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Enid Vian Audivert: No hay perfeccionamiento en la complacencia


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Sostener un diálogo con Enid Vian (1) es toda una proeza para cualquier persona. No me refiero, desde luego, a un diálogo periodístico, sino al diálogo más simple e intrascendente, que con ella se convierte en verdadero ejercicio literario, una especie de combate, donde todo el tiempo uno está a punto de salir vencido por la chispa de su verbo e ingenio. Su proverbial —y a veces desconocido por muchos— sentido del humor, su agudeza e ironía hacen de ella la más difícil contrincante en cualquier conversación. Desde que hace años la conozco arrastra el problema de que muchos la confundan con su hermana mayor Ivette, lo que ha dado lugar a más de un simpático mal entendido, sobre todo cuando a una le atribuyen los libros o guiones para TV de la otra o las citan a actividades equivocadas. Al igual que Ivette Vian, Enid es una de las autoras cubanas para niños más reconocidas en la actualidad, una tan buscada como temida editora, implacable enemiga de las erratas y la mediocridad, una mujer con criterios propios que sabe validar a como de lugar, una polifacética creadora que lo mismo nos conmueve con un libro de la hondura lírica y humana de Poesía de amor doméstico, que nos deslumbra por el rico trazado argumental y psicológico de Fangoso, noveleta para jóvenes, o mejor, texto sin edad, cargado de inquietantes alegorías y puntos de vista. Conversar con ella nos permite conocer sus razones o (sin) razones literarias, sus motivaciones o (des) motivaciones, sus sueños o pesadillas.

¿Cuándo descubriste que te interesaba escribir para los niños?

Si te refieres a interés como fiebre y parte esencial de mi vida, fue después de publicar tres o cuatro títulos y ver el efecto que tenían entre los niños, jóvenes, maestros y colegas. Mi entrada en ese inmenso universo poblado de seres “como tú quieras”, sin tope, fue coyuntural. Mi hermana Ivette trabajaba en Pionero, junto a Onelio Jorge, Froilán Escobar y otros escritores que hacían un semanario para niños con textos formidables e ilustraciones que eran una versión plástica de altura acerca de los cuentos. Yo decidí escribir algunas narraciones y presentarlas en Pionero, con el propósito de intentar trabajar al lado de mi hermana mayor —que conste que Ivette es mayoooooor que yo— y el resto del clan. Hubo una serie de problemas que no viene a caso contar aquí e Ivette dejó de escribir para Pionero; y yo, ni intenté presentarme allí. No obstante, ya estaba el virus del mundo fascinante de la niñez insertado en mi conciencia. Seguí escribiendo cuentos y poesías y se los daba a leer a mi gaveta, la cual siempre me aprobaba. Reuní los cuentos y los poemas en dos libros: Cuentos de sol y luna y Che, miembro del río. Los envié al concurso 13 de Marzo y el primero obtuvo el premio y el segundo algo así como una Recomendación. Al año siguiente preparé otro libro de cuentos, que obtuvo el premio 26 de Julio, y al siguiente gané el Casa de las Américas con Las historias de Juan Yendo. Al siguiente escribí otro, y otro...

¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niños?

No sabía que las historias para niños debían de ser tonales como el idioma chino. No creo que a alguien se le ocurra pensar que las historias para adultos deban tener un tono específico, digamos tono adulto; ¿por qué entonces habría de tenerlo para los niños? El tono es precisamente el que EXIJA la historia.

¿Te pareces a tus personajes? ¿Cuál es para ti el más entrañable?

Sí, hasta en la selección de la parte de la realidad que resalta el que escribe está el autor. Y el estilo que adopta es también el autor. Yo soy un ser crítico, hacia mí misma y hacia todo lo demás y eso me ha permitido mejorar como persona y como escritora. Para mí no hay perfeccionamiento en la complacencia. Tampoco lo hay en la “permisibilidad” pasiva y silenciosa. Siento el humor como necesidad y medio para tomar conciencia de nuestras insensateces a todas las edades, y también como sano ejercicio de la risa, de la alegría. Creo que yo me parezco a la intención de mi obra; y que, si perfilé medianamente bien mis personajes, se verá que todos somos el conjunto de las cualidades y deficiencias de estos personajes creados con una base real. ¿Qué con cuál me identifico? Me identifico con una mezcla de miñocorra, lerdorrinco, azul y avizora, todos personajes de De las rastrirrañas y las miñocorras.

