Hace unos 30 años conocí a Enrique Cirules (1). Todavía yo estudiaba Periodismo y el azar nos hizo cercanos y al instante quedé subyugado por la palabra contagiosa de este hombre que me hablaba de sus investigaciones con la emoción de un testigo ocular de cada hecho por él relatado y el entusiasmo de un eterno adolescente amante de las aventuras sin fin. Este hombre alto, de mirada soñadora y con un verbo ágil, enseguida me llevó a los escenarios de pescadores y contrabandistas, de luchadores contra el fascismo en Europa, de la mafia en la Cuba de los años 50 que yo no conocí y, sobre todo, al mundo mítico de un Ernest Hemingway, cuya lectura puede marcar a cualquiera, sobre todo a aquellos que un día se afanan en el oficio de contar historias. Muchos años después, cuando aún yo soñaba con leer Las nieves y el sol, un proyecto de libro del que también me habló con gran entusiasmo, el azar volvió a reunirme con mi tocayo Cirules en las oficinas de Gente Nueva, cuando siempre con un original bajo el brazo, se presentaba optimista con similar vehemencia y pasión a las de un escritor adolescente. Este diálogo es el resultado de aquellos encuentros y mi deseo de reconocer la perseverancia con que Enrique Cirules siempre ha deseado ser leído y aceptado por los adolescentes y jóvenes.
¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una literatura? o simplemente ¿Literatura para personas?
Para mí la literatura es una manera de comunicar, de ofrecer conocimientos, y develar secretos, emociones, sentimientos; de acercar historias fascinantes a los lectores, con sus pasiones, alegrías, esperanzas, ilusiones y nostalgias. Es, además, la máxima expresión del asombro, del deslumbramiento, de la maravilla humana. El instrumento que utilizo para desencadenar intercambios de experiencias. El acto que fija en la memoria el rastro de los acontecimientos. Es decir, la palabra escrita como huella de lo uno y lo diverso, en el complejo y extraordinario comportamiento humano, en el total devenir de la existencia.
Por eso disfruto igual con un cuento infantil, una fabulación para adolescentes, las aventuras que encantan a los jóvenes, como con la lectura de una afamada novela, un exquisito ensayo o una complicada investigación histórica, si estas poseen la capacidad persuasiva de hacerme pensar, reflexionar, sumergirme en un universo de revelaciones.
¿Qué piensas de la infancia?
Es una maravillosa etapa de la existencia humana. Época de formación, de aprendizaje, de raíces y sueños. La infancia nos marca recuerdos, anhelos. Es parte del misterio que nos acompaña, en el después...
¿En tu concepto los niños leen hoy día más o menos que antes?
No tengo datos precisos; pero sí el conocimiento del escenario cubano. Este es un fenómeno que actualmente se comporta de manera desigual, y tiene mucho que ver con la actitud de la familia, con criterios y valoraciones de la cultura, de su importancia para conquistar una vida feliz, de éxito. En el pasado —al menos en mi pasado— era una realidad muy generalizada la ausencia de libros. Era corriente el analfabetismo, y muchos firmaban con la huella del pulgar. La inexistencia de bibliotecas, incluso de escuelas, justifica aquella realidad pasada; pero actualmente existe un segmento de personas adultas, en relación con nuestros niños y jóvenes, que desdeñan la lectura, en un país sembrado de escuelas, y eso es algo inadmisible.
¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niños?
Tu pregunta es un tanto compleja, porque está en la misma esencia de la actividad del escritor. Los libros, en primer orden, si de niños y jóvenes se trata, deben poseer un especial encanto y fascinación, y mucho poder persuasivo; pero esto sólo se logra con un lenguaje adecuado y una estructura narrativa muy precisa. En la construcción de las historias tiene mucha importancia la forma y el lenguaje, o dicho de otro modo: contenido y continente. El estilo, la manera que el escritor elige para trasmitir el mensaje literario. Este es uno de los grandes desafíos, parte de los misterios de la creación literaria.
¿Eres tú parecido a alguno de los personajes de tu obra?
Ciertos críticos, siempre atentos, han reparado en mi predilección por determinados temas. Unos dicen que soy el escritor que más personajes norteamericanos ha incorporado a la literatura cubana; y algunos me definen como un escritor de la otredad. En realidad, he canibaleado muy poco mis experiencias personales, el entorno de mi formación, de mi época. Me sorprende la agudeza de tu pregunta, y la respondo de manera ambigua: con un sí y con un no. Hasta ahora no creo haber construido un personaje estrictamente coincidente con mi personalidad. Lo que sí está presente en alguno de mis personajes, es mi manera de soñar, de apreciar lo circundante y sus desafíos. La creación literaria es uno de los procesos más complejos de la mente humana; y persiste en mí una voluntad de construir libros que me gustaría leer, y que todavía no he encontrado.
¿Cómo concibes idealmente a un autor para jóvenes?
