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Enrique Pérez Díaz: Bushido es mi libro menos “infantil” o “juvenil”


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El reconocido periodista, escritor y editor Enrique Pérez Díaz presentará en el próximo Sábado del Libro su volumen Bushido, publicado por la editorial Extramuros de La Habana.

Este libro lleno de “vericuetos”, tiene varias peculiaridades, desde la que declara el autor en el título de esta entrevista, pasando por el hecho de ser inspirado por su propio hijo, de ubicar el fantasma de un samurái y dos geishas en La Habana, de tener un hálito martiano, y a la vez rendirle tributo al escritor norteamericano y Premio Nobel Ernest Hemingway.

Cubarte quiso conocer directamente de su autor detalles de Bushido, para brindárselos a los futuros participantes del Sábado del Libro, seguros lectores de una obra que revaloriza el código de ética samurái.

¿Cuándo escribe Bushido?

Bushido es un libro que escribo allá por 2005. Sabes que siempre, salvo algunas excepciones, me he demorado bastante para terminar mis historias, sobre todo cuando —como en este caso— se trata de varias realidades que conviven en un mismo argumento y se van ensamblando poco a poco hasta formar un todo.

Di el libro a leer a una amiga editora, Gretel, que casualmente también aportó rasgos de su carácter decidido a la protagonista, y ella me animó mucho con el argumento, que fue creciendo y creciendo hasta convertirse en lo que es hoy.

¿Cuál fue la inspiración de este libro?

En realidad el libro se inspira en mi hijo, que terminaba la Secundaria y se vio en la disyuntiva de optar por estudios de preuniversitario, gastronomía o informática, que era en realidad lo que más deseaba. Revela la incertidumbre de la adolescencia ante su propia edad y transformación y el enfrentamiento a un medio que ni entiende ni acepta.

En ese sentido Bushido se engarza con el resto de mi obra que trata sobre los derechos de la niñez y la adolescencia, ultrajados sin querer por su propia familia o el medio escolar o social. Pero el argumento se fue complicando con la aparición de la otra coprotagonista, una veinteañera gótica hastiada de sus amores con muchachos que no la entienden y en busca de un ideal para su vida.

La llegada a la capital del fantasma de un samurái con dos geishas y la misteriosa transformación de los leones del Prado de La Habana en seres vivos, complican sobremanera la historia, al igual que una actuación del grupo mexicano Maná en el teatro Karl Marx.

¿Qué es Bushido?

La palabra Bushido denomina el código de ética de los samurái, pero para mí es como una actitud ante la vida. A la sazón yo había descubierto la existencia de un maestro espiritual llamado Miyamoto Musashi, que antes fue samurái, tuvo muchas amantes y un buen día decide cambiar su vida diametralmente a partir de las experiencias vividas y se convierte en un asceta, en un hombre de pensamiento y de sanación del alma, y entonces escribió una obra maravillosa llamada El libro de los cinco anillos, que establece una filosofía de pensamiento y acción para encontrar el sendero del mejoramiento en la existencia.

Al respecto, el personaje histórico tenía para mí mucho que ver con la ética del vivir en cualquier siglo o geografía y no solo en su ámbito de acción que fuera el Japón feudal.

El libro posee, de forma inmanente, un aliento martiano, sobre todo por la preocupación que el apóstol sentía por la juventud, el mañana, y se le rinde un tributo a Hemingway, un hombre a veces vituperado porque no se le entiende en sus ansias de demostrar su ética de la masculinidad participando en guerras o cacerías de animales.

¿Puede decirse entonces que su libro revaloriza de alguna manera el código de ética samurái?

Sí, de alguna manera lo revaloriza, pues aún, en su propia descontextualización, infiere que se debe vivir frente a una ética determinada que le obligue a uno a ser mejor y no vivir totalmente indiferente a todo.

La ilustración de cubierta es del reconocido artista de la plástica Reinerio Tamayo. ¿A qué se debe la selección de esta obra para el libro?

Al ver el cuadro, me encantó para el libro y como el mismo trata sobre la ética, me parecía un homenaje a nuestro héroe.