Doy por sentado que Fangoso, Premio UNEAC de Literatura 1999, significó un hito en tu carrera, ¿sientes tú esa novela conectada con el resto de tu obra o crees que sea un punto y aparte? ¿Qué harías si, por esos misterios de la vida, andando por una calle, te encontraras con Fangoso?

Si yo estoy “conectada” conmigo misma, entonces mi obra toda también lo está. No obstante, en Fangoso hay un acento mayor en lo humorístico, y en la intención de hacer reflexionar a partir de la sátira. Fangoso es un personaje autoritario y opresor, resumen del mando ciego y sin alternativas. He querido resaltar lo anacrónico y absurdo de esta deformación a todos los niveles. De hecho, uno se encuentra por la calle a algunos Fangosos Menores. Lo que yo hice fue usar el arma que mejor manejo contra los Fangosos Mayores, y los satiricé en un libro. Si me los vuelvo a encontrar, hago Fangoso II.

He escuchado que ciertos libros tuyos para niños —tanto en argumento como en estilo— te hacen distinta a la media de quienes escriben para estas edades. ¿Te sientes una escritora especial? ¿Te preocupa más la popularidad o depurar, libro a libro, un estilo ciertamente particular?

En cuanto a la primera parte de tus preguntas duplex, me parece que escribo como soy. Y soy hija de una formación y de un ideario y partícipe y observadora, al mismo tiempo, de una época. Nunca me he sentido especialmente especial. Respondiendo a la segunda parte, te diré que no creo que una cosa excluya a la otra. Al contrario. Las personas en formación a las que me dirijo, que por supuesto son parte del pueblo, la más preciada, merecen que yo trate de depurar un estilo ciertamente particular, que no solo sea honesta, sino también conocedora de la técnica, capaz de mirar la realidad con agudeza y sintetizarla en la poesía y el verbo. Merecen ver la literatura como algo verdaderamente respetable, como un medio de comunicación insustituible, como regocijo del espíritu y el intelecto. Y entre más cuidado y respetuoso sea mi trabajo, más hago por ellos.

Hablando de lo inusual, estimo que De las miñocorras y las rastrirrañas, lo es como el que más, sin embargo, fue una obra publicada en un momento de nuestra literatura en que apenas se veían libros que marcaran la diferencia: ¿Qué te deparó como autora?

Mucho. Me deparó cariño de los demás. Algunas personas se acercaron y me comunicaron su simpatía hacia el libro y hacia mí. Curiosamente, la mayoría eran niños y ancianos. Como si para simpatizar con una miñocorra de solana y rechazar a una rastrirraña, no existiera edad.

En Una ventana que va a 150, te preocupas por abordar la relación entre los adolescentes, aunque no en una novelita típica (por llamarle de algún modo) para esas edades, sino de una forma bastante original. ¿Te interesaría regresar al relato para jóvenes del que hay tanta carencia?

La literatura para jóvenes es polémica. Se discute si los jóvenes simplemente deben apropiarse de determinados textos dirigidos a adultos o si se debe escribir específicamente para ellos, en fin. Si tengo algo interesante que decir, abriré otra ventana, pero que esta vez vaya a 190 por lo menos.

¿Cómo concibes idealmente a un autor para niños?

Cuando pienso en los buenos escritores no distingo entre las cualidades de los que escriben para niños y los que escriben para adultos. Para mí lo ideal en un escritor es ser una persona inteligente; y que su inteligencia sea un instrumento para mejorar la realidad o al menos para revelar partes esenciales de la realidad, incluida, la realidad de la conducta humana. Una persona de una especial sensibilidad hacia los problemas humanos, no en abstracto, sino en la concreción de los que tiene más cerca. Si se sensibiliza con los seres que lo rodean creo que puede traspolar universalmente sus sentimientos y caracterizar sus personajes con características reales, para que las personas vean su verdadero rostro, aunque sea desde un determinado ángulo. Debe ser un minucioso observador de la realidad, solidario con las mejores causas humanas, incisivo penetrante, verás y crítico.