Veamos, un escritor para niños, en primer término, debe ser capaz de tener, entre sus mejores amigos, a los niños. Debe aprender a oírlos, a estudiarlos, a disfrutar de su extraordinaria capacidad imaginativa. El escritor que aspire a transitar ese desafío debe aprender de los niños y de la naturaleza. La sabia naturaleza: el rumor de un río, el silencio del monte, del bosque, de la selva, el misterio del mar, la inocencia y encanto de ciertos animales. Tengo muchas anécdotas vividas, experiencias personales, he sostenido diálogos con niños y gatos, he tenido por amigo a perros y caballos, a gorriones y torcazas, he conocido de delfines, he sido amigo también de ciertos “locos”, y he sostenido con ellos conversaciones de “sordos”, y me he podido asomar a ese increíble universo de la imaginación, del delirio, de la total inocencia de algunos seres, y he presenciado esa secreta y misteriosa relación que es capaz de sostener un niño con ciertos animales: gatos, perros, caballos, aves…! Pero sobre todo, he podido comprobar el enorme poder imaginativo de los niños, con sus sueños, ilusiones, inquietudes, interrogantes, que contribuyen en mucho a nutrir la visión de cualquier escritor. No hay que olvidar que, en literatura, la obra se construye primero en la imaginación, antes de que se concrete con el fascinante universo de la palabra escrita. Quién no se sienta motivado por estos misterios o trate de acercarse a esos misterios, difícilmente podrá construir una verdadera obra de arte para niños. Eso es algo de muy difícil realización. Esto lo afirma alguien que, precisamente, no escribe para niños; sino que su escritura está dirigida a los adolescentes; y en especial, hacia los jóvenes.
¿Reconoces influencias de autores clásicos o contemporáneos?
Sin dudas las hay. Ya que, desde luego, en la medida en que uno toma conciencia de que el camino que ha elegido, que se ha trazado, es el de la literatura, se convierte en un voraz lector. Pero ocurre que, al mismo tiempo, uno trata de alejarse cada vez más de lo que pudiera ser la influencia directa de otro autor. Es algo que, sin embargo, no siempre se puede lograr. En esto, los lectores –y en especial los críticos– tienen un olfato más despierto que el propio escritor.
¿Cuáles fueron tus lecturas de pequeño?
Muy pobres. En el paraje donde nací no había libros para niños. Las escuelas eran pocas y muy endebles. Pero esas ausencias eran suplidas en el entorno familiar con lo que suele llamarse la literatura oral. Lo narrado, lo contado, lo comunicado: las historias orales. En mi caso, de manera casi mágica, entré en contacto con la memoria oral de mi comarca: historias de naufragios, de navegantes, de piratas y aventureros, de las brujas de la Gran Canaria, de los desafíos de la caballería mambisa, con las huestes de Gómez cuando ocupó la villa de San Fernando de Nuevitas en 1874. De esa manera, durante los primeros diez años de mi existencia, toda esa realidad se me reveló. Después, cuando el viejo Antonio me compró los veinte tomos de El Tesoro de la Juventud, comenzaron días, semanas, meses, de una gran fiesta del espíritu. Luego las lecturas se convirtieron en una vorágine: revistas, periódicos, textos de física, de química, de arqueología, de historia universal y nacional. Cualquier libro que tuviera al alcance, incluyendo los comics. Recuerdo que una ocasión leí de un tirón toda una colección de viejos libros de medicina, como si realmente estuviera leyendo una colección de novelas.
¿Cómo insertas tu obra dentro del panorama actual de la llamada literatura juvenil de nuestro país?
En realidad, sólo trato de escribir libros que sean del interés, del encanto, de los jóvenes lectores. Libros que ofrezcan alguna fascinación o develen algún misterio, alguna experiencia, una fabulación que, de alguna manera, enriquezcan el inquietante universo de los jóvenes y los adolescentes. Los libros que a mí me gustaría leer, para mi deleite, de las múltiples realidades que conocí, que aprendí, en mi extraordinaria comarca, en los primeros veinte años de mi existencia.
¿Qué tributos morales debe portar consigo un buen libro infantil?
En primer lugar, el tributo de la sinceridad, de la honestidad, de los más nobles valores humanos: La fidelidad, el amor, la admiración por su historia. El enfrentamiento entre el bien y el mal. El sentido de la solidaridad, tal y como lo definió el Ché: que en el espíritu de los niños y los jóvenes crezca esa pasión de sentir como suya cualquier injusticia que se comenta en cualquier parte del mundo.
¿Podrías opinar de la relación autor-editor?
