de colores y un diseño morfo-estructural que no proviene de conocimientos teóricos ni de indicaciones docentes, sino de vivir lo sensorial con placer y exteriorizarse como seres humanos de una comunidad raigal en la cual lo espiritual, las creencias y el diálogo con el destino adquieren vigencia operacional en objetos e imágenes. Están allí también las figuraciones que revelan el nexo de etnias transculturadas con la clásica llama y con otros animales, y así mismo con sus instrumentos musicales típicos y oficios que sin ser preconcebidos como “arte”, generan signos multi-funcionales que incluyen al valor estético en calidad de condición ornamental, comunicativa y trascendente.

Virgilio Oré nos ofrece una lección de modestia y laboriosidad expresiva, a  la vez que deja claro que lo artesanal se proyecta a todas las épocas por trasmitir el testimonio de una idiosincrasia, y no por ser un simple producto de mercado. Quien aprecie sus escenas y arquetipos sin mirarlos a partir de prejuicios reductivos ( de esos que hoy empobrecen la eternidad de lo artístico, al limitarlo a líneas curatoriales y comerciales designadas como “contemporáneas”), quedará contento de poder asumir una experiencia esencial de lo humano, saberse abierto a cuanto provenga de percepciones culturales verdaderas, y descubrir que la influencia hipnotizadora de los estereotipos modernos de consumo y especulación intelectual no le han podido privar del disfrute de lo grandiosamente sencillo y a la vez complejo en sus intimidades productivas.

Desde el resguardo místico a modo de “iglesia” colocada sobre los retablos –lo que en tradición de Ayacucho resulta equivalente al “torito” propio de sus pariguales en el Cuzco-,  hasta la minuciosa descripción de rituales culinarios (de una nación que cuenta con una espléndida gastronomía considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad) y los nacimientos sagrados con atributos de la “Madre Tierra”; desde la representación de las dimensiones del amor implícitas en los vínculos del hombre con la flora y con sus espacios ceremoniales; desde ese darnos noticia de la indumentaria típica que convive con lo actual o de sus técnicas históricas de cultivo y elaboración disímil, aparecen integrados en las piezas colocadas dentro de ese conjunto, sin dudas lo más importante aportado por la  reciente jornada de cultura peruana. Son obras del ingenio y la manufactura autóctona del hombre “nuestroamericano” que se suman a todo lo que por décadas ha mostrado la Casa de las Américas, y  suele asomar en los mejores stands de FIART.

No perdamos la posibilidad de darle a los ojos y a la mente – al visitar la referida exhibición de Oré- un momento de estímulo emocional y reconsideración necesaria acerca de la utilidad de lo bello y de cómo la antropología suele ser convertida en poesía.

 

 


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