¿Reconoces influencias de clásicos o contemporáneos (tanto de Cuba como del extranjero)?

Espero haber dejado en mi obra cierta originalidad. Pero reconozco tantas influencias como libros de impacto leídos a lo largo de mi producción de libros propios. Desde El Quijote, Gulliver, La Odisea, Alicia en el país de las maravillas, El reino de este mundo, Cien años de soledad, Pippa Mediaslargas, Residencia en la Tierra, Canto General, Trilce, El jardín de los senderos que se bifurcan, Los negros esclavos, Romeo y Julieta, Memorias de Adriano, La Edad de Oro, hasta la más humilde revista o periódico y algunos libros fabulosos actuales que seguramente influirán en mis libros futuros, como El dios de las cosas pequeñas, magistral. Sin contar con el cine que, sobre todo en los cuentos para adultos que he escrito, ha influido bastante. Te los enumero así, de forma anárquica, porque así los he leído, según han ido cayendo en mis manos, claro, no en ese orden ni esos mismos títulos necesariamente, pero no ha habido un método ni distinción de géneros o edades a los que van destinados. Es una muestra, porque son muchos años de lecturas.

¿Cuáles fueron tus lecturas de niña?

Mi hermana Ada —un poco maternal y otro poco hada con h— fue maestra de primaria por muchos años. Yo creo que practicaba con sus dos hermanas más pequeñas, Mirta y yo. Nos enseñaba canciones, nos leía cuentos. Por ella leímos una enciclopedia llamada El tesoro de la juventud, además cuentos clásicos de hadas, los de Andersen, los hermanos Grimm, etc. Leímos también los infaltables cuentos de José Martí. Además, cantábamos, saltábamos y aullábamos con las canciones infantiles de moda, que ella tocaba al piano. Luego leí a Homero, Quiroga, Kipling, Swift, Selma Lagerloff, Lewis Caroll, Daniel Defoe, entre muchos otros. Supongo que tendría entonces 10 o 12 años.

¿Cómo insertas tu obra dentro del panorama actual de la LIJ cubana?

Le dejo ese difícil trabajo de poner en su “justo lugar“ —que exigiría un estudio comparativo y valorativo autorizado, veraz y minucioso— a los críticos literarios, autorizados, veraces y minuciosos.

¿Qué atributos morales piensas que debe portar consigo un buen libro infantil?

Espero que no te refieras a la segunda acepción de moral en el diccionario, es decir a los árboles moráceos monoicos, de hojas pubescentes acorazonadas, flores en amento y frutas comestibles formados por muchas bayas de color rojo oscuro (Morus migra). Más bien, tu pregunta alude a una serie de principios (primera acepción del diccionario) acerca de lo bueno y lo justo. Pues te diré que yo considero que el hombre es teóricamente la criatura más moral que existe, aunque en la práctica y en algunos casos —como en el caso del presidente Bush— hay animales que lo superan en su conducta y en su amor por las demás criaturas. Todo nuestro mundo gira alrededor de la conducta humana, alrededor de los principios morales. Se han mantenido a lo largo de milenios, porque el hombre los necesita para progresar, para vivir cerca unos de otros. Sería demasiado enumerar los atributos morales que —en receta rápida y fácil de hacer— yo escogería para los libros dedicados a los niños; pero hay una serie de ellos que provienen de los tiempos de Cristo y que aún desempeñan un papel benéfico en la sociedad, como aquel de “¡no bombardeaos los unos a los otros!”. ¿Por qué será? Debido a ello no veo por qué habría que despojar de toda enseñanza moral a los libros para niños. Más bien todos los libros —para niños y para adultos— tienen una toma de partido ante la conducta humana y los hechos reales. No hay que llevarlo a extremos o hacerlos explícitos; pero no veo por qué un autor no puede mostrar variantes contrapuestas de conductas y hacer simpatizar al niño con las más humanas y las más útiles. Por supuesto que tomar partido por determinados valores no libera al escritor de ser un mediocre desde el punto de vista literario, estilístico, estético, creativo.

Por tu experiencia de jurado, ¿Qué te parece la LIJ cubana?