Algo clave, ahora muy difícil de lograr, con los sucesivos editores el autor tiene que enfrentarse a diferentes criterios, apreciaciones y gustos, y cada nuevo libro está expuesto a diversos modos de edición. Me refiero a ciertos editores que muestran la terquedad de realizar ediciones tal y como a ellos les hubiera gustado escribir los libros. Me refiero al estilo, a la adjetivación, a veces a la puntuación..., a la facturación de la obra literaria. Cada autor, tiene –o intenta– tener su propio estilo, su propia manera de comunicar y un buen editor es aquel que sea capaz de estimular las coordenadas en las que se mueve un autor, con el fin de que el autor logre afilar cada vez más su instrumento de comunicación. Pero ya esa magistral relación que fue capaz de establecer Max Perkins (para citar un ejemplo) con los escritores Thomas Wolfe, Scott Fitzgerald o Hemingway, ha desaparecido.
Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías? ¿Algunos de los que has escrito?
Pregunta difícil de aceptar, con los miles de libros que uno ha leído. Digo esto, porque textos de los llamados menores, han sembrado muchos recuerdos, añoranzas; y hay libros a los que uno vuelve una y otra vez. Ocurre que, en entrevistas, en declaraciones, sobre este asunto, a veces se contesta de manera retórica, y repite temas, libros, autores. Es una cadena. Pero construir un orden que sea honrado, es bien difícil, en este complicado salvamento al que me obligas. De cualquier modo, lo intentaré: Hamlet, de William Shakespeare; La educación sentimental de Flaubert. De ser posible con una colección de sus cartas. Las primeras dos terceras partes de La guerra y la paz, de Tolstoi. Cecilia Valdés, de Villaverde. Cirilo es el único novelista cubano que ha sido capaz de crear un mito: la mulata Cecilia, que ha iluminado también la música, el teatro, las artes plásticas, etc. El siglo de las luces, de Alejo Carpentier. El polvo y el oro, de Julio Travieso. El pequeño príncipe, de Antoine de Saint-Exupèry. La expansión territorial de los Estados Unidos, de Ramiro Guerra. El conde de Montecristi, de Alejandro Dumas. París era una fiesta, de Ernest Hemingway. Y como insistes, tiraré dentro de la mochila un ejemplar de El imperio de La Habana y otro de Conversación con el último norteamericano.
Hay una zona de tu literatura que linda con lo testimonial y que sin embargo, puede ser de gran interés para los jóvenes. ¿Podrías hablar de esta relación?
Esta es una pregunta que me tomaría mucho espacio contestar, y tiene mucho que ver con la relación que se establece entre la cultura, la historia y la literatura. Lo que ocurre es que, generalmente, los autores no hablan de los procesos preliminares para la escritura de un libro, digamos de una novela, tal y como lo proclamaba Hemingway, cuando se refería al estudio de una realidad, que implica la investigación sobre el tema. En este sentido, las investigaciones que realizaba Flaubert para la escritura de cualquiera de sus novelas, resultan paradigmáticas. De igual forma, actuaba Tolstoi, Balzac, y casi todos los célebres.
¿Cuál es tu libro más entrañable?
El próximo. El que estoy por escribir.
¿En qué proyectos trabajas ahora?
En varios, pero se trata de palomas volando, de las que prefiero no hablar ahora.
Nota
(1) Nació en Nuevitas, Camagüey, en 1938. Escritor, ensayista y periodista. Ha publicado: Los perseguidos, cuentos. Editorial Arte y Literatura, 1972 (Premio Concurso 26 de Julio de la Dirección Política del MINFAR); Conversación con el último norteamericano (novela sin ficción), Editorial Letras Cubanas, 1973 (Premio Concurso 26 de Julio de la Dirección Política del MINFAR); En la corriente impetuosa (cuentos), Editorial Letras Cubanas, 1978; La otra guerra (cuentos), Editorial Letras Cubanas, 1979. (Finalista del Premio Casa de las Américas); El corredor de caballos (cuentos), Editorial Letras Cubanas, 1980; La saga de La Gloria City (novela), Editorial UNION, 1983; Los guardafronteras (relatos) Editorial UNION, 1983; Extraña lluvia en la tormenta (novela), Editorial UNION, 1988; Bluefield (novela), Editorial Letras Cubanas, 1988 (Premio del Concurso 26 de Julio de la Dirección Política del MINFAR); El imperio de La Habana (ensayo), Editorial Casa de las Américas, 1993 (Premio Casa de las Américas, y Premio de la Crítica); Luces sobre el canal (cuentos), Editorial UNION, 1998; Hemingway en la cayería de Romano (ensayo literario), Editorial José Martí, 1999, (Mención en el Casa de las Américas); La vida secreta de Meyer Lansky en La Habana; Editorial Ciencias Sociales, 2004; Santa Clara santa (Novela) Editorial Letras Cubanas, 2006; Hemingway, los otros y yo (ensayos), Editorial Extramuros, 2012; El último viaje del Spring Coral (relatos), Editorial Gente Nueva, 2013 Hemingway: ese desconocido (ensayo) (Mención Casa de las Américas, 2013) y El amor y la furia, Editorial Gente Nueva, 2015.
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