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Encerrados, o el lado oscuro de corazones aún salvables


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En Cuba, por quinta ocasión, “un país al que amo profundamente”, el italiano Valerio Bispuri (44 años), ha logrado transgredir desde hace mucho tiempo no sólo fronteras geográficas, sino también de índole periodística y antropológica, como profesional del lente; en especial, durante amplios recorridos por distintos países de la América del Sur. Su tema en específico: la vida en los centros penitenciarios latinoamericanos. Ese lado oscuro del corazón que, en ocasiones, es olvidado por muchos —en específico, funcionarios de gobiernos—, y acerca del cual confiesa que “si quieres conocer un país, visita sus cárceles”.

Imágenes diversas expuestas en éste, su primer libro, Encerrados (1) —en su mayoría escalofriantes—, de hombres, mujeres, adolescentes y hasta niños sobreviviendo en el interior de un numeroso grupo de penitenciarías sudamericanas (Argentina, Perú, Chile, Colombia, Uruguay, Paraguay y Ecuador), recorre Valerio a través de su lente crítico para explicar así —dentro de un contexto de sombras y claro-oscuros—, la situación de una realidad (¡la verdadera!), que en campaña electoral o sistema de gobierno en el poder nunca se tiene en cuenta, al estar todo ello ceñido a un disfraz o máscara mítica de intereses diversos donde el tema voluntad política forma parte de innumerables discursos apologéticos.

Para la confección del título Encerrados Valerio asomó su lente en 34 cárceles de nueve países suramericanos durante una década; un lente repleto de humanismo y expositivo del inefable dolor, humillación y muerte de miles de mentes y corazones, salvables en su gran mayoría, si el vocablo justicia no constituyese aún un apócrifo reflejado “constitucionalmente” en muchas de nuestras tierras americanas.

No obstante negar autocalificarse artista y plantear a la vez que su trabajo no lo considera de denuncia, para todos los que tuvimos la suerte de conocerle durante una conferencia de prensa brindada en la sede de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en esta capital, nos resultó una opinión verdaderamente inaceptable. Y así se lo hicimos saber —con muchísima sinceridad y en calidad de colegas y amigos—, un numeroso grupo de reporteros, redactores, especialistas y profesores en técnica fotográfica de la prensa escrita, televisiva y del audiovisual de la Isla, además de funcionarios de esa organización, como sus vicepresidentas Aixa Hevia y Bárbara Doval.

Valerio Bispuri expresó para el periódico digital Cubarte, lo siguiente:

¿Por qué América Latina en su vida y en su obra?

Considero que esto ocurrió producto de un poco de casualidad al igual que de amor. En el año 2000 tuve la oportunidad de realizar un viaje a la América del Sur durante cuatro meses, junto a un amigo fotorreportero. Me enamoré de ese contexto, de sus pueblos, de sus gentes; a tal punto, que cuando regresé a Roma, decidí hacerme fotorreportero profesional e ir a residir allá. En un inicio, no supe dónde,  ni en qué país…La Argentina surgió casualmente, a partir de su crisis económica; en el 2001 fui a tirar fotos y decidí entonces residir allá hasta el 2011. Por tanto, conozco muy bien ese país y su pueblo.

¿Por qué el tema carcelario?

Decidí hacerlo porque sobre este tema se conoce muy poco en el mundo y, en especial, en América Latina. Me atrajo el lograr exponer visualmente cómo es la vida de los detenidos o presos en el interior de las cárceles; estas como espejos de una sociedad, de un país, de un continente. Por supuesto, que la existencia y consumo exacerbado de la droga ha incidido también en ese micromundo de seres humanos; en su gran mayoría el encierro es debido a ella, como el más grande problema (considero) que tiene este continente, junto a sus traficantes y consumidores habituales.

En este espacio de presentación de Encerrados, nos mostró también un documental de su autoría sobre “el Paco”. ¿Qué es? ¿Cómo surge? ¿Cuáles son sus consecuencias?

“El Paco” nació en el 2001 a partir de la crisis económica surgida en la Argentina. Esta es una droga que se confecciona con los residuos de la cocaína. En esa época se vendía a un precio bajísimo y los adictos se volvían locos por adquirirla. Esta droga se caracteriza por su potente fuerza; su uso continuo es capaz de provocar la muerte al cabo tan sólo de un año.

Hace referencia al concepto de estética en su obra. ¿Cómo ha logrado involucrarlo en ella?

Siempre he dicho que si sientes la realidad, sientes a la vez la estética o lo que es igual el lado emotivo del corazón. Sin embargo, no la considero lo fundamental; a mi entender lo fundamental radica en saber contar, explicar, relatar la realidad sobre lo que se observa o se siente. Luego vendría la estética, algo más para provocar y producir una buena foto o un buen audiovisual. Igualmente y ya desde un punto de vista ético, la demostración de la realidad sería imprescindible, al no permitir modificación o alteración alguna si partes de tus principios morales.

Sin proponérselo ha llegado a mostrar un problema muy real poco tratado en los medios de comunicación del mundo entero, en especial, de este continente. ¿No lo considera una denuncia social?

Aunque ella exista hasta cierto punto, no es lo primordial o no ha sido en definitiva el motivo principal en relación con mi trabajo, sino la realidad existente en las cárceles. Por otra parte, tengo un sueño, y es que esta obra Encerrados llegue a las manos de Fidel Castro y que él lo pueda leer y brindar su criterio. Criterio que voy a apreciar muchísimo. Durante este periplo de trabajo tuve la oportunidad de conocer al comandante Hugo Chávez, al igual que al intelectual uruguayo Eduardo Galeano, quien escribió un comentario sobre este libro.

Quisiera también, si es posible, se me concediera una oportunidad para realizar un trabajo sobre las cárceles cubanas que, según informaciones, son muy distintas desde todo punto de vista a las que existen en el resto de América Latina. Tuve conocimiento de las visitas a ellas del cantautor Silvio Rodríguez llevando su arte.

Nota

(1) Valerio Bispuri: Encerrados, Editorial “Contrasto”. Roma, Italia. Febrero, 2015.


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