En mi opinión, la literatura toda, sobre todo la novela y el cuento, son disciplinas que necesitan de una acumulación de experiencias y conocimientos, además de talento, así es que por ahí vienen caminando algunos buenos escritores jóvenes en esa fase de “acumulación originaria”. Algunos libros que he leído son verdaderamente buenos. Otros malos, como diría Perogrullo. Escriben hoy, también otros escritores en plena madurez creativa que han probado su eficacia y talento. Por suerte, por necesidad y por lógica, en la literatura para niños de nuestro país se va a producir esa continuidad que se espera. Oráculo: habrá figuras notabilísimas y excelsas, buenos escritores y medianías.

Has en varios géneros. ¿Con cuál te sientes más cómoda?

La poesía que he escrito, que siempre ha sido para adultos, apenas ha requerido de elaboración, “me nace del alma, palabra de honor”, como dice la canción. Si a eso se le llama comodidad, pues me acomodo en la poesía como en una poltrona usada, muelle y blanda. Pero, en realidad, creo que en eso que llaman facilidad para algo, hay detrás —entre otras cosas— la acumulación de experiencias, lecturas, observaciones, informaciones, y todo tipo de hechos de la vida, que luego se han convertido en intuición creadora. Y si, con tu permiso, añadiéramos, ¿en cuál género te has divertido más creando? Respondería sin pestañar, en la novela para niños.

¿Qué piensas de la relación literatura mercado?

En el mundo actual, más que nunca se concibe el libro como una mercancía. Si fuera por algunas casas editoras, los venderían por metros. Se publican los libros que dan dinero con seguridad, y esto no siempre está vinculado a la calidad y la necesidad de un título. Hay algunos best seller que nadie necesitaría leer, por banales o mediocres desde el punto de vista literario o porque no aportan al lector nuevos ángulos de apreciación de un fenómeno, o porque aúpan necedades inciertas por motivos oscuros, pero se publican porque hay un público que los compra. Por suerte también hay casas editoras que publican libros capitales de la literatura universal. En Cuba la problemática ha sido diferente. Ha habido diferentes etapas en lo que se refiere a publicaciones, unas más acertadas que otras; pero siempre se ha dado un lugar a los buenos libros, a los libros capaces de enriquecer al individuo, a los clásicos. En estos precisos momentos se intenta publicar lo mejor de la literatura de todo el mundo. Creo que eso es muy inteligente.

¿Podrías opinar de la relación autor-editor?

A lo largo “y ancho” de mis años como editora en la Editorial de Ciencias Sociales, me han ocurrido todo tipo de cosas. Ha habido altas, bajas y muy bajas (como en el Periodo Especial). Lo mejor ha sido —además de mi relación con mis compañeros de trabajo— la gran cantidad de excelentes autores con los cuales he mantenido una relación fructífera. He trabajado sus libros como si fueran los míos propios; y a veces dedicándoles más tiempo que a los míos. Mantengo amistad con muchos de ellos porque juntos hemos sufrido —paso a paso— los avatares del nacimiento de sus criaturas, que, en algún lugar, también son de uno. Creo que el editor es una persona amante del libro, de su estructura, de su contenido, de su función, de su cubierta, de su olor, de su textura, de la satisfacción y el placer que va producir en todos, del conocimiento que le va a aportar. Además, una persona con información actualizada y cierta cultura y conocimientos, que le permita saber qué falta, qué sobra en el texto, qué elementos pueden mejorar el libro. Qué está insuficientemente explicado, qué es copia de otro libro, etc. Yo me siento con cada autor, a lo largo de 30 años, y vemos ambos, punto por punto, desde la redacción hasta las notas; desde la estructura hasta los párrafos que hay que suprimir o colocar en otro sitio; desde la necesidad de un prólogo hasta la inclusión o no de ilustraciones. Es un trabajo que te hace llorar cuando algo sale mal —a coro editor y autor—, y reír —a coro también— cuando todo es satisfactorio. Hay que aclarar que es también una labor de colectivo: corrector, diseñador, componedor de texto, ilustrador, etc.

Si debieras salvar diez libros de un naufragio ¿Cuáles escogerías? ¿Alguno de los tuyos?

