En su CENTENARIO… ALICIA, de tantos quilates…


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¡El Centenario de Alicia! El año 2020, casi en los finales, el 21 de diciembre marcará el punto de inicio, cien años atrás, de un ser especial que devino símbolo del arte del movimiento en esta Isla del Caribe. ¡Cuántas cosas creó, marcó con su genio y figura para la cultura nacional, junto a los otros dos “artesanos” de tamaña obra: Fernando y Alberto Alonso! Para poner bien alto el nombre de Cuba de la mano del ballet clásico, algo impensable para estas tierras del mundo, tan alejadas de los centros de élite de esta manifestación artística, que aquí, después de 1959 devino arte de pueblo.

Ella vivió casi un siglo y también, se puede decir que lo bailó con toda su fuerza, con toda su alma, dejando las huellas por el camino del mundo. Alicia Alonso es, pues, un ser especial, tocado por lo divino. No tiene alas y vuela, tiene la fuerza de un huracán cuando cruza la escena, sus pies son libélulas que revolotean los escenarios, su temple es de acero, y su pasión, su amor por la danza, la vida y los demás es una llama, como su ejemplo en este tiempo. Cuando bailaba era un volcán en pleno ascenso, y su lava –arte del bueno– calentaba los corazones del lado del aplauso en ese breve, pero seductor y atractivo instante en que nos llenaba los interiores de un hálito que venía de otra dimensión. Quizá, de un lugar lejano y extraño que solo ella visitaba cuando desandaba las tablas, siendo ella y muchas otras criaturas que habitaban su ser. Al pasar, las entregaba de mil y una formas, para retener ese momento en la eternidad.

Por eso ha sido y será siempre inspiración de poetas, coreógrafos, músicos, escritores, críticos, bailarines, artistas de la plástica, periodistas, amigos... Está multiplicada en el tiempo, en todas las artes, que le han dedicado muchas obras. En la magia de la creación regresa la intensa bailarina que está hecha de cuatro elementos: aire, porque nos llega como brisa fresca o como ciclón; agua, que nutre de alimento los adentros para seguir el camino; tierra, porque cree en la eternidad de las cosas que valen y nos ha entregado muchos frutos; y fuego, desde las mismas entrañas, con llamas que exhala repleta de pasión, ímpetu, firmeza...

Qué decir de ese instante supremo de felicidad cuando uno cree ver el aire mismo; ante el desafío del artista con la escena, cuando logra derrumbar, sin apenas una huella, las paredes del teatro, para alzarse con la vida obviando teorías biológicas y del tiempo. Qué decir de todo esto, que tanto sentir reclama palabras. Alicia bailando tanto... Sorprender. He aquí el verbo que audazmente esgrime siempre, dejando en el tiempo la huella fértil de su genio y su sensibilidad, la poesía de sus movimientos, cosiéndonos recuerdos… De Giselle a Odile, de Carmen a Swanilda, de Lissette a Dido, de Yocasta a la Diva... ahí está el genio corporeizado de Alicia, quien, por su arte y atractivo carisma fisonómico, con ritmo de música y contorsiones telúricas, encabezó en el tiempo, en calidad de personaje y símbolo, la diversificada interpretación artística visual nuestra.

Alicia es ella y ese otro ser que vibra en la escena. Verla bailar es poner en juego todo el ánimo que convoquen los sentidos. Ella es una mujer que porta en sí muchos destinos. Es símbolo de esta Isla. La Alicia de muchos quilates, que encandila las miradas y el alma, está aquí. Es la impronta de la diva, la estrella de mucha luz, la Prima Ballerina Assoluta que convoca a esos dioses que la animan en cada acto de su vida.

Para captar a Alicia, ya sea en foto, cine, dibujo, pintura, escultura, danza, ballet, teatro… hay que acudir a la magia, porque ella es la danza y la danza es movimiento, y el movimiento es muy difícil de atrapar. Pero hay más, ella no es lo que se ve a simple vista, sino la artista que lleva adentro, esa que sale, como transformada en espíritu cuando toca la escena. Alicia es, pues, una maga de la vida real/irreal, creando maravillas siempre de una dimensión a la otra, atrapándonos con sus redes creativas, en esos instantes en que desandaba el cielo desde la escena, cual Terpsícore cubana, criolla, con alas tan grandes que cubría el universo con su ARTE. Y también a nosotros, en los momentos en que dejaba de ser ella para transformarse en otros seres, también alados, que nos llevaban por lejanos territorios donde ella tejía nuestros sueños con tonos desconocidos, hasta ese punto supremo en que regresaba, y era ella

En ese espacio de las tablas dejó eternos instantes. Theophile Gautier solía afirmar que las principales virtudes de una gran bailarina eran la «sensibilidad, la pasión, el entusiasmo, el alma demasiado prodigada». El «elán», decía, es virtud principal de todas las grandes de la danza. Nuestra Alicia también posee ese hálito de misterio, esa condición irradiante, ese algo más tan difícil de definir. Y no solo en la escena, donde todo el mundo ha tenido la ocasión de comprobarlo. Sino en la vida cotidiana, como ser humano, como mujer, que es quizá, la tarea y el rol más difícil de interpretar. Pues en ella no solo tenemos la cristalización de toda la danza concurrente y remodelada en nuestra historia y cultura, y a una de las más personales y señeras bailarinas de los escenarios de la humanidad, sino a una mujer identificada con los destinos de un pueblo, amén de constituir una de las imágenes de la realidad y del arte que han colaborado en la formación de una poética variada de la cultura nacional.

Alicia es un ser extraordinario, palabra que en este contexto lleva bordados otros significados, como pueden ser mágica, creadora, fuerte, pasional, eterna, inteligente, y humana en mayúsculas. Alicia siempre ha sido ella, y los otros, porque ha vivido pendiente de la vida, del sentir de todos aquellos que la han rodeado en las tablas, la escuela y más allá de esas fronteras. Nada humano le ha sido ajeno…

El tiempo pasó… Ahora, desde el lugar que la coronó de vida, aplausos, y donde entregara tantas alegrías, el Gran Teatro de La Habana que lleva su nombre…, donde nos regalara los mil y un personajes vividos en la escena, reverenciamos siempre cada recuerdo/hecho, que constituyen hojas de su calendario personal, momentos retratados, memorias guardadas, alientos impresos, sorpresas captadas, vida vivida, tiempo bailado, días de movimiento y tantas cosas más. Sintámosla danzar, y reconstruyamos esos momentos aislados, en los que ella estará sintiendo, ante cada uno, todo lo que dejó en ese pequeño y fugaz relámpago que nos atrapa para la eternidad. ETERNIDAD, palabra que la acompaña desde su nacimiento al arte, cuando dejó posar sus pies, pequeños y alados, en estas tablas que no deja de pisar ni un instante. Su vida es un escenario y de ella extraemos hoy, soplos, minutos o segundos atrapados, que nos esperan aquí para reconocerla aún más. Desde las palabras y los recuerdos la esculpimos nuevamente plena de esa creatividad ilimitada que es tiempo, también salvado, por ella, para el Arte.

Alicia Alonso estará siempre con nosotros, nunca se ha ido, vive cada día en todos, y nos abraza con su ingenio hecho danza, por doquier. Dejemos abiertas las páginas de este periódico que ilumina nuestra Cultura Cubana a la inmensa bailarina…

 

Nota editorial:

Con este texto damos comienzo a la publicación de una serie de trabajos que fueran divulgados por diferentes medios, en los cuales prestigiosos intelectuales cubanos y foráneos describían en letras a esa gran maestra, a nuestra ALICIA

 


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