Los temas en la narrativa del escritor Enrique Cirules (Nuevitas, Camaguey, 1938) resultan inusuales. Éstos no son los acostumbrados a hurgar en los vericuetos de la vida nacional a través del lenguaje literario, sino aquellos implicados e identificados con los que él califica como “los de la Cuba profunda: aquella de la que casi nada se sabe, de la que casi nada se ve ni se habla, pero que hace la historia y la memoria del país. Está en su esencia y en la prefiguración de su destino”. Así, este excelente narrador cubano, con quien quisimos dialogar para el sitio web de CUBARTE, nos ha eclipsado a todos durante años, al lograr mostrarnos –tras enjundiosas investigaciones y disímiles contactos--, otros valores humanos al partir de contextos en ocasiones ocultos o misteriosos, pero que nunca cualquier lector suspicaz dejará pasar por alto. Tan sólo recordemos sus títulos más recientes: La vida secreta de Meyer Lansky en La Habana, (2004) y Santa Clara Santa (2007), como primera parte de una trilogía narrativa.
¿Cómo se inicia en la Literatura?
“Como ocurre siempre con todo aprendizaje, a través de un extenso y dilatado proceso. Publiqué mi primer libro cuando tenía 33 años. “Los perseguidos: diez cuentos”. Antes, había sido un lector voraz.
“Nací en Nuevitas, donde transcurrieron mis primeros veintidós años. Un paraje en el que ni siquiera existía una biblioteca, a pesar de que este puerto era un importante enclave para la exportación de azúcar, el mayor del mundo. Pero eran los pescadores, los tortugueros, los trabajadores del puerto, los que resguardaban la memoria histórica de aquella comarca.
“A ese puerto arribaban cada año unos trescientos buques de gran porte, de todas partes del mundo, bajo todas las banderas, y ese tránsito conformaba un fabuloso universo de misterio, de fascinación. Por entonces, sostuve incluso amistad con un príncipe hindú que navegaba en un Liberty inglés, en sus estudios y entrenamientos, en una Escuela Naval de Inglaterra.
“Te decía que por esa época no existía en Nuevitas una biblioteca, ni movimiento cultural, ni libros, ni escritores. Allí había nacido la escritora Emilia Bernal, quien se había marchado cuando tenía seis años, y nunca regresó.
“Sin embargo, esa comarca, con la cayería de Romano, eran parajes que albergaban las más intensas fabulaciones, sitios plagados de leyendas y mitos. En el embarcadero del Guincho se producían encantadoras tertulias espontáneas. Igual ocurría en la estrepitosa barriada del Puente. En la barbería del célebre Felo Centellas supe cómo habían baleado a Chano Pozo, en un cafetín de corta y roja, en New York. Lo supe por lo que solían contar los viajeros, en sus alardes de aventuras. Allí, en esa barbería, también escuché las primeras historias de la Guerra Civil Española, por boca de los exiliados españoles que se habían refugiado en las zonas boscosas de cayo Sabinal.
“En el embarcadero del Guincho era usual escuchar también historias de navegaciones, de tráficos y traficantes. De negocios secretos, de algunos personajes que salían de Puerto Tarafa hacia La Habana, abordaban el Ferry de Key West y quienes, al cabo de cuatro o cinco días, regresaban con un auto casi nuevo.
“Pero claro, en Nuevitas había también mucha gente maravillosa que no sabía leer ni escribir, simplemente firmaban con el pulgar entintado. Seres extraordinarios, con una imaginería realmente fascinante, portadores de esos relatos de la memoria colectiva, a veces sobre muertos y aparecidos, de navegaciones y naufragios, piratas y aventureros, y de los personajes que hicieron época en aquella costanera; y acerca de las actividades que habían realizado los submarinos alemanes en la costa Norte de Camagüey. Historias que escuché desde mi más temprana infancia, de esa fascinante y encantadora literatura oral, repetida de generación en generación, conformadora de una universalidad impresionante, en aquel pueblo, tan lleno de virtudes.
“En mi caso, después de realizar algunos estudios, intenté transitar de manera frustrante por algunos oficios, en la medida en que realizaba mis primeras navegaciones. Luego comencé a trabajar en la carga y descarga de mercantes durante seis años; y es en esa época cuando comienzo a interesarme por la literatura escrita.