La Biblia, a ver si encuentro allí una explicación de por qué naufragué. Y también, porque es un libro cumbre. El Quijote, porque es casi como La Biblia, lo contienen todo. La odisea, porque no ha sido superada. La cena de Trimalción, para divertirme. El reino de este mundo, porque es uno de los mejores libros de nuestro mundo latinoamericano. Macbeth, para no olvidar las pasiones humanas, y porque Shakespeare también parece haber agotado casi todo. La Edad de Oro, porque Martí me enternece y lo considero un genio en más de un sentido. El Diario de campaña del Che, para que me recuerde hasta dónde puede llegar la nobleza y la honestidad humana. El libro del desasosiego, de Pessoa. Y, finalmente, Fangoso, una novela para niños mía, para no descriarme en la Isla a donde fui a parar después del naufragio inmerecido. Quedaría fuera algo de Cortázar, de Borges, de Neruda, de Vallejo, creo que es difícil, porque amo a la Yourcernar, al autor de Robinsón Crusoe (y me serviría de mucho en la isla desierta)...

¿Qué ha significado escribir guiones para un espacio televisivo?

Una experiencia bellísima y, al mismo tiempo, incompleta y floja. Me preocupé mucho, por diversas razones. Quedé insatisfecha conmigo misma, porque era inexperta y me enfrentaba a este medio sin ayuda. Hubiera querido dar mucho más, pero no fue posible. De todos modos, es un medio que explotamos a medias, con excepciones que aprovechan al máximo todo lo que da.

¿Puedes anticipar en qué obra trabajas actualmente?

Hay dos libros para niños que van a ser publicados por Gente Nueva y la Editorial Oriente respectivamente, probablemente en el 2006. Entonces, pienso terminar otro libro —y libra— de poesías para adultos y reunir en un volumen cuentos y “cuentas” para adultos y “adultas”, para que no digan que soy una escritora pro machista.

¿Qué es para ti lo más importante en la vida? ¿Qué es lo peor?

Creo que es de muy mal gusto citarse a uno mismo en una entrevista, pero, como todo ser humano, tengo mis debilidades. Por tanto citaré lo que digo en Las rastrirrañas y las miñocorras. Lo más importante para mí son los músicos, que no la música. Y lo peor es la falta de músicos que la compongan y ejecuten bien.

 

Nota

(1) Nacida en Santiago de Cuba, en 1948. Narradora y editora. Ha publicado: Cuentos de sol y de luna. Dirección de Actividades Culturales, Universidad de La Habana, Colección Premios 13 de Marzo, 1977. (Premio 13 de Marzo, 1975); El libro de los oficios y los juguetes. Editorial Gente Nueva, 1978. (Premio de cuento en el Concurso 26 de Julio, 1977); Las historias de Juan Yendo. Ediciones Casa de las Américas, Colección Premio, 1984. (Premio Casa de las Américas, 1979); De las rastrirrañas y las miñocorras. Editorial Gente Nueva, 1992; Un elefante en la cuerda floja. Poesía infantil cubana. (Selección, prólogo y notas). Ediciones Unión, 1998; Fangoso. Ediciones Unión, La Habana, 2000. (Premio Ismaelillo, 1999. Premio La Rosa Blanca). (Reedición en 2004 y en 2010 por Editorial Gente Nueva); Una ventana que va a 150. Ediciones Unión,  2001; Oigo ¿habla Migue? Ediciones Unión, Ediciones Ferilibros, Colección Dienteleche, 2002; Cuentos con disparates. Editorial Gente Nueva, 2003. (Premio La Rosa Blanca, obra finalista del Premio de la Crítica); Diario de un personaje imaginario. Editorial Oriente, 2006; El misterio de las palomas errantes. Editorial Gente Nueva, 2006; Mamaique. Editorial Gente Nueva, 2007; Mamaique y Cocó. Editorial Cauce/Ediciones Almargen, Colección Fililí, 2008 y Retorna Fangoso, Editorial Gente Nueva, 2012. Premio Magistral La Rosa Blanca, de la UNEAC, por el conjunto de su obra dedicada a niños y jóvenes, en 2005.


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