Para mí es un privilegio que un artista de la envergadura y sensibilidad de Reinerio Tamayo aceptara que su original Samurái ennobleciera la cubierta, porque de alguna manera expresa el sentir de la historia y la búsqueda de los personajes que van en pos del mejoramiento humano para enfrentar aquello que no entienden.

En la nobleza y en la decisión de ese expresivo rostro se resume todo el sentir de la historia; no es la espada que empuña sino la mirada decidida del samurái lo que nos dice que el único camino para los jóvenes es la ética del vivir.

¿A cuáles lectores está dirigido Bushido?

Yo diría que, como casi toda mi obra, a todas las edades, porque en la historia conviven personas y dilemas que el ser humano enfrenta a cualquier edad y el tono de la narración, muy cinematográfica y llena de vericuetos, es para que se pierdan en su hilo argumental personas, no niños o jóvenes.

Es por tanto, mi libro menos “infantil” o “juvenil”, aunque bien sabes que esa ha sido siempre mi constante, escribir sin preocuparme mucho por la edad del destinatario sino más bien pensando en sus problemas.

¿Qué podría contarles a estos lectores con el ánimo de incitarlos a la lectura de su libro?

Michel Encinosa, un escritor que mucho admiro, fue por suerte mi editor. De lujo. Es una persona creativa, respetuosa y que dijo sobre el libro lo siguiente: “¿Qué sortilegio despierta a los leones de bronce y los impele a vagar por la ciudad? ¿De dónde procede el samurái cuyo guerrero código reclama perdurar pese al paso de los siglos? ¿Cómo se trenzan los senderos de dos jóvenes tan disímiles como especiales? ¿Cuándo habrá Papa Hemingway de quebrar su silencio y responder a las preguntas de quien a él recurre en pos de bálsamo y brújula? y ¿quién es el secreto narrador de esta portentosa historia?” Todo eso y más es Bushido, un libro que me hizo crecer y me abrió el camino hacia nuevas aventuras literarias.

¿Y en qué nueva aventura literaria está inmerso en este momento Enrique Pérez Díaz?

Bueno, después de dejar Gente Nueva, que fue un período donde apenas escribía, si acaso textos muy breves que por ahí duermen, he ido recuperando el paso y ahora investigo para varios libros.

Justo termino una novela sobre la infancia de Cleopatra Filopator, la séptima de este nombre en la dinastía de los Ptolomeos y que lamentablemente, por una visión colonialista y prejuiciosa hacia la mujer, solo ha sido considerada la amante de César y Marco Antonio. Pero Cleopatra Filopator (amada por su padre significa su segundo nombre) fue la última faraona antes de que Roma se anexara a Egipto como una provincia y en realidad siempre funcionó como una hábil estadista que buscó lo mejor para su tierra.

Los lágidas o ptolemaicos eran descendientes directos de Alejandro Magno o de uno de sus diádocos, o sea de sus generales. Fue la única faraona del período helenístico que entre las siete lenguas que hablaba dominó el egipcio, para entenderse mejor con su pueblo y tomó medidas populares para desarrollar su país y palear las hambrunas.

El libro es, por supuesto, muy especulativo pues poco se sabe de su infancia, salvo que fue en un ambiente familiar viciado por costumbres que establecían el casamiento entre hermanos para mantener pura la raza al considerarse hijos de Ra, El Sol, y que entre conjuras palaciegas, asesinatos frecuentes, vio desaparecer poco a poco a su familia y fue impelida a reinar a los 18 años cuando la casaron con su hermano Ptolomeo XIII de apenas diez años.

Todo eso me da la posibilidad de trabajar la psicología de esta niña inteligente y despierta, ávida de penetrar en los secretos de la Biblioteca de Alejandría, fundada por Ptolomeo I Soter, El Salvador, quien edificara la ciudad soñada por Alejandro Magno, que a su vez, había sido nombrado Faraón por el pueblo egipcio tras liberarlo de los crueles persas.

Es un libro lleno de misterio, religiones en las que abundan dioses animales que interactúan con los hombres y, sobre todo, un cuestionamiento al modo en que es manejada una infancia, sin pensar en los auténticos sentimientos de una niña, condicionada desde su nacimiento para el reinado.


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