“Pero lo que resultó decisivo para estimular mi vocación, fueron los estudios que realicé en una escuela del Consejo Nacional de Cultura, en La Habana, durante dos años, donde el director era “Manolo” Fernández Retamar, un ser de gran nobleza. Allí, entre otros profesores, se encontraba la extraordinaria Marta Vesa y el poeta Luis Suardíaz.
“En realidad, es a mi regreso a la comarca de Nuevitas, cuando me incorporo a la Dirección de Cultura de Camagüey, que inicio mi entrenamiento literario. Es entonces que comienzo a escribir mis primeras crónicas, entrevistas, comentarios sobre la actividad cultural. Es con los escritores camagüeyanos, con el poderoso movimiento cultural del Camagüey --en los años sesenta del siglo pasado--, que empiezo a adentrarme en el universo creativo de la literatura. Es la época en que se estaba publicando lo mejor de la Literatura universal. Es la época en que toda la herencia cultural del Camagüey: literaria, artística, histórica, cultural, se proyecta en una dimensión realmente impresionante. Es la época en que publico mis primeros cuentos, y empiezo a soñar con un universo totalizador, dedicado por entero a la actividad creativa”.
¿Aprovecha usted sus vivencias personales para escribir?
“En lo absoluto. No creo que exista un escritor que no haya sentido el influjo del escenario, de las circunstancias y las experiencias de su entorno. En unos más que otros; pero hasta ahora creo haber utilizado muy poco mis experiencias personales. Incluso, a veces se me ha calificado como un escritor de la otredad. En otras ocasiones, por mi preferencia hacia los temas desconocidos o poco estudiados (temas no tratados antes por otros autores), se ha dicho que soy un escritor de temas insólitos dentro de la Cultura cubana. Quizás ese criterio se deba a mi contacto con las fabulaciones de la costanera del Norte del Camagüey. Esos parajes, de una riqueza extraordinaria: histórica y cultural. Lo que ocurre es que me encanta tratar los temas que más conozco, sobre todo cuando esas materias se encuentran vinculadas a los espacios del mito y la leyenda, algo tan usual en esa costanera que bordea el Canal Viejo de Las Bahamas. A esas historias me refiero, a las que solían transmitir los pescadores, aventureros, navegantes y tortugueros de aquella comarca. Historias que ya había escuchado antes de tener diez años, en el antiguo embarcadero del Guincho. Un sitio clave para mi formación espiritual, cultural. El sitio por el que habían arribado al Camagüey todas las culturas españolas, y del Norte y el Sur de África, y otras partes del mundo; un tránsito que durante siglos propició un entramado magistral, en el escenario citadino de la ciudad de Puerto Príncipe, hoy Camagüey.
“Por ese mismo embarcadero del Guincho, en los primeros diez años del siglo XX, arribaron también miles de estadounidenses y europeos que fundaron una decena de villas o comunidades en el espléndido valle de Cubitas. Villas que, con el paso del tiempo, acabaron por desaparecer, incluyendo un afamado enclave de franceses, en el extremo Este de Romano, conocido hasta hoy como Versalles, con inmigrantes procedentes de La Louisiana y New Orleans; y una villa de alemanes: Palm City (Palma City hoy) a pocas millas de la célebre Gloria City.
“Así, con ese interminable cruce de culturas, era lógico que se creara un formidable espacio de fabulaciones. De esa manera, la realidad circundante se convertía en un gran estímulo para la imaginación creativa. Fue esa mítica realidad la que incitó mi vocación literaria, y el irresistible deseo de encarnar con los instrumentos de la literatura lo que había acontecido en aquella comarca”.
. Pero después vino el tema de la Mafia en su obra y, en especial, de su presencia y actuación en Cuba…¿Qué importancia le atribuye?
“El tema de la mafia responde a otra naturaleza. Es un proceso de indagación histórica hacia espacios que permanecían como velados, como ausentes, no tocados ni siquiera por los historiadores cubanos. Fueron los cineastas estadounidenses los que comenzaron a ofrecer al mundo --primero en la segunda parte de El Padrino, y luego con la película Havana--, una visión de algo que resultaba casi mágico. Dígase la más delirante fabulación, en ese tratamiento ficcional de un tema que permanecía sumergido (desconocido en su profundidad por los cubanos), y del cual ni siquiera se hablaba.
“En Cuba, después que Estados Unidos recibió (asumió) a los asesinos y torturadores del defenestrado régimen de Batista, nunca nadie hizo una sola mención a lo que había sido la presencia de la mafia norteamericana, ni la influencia y el poder que habían ejercido en nuestro país. Una ausencia total en el contexto de nuestra historiografía. Era como si esa urdimbre delincuencial que imperó con la instauración del poder militar del sargento Batista, no hubiera existido.
“Significativamente, el primero que le dedica apenas una página es Mario Puzo en su novela. Debo confesar que esa situación de desconocimiento, además de resultarme confusa, me era en extremo molesta, al mismo tiempo que disfrutaba de la genialidad con que Coppola había encarnado la historia de los mafiosos en Cuba. Coppola había ficcionado una de las sagas más deslumbrantes de la contemporaneidad. Pero repito, me resultaba molesto, de que se estuviera “jugando” con la historia de los cubanos, presentando una versión de acontecimientos reales, tal y como pudiera hacerlo un mago moviendo conejos y palomas, en un escenario misterioso, ante una selecta concurrencia teatral.
“Esa es la razón por la cual comienzo a investigar, a estudiar, a verificar si existía algo de certeza en lo que se decía, en lo que se insinuaba, en lo que se ficcionaba, en esas sagas construidas por Hollywood, donde la realidad se fundía de manera magistral con espacios de la imaginación, de la ficción. Y uno se preguntaba: ¿hasta dónde la historia del escenario cubano de esa época había sido capaz de influir en los procesos de recreación fílmica, en un tema como éste?
“Luego, sobrevino la sorpresa. Cuando comencé a desentrañar los sutiles entramados de lo que había acontecido con la mafia en Cuba, la sorpresa fue aún mayor. Descubrí que la realidad sobrepasaba en mucho cualquier intento de crear una historia inventada, y que el poder de la mafia en Cuba había sido mucho más totalizador que lo que cualquiera, con una gran imaginación, pudiera imaginar.
“Esas investigaciones que comencé a realizar al principio tenían muy poco que ver con lo que luego resultó ser “El imperio de La Habana”. De inicio, con mis investigaciones, estaba escribiendo una novela. En ese proyecto estuve enfrascado largos meses. La novela estaba casi concluida, y estaba en los planes de publicación de la Editora José Martí. Lo único que faltaba era una revisión final, de un texto de más de quinientas cuartillas.
“La novela tenía hasta un editor internacional, que pretendía lanzarla en cuatro o cinco capitales de Europa. Pero ocurrió que entre mis manos ese texto crecía y crecía, y todo, porque en las investigaciones, en los archivos y en las historias que contaban algunos personajes que habían trabajado para la mafia en La Habana --dígase dealers, choferes, etc.--, se iba revelando un entrelazamiento tal entre la política, los negocios legales y la actividad delictiva, que convertían ese tema en algo realmente increíble, y a la vez en la medida que iban apareciendo testigos y documentos de una gran riqueza, convirtiendo el tema en algo poco menos que infamante. Una historia que, encarnada en una novela, nadie la iba a creer. Podría utilizar, incluso, esa famosa frase que utilizó el senador Kefauver, cuando en 1950, ante el Congreso de Estados Unidos, denunció cómo la mafia se estaba fusionando con los negocios legales, y para calificar lo que estaba aconteciendo, dijo que: “Es una realidad tan infamante que nadie va a creerla”.
“De esa manera, después de varios años de investigaciones y de un intenso trabajo, le di un gran viraje al proyecto en el que estaba empeñado, y en unas pocas semanas surgió el ensayo histórico conocido como “El Imperio de La Habana” que resultó Premio Casa 1993 y Premio de la Crítica 1994.
“Luego, en el 2004, publiqué las memorias de Armando Jaime Cassielles, quien había sido el chofer guardaespaldas de Meyer Lansky en La Habana, durante los dos últimos años de la tiranía de Fulgencio Batista: “La vida secreta de Meyer Lansky en La Habana”.
“Estos dos libros han tenido que enfrentar algunas resistencias, y no pocos desafíos. Incluso algunas pérfidas maniobras, como el plagio, canibaleo y estafa, que realizó un periodista norteamericano radicado en New York. Este señor armó un libro en el que menciona a Cirules y menciona también a Armando Jaime Cassielles en 120 ocasiones, alegando que le hizo una entrevista a Cassielles por teléfono y correos electrónicos los días 24 y 26 de enero del 2007, y alegando también (sin ningún respeto a los copy right existentes) que, como Cassielles le contó la misma historia que aparece en “La vida secreta de Meyer Lansky en La Habana”, él tiene derecho a utilizar esas memorias.
“En la fecha en que este señor English, plagia y canibalea mis libros (24 y 26 de enero del 2007) Armando Jaime Cassielles se encontraba agonizando en el hospital “Piti Fajardo” de La Habana, con un solo pulmón en el que tenía cáncer, y respirando a través de un balón de oxígeno. Muere 17 días después.
“Como es lógico, se trata de una estafa al estilo clásico de la mafia norteamericana, que el diario New York Times incluyó en su colección de libros publicados, y que convirtió en un gran best seller, y tres importantes productores de Hollywood se empeñan en filmar una película con el plagio a las memorias de Jaime Cassielles.
“La estafa de este periodista se apoya en el bloqueo agresivo existente contra la Cultura cubana, y tiene dos objetivos esenciales: el primero, echar una cortina de humo dirigida a evitar que los lectores puedan darse cuenta de que fue la política de Estados Unidos hacia la Isla la que condicionó el surgimiento de un Estado delincuencial, entre 1934 y 1958; y el segundo objetivo, aún más pérfido, evadir la responsabilidad histórica de Estados Unidos en su apoyo irrestricto hacia uno de los más corruptos, crueles y nefastos personajes de la historia cubana: el general Fulgencio Batista. Es el intento de no implicar a Estados Unidos como el artífice que creó en Cuba al general Batista. Un personaje al que conformaron, orientaron, sostuvieron y apoyaron, en sus dos períodos de actividad mafiosa: 1934-1944 y de 1952-1958.
“Antes de 1958 los dueños de Cuba eran los Estados Unidos de Norteamérica, y las dictaduras de Batista, fueron posible porque estuvieron sustentadas por magistrales operaciones encubiertas --incluyendo esa operación que condujo a que los personeros del Partido Auténtico asumieran dos períodos de gobierno (1944-1952)--, con el compromiso de organizar los primeros grupos paramilitares en América Latina, para implantar un temprano macartismo, y la actividad represiva contra el poderoso movimiento obrero cubano, por orden expresa de los servicios especiales estadounidenses.
“El golpe de Estado de 1952 fue organizado con la ayuda de Estados Unidos; y ante la resistencia de los cubanos, Batista, en seis años de tiranía, ensangrentó el país.
“Algún día se comenzará a estudiar, con la suficiente perspicacia, las magistrales operaciones encubiertas que Estados Unidos desató contra Cuba durante el siglo XX.
“En el libro del Sr. English, con un discurso y retórica oficial contra Cuba, un lector poco informado, puede llegar a la conclusión de que todo lo que aconteció en Cuba fue fruto de las tendencias corruptivas de los cubanos (de la sociedad cubana), en alianza con las familias mafiosas, sin responsabilidad histórica de Estados Unidos”.
Sus obras, ¿han logrado traspasar espacios como el cine, el audiovisual o el teatro? ¿Qué expectativas ofrecen?
“Mis libros nunca han tenido buena suerte con el cine. En los años ochenta del siglo pasado, el cineasta cubano Manuel Octavio Gómez se preparaba para filmar “La otra guerra”, una película basada en un relato homónimo del libro de cuentos finalista del Premio Casa 1977. Octavio, cuando murió, estaba en ese proceso de construir locaciones para la filmación, tanto en cayo Sabinal como en Romano. Proyectaba reconstruir la desaparecida villa de Versalles, en el mismo sitio donde los franceses la habían fundado en el siglo XIX.
“Otro gran cineasta cubano, Humberto Solás, siempre soñó con filmar tres temas: “Cecilia”, “El siglo de las luces” y “La Gloria City”. Las dos primeras se hicieron realidad. Recuerdo que a principios de los años ochenta Solás estuvo trabajando durante meses en el guión de “La Gloria City”.
“Es curioso que el personaje central del guión de Solás, para esa película, fuera una mujer, porque en el tercer título sobre este tema estoy preparando: “Misterio y fascinación en la Gloria City”. Su personaje central es una mujer, Emily Blackwell; un personaje fabuloso, quien permaneció en el valle de Cubitas durante veinte años persiguiendo a uno de esos amores imposibles. Se trata de un personaje histórico, real, de una estadounidense que abandonó su entorno, su esposo, sus hijos pequeños, y de manera secreta, sin que nunca sus familiares supieran el paraje donde ella se encontraba. Se radicó en una granja de la zona de Laguna Grande, a cuatro millas de La Gloria City, en el Norte de la comarca del Camagüey, persiguiendo uno de esos tormentosos amores que resultó absolutamente frustrante. Una historia verdaderamente fabulosa.
“Solás nunca pudo filmar su guión basado en el libro “Conversación con el último norteamericano”, a pesar de que no pocas personalidades del cine estadounidense estuvieron interesadas en ese proyecto, como Jane Fonda o Geraldine Chaplin. En este sentido, el doctor Mario Rodríguez Alemán en esa época entrevistó a la Chaplin, acerca de su interés por encarnar el personaje principal en la filmación de “La Gloria City”. Esas entrevistas fueron publicadas en las páginas del periódico Granma.
“Sin embargo, el proyecto de Solás nunca pudo realizarse. Las intolerancias del bloqueo contra la cultura cubana lo impidieron.
“Donde mi obra ha tenido un poco de repercusión es en algunos documentales. En el documental “La Gloria City”, de Sergio Nuñez, y en audiovisuales que han abordado los temas de mi preferencia”.
Una presencia histórica, testimonial-periodística, fundamenta el eje temático de sus obras. Entonces, ¿cuándo, cómo y por qué decidió tomar este rumbo?
“No es así precisamente. Creo que es la primera vez que voy a referirme a esto. La explicación de lo que tú llamas eje temático periodístico, en mis libros se encuentra en el mismo centro de los temas que he tenido que abordar.
“Lo que ocurre es que algunos de los temas que he abordado en mis libros, eran temas no tratados antes por los historiadores en Cuba, como tampoco por ningún otro escritor. Temas que habían quedado al margen del conocimiento de una cultura como la cubana.
“Te diré que cuando comienzo a estudiar la fundación, el auge y la destrucción de “La Gloria City”, a través de lo que solía relatar, contar, William Stokes, el último norteamericano de aquella villa, tuve que enfrentarme a algo absolutamente desconocido en la historiografía cubana. Por entonces consulté toda la bibliografía existente, y me asesoré con los más talentosos historiadores de esa época, y nadie sabía absolutamente nada de lo acontecido en aquellos parajes, con aquella decena de villas de campesinos estadounidenses y europeos.
“Es importante decir que en “La Gloria City” y sus alrededores, en los inicios de la Primera Guerra Mundial, habitaban unos cinco mil campesinos estadounidenses, en un enclave absolutamente totalizador, y donde hasta los maestros, en las escuelas, utilizaban el idioma inglés. El resultado de todo este proyecto fue la escritura de una novela histórica, una novela sin ficción. De lo contrario, los lectores podrían haberse preguntado: ¿cómo es eso de que en Cuba existieron ciudades o villas de estadounidenses y europeos?
“Otro de los temas de investigación, con el fin de convertir historias reales en historias literarias, es “Guardafronteras”. Para la escritura de este libro invertí más de dos años de navegaciones, de recorridos, por el Norte y Sur de las regiones más orientales de Cuba --entre caletas, cayos, ensenadas, antiguos embarcaderos, aldeas y caseríos, playas, sitios pantanosos, canalizos, bahías y enclaves pesqueros--, entrevistando a decenas de pescadores, tortugueros, cazadores, carboneros, monteros, navegantes, fareros y antiguos pobladores, con el fin de reconstruir naufragios, persecuciones y desmanes, desafíos, tráficos y contrabandos, infiltraciones y operaciones de guerra organizadas contra Cuba desde la península de La Florida, después de 1959”.
¿Alguna otra iniciativa en camino?
“Varias. Estoy en la revisión final de un nuevo texto sobre Hemingway. Es una investigación y ensayo literario, con el título “Hemingway: ese desconocido”. De los otros proyectos no voy a hablar ahora”.
Profesionalmente, ¿qué le falta por hacer?
“Todo. Es como si estuviera aprendiendo el oficio de escritor. Un oficio bastante complicado, porque lo que más deseo es conformar una obra capaz de agradar a los lectores. Eso, y sumergirme en el universo de la novela, para complacer los reclamos de mi vocación